¡QUE ALÁ NOS PROTEJA!

 

 Artículo de Juan Carlos Escudier en “El Confidencial Com” del 11.02.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 El formateado es mío (L. B.-B.)

 

La sirenita de Copenhague puede esperar sentada a que su galán europeo le saque las castañas de fuego. A la dignidad con la que Dinamarca ha enfrentado su particular guerra de las viñetas, Europa ha respondido negándose a sí misma, con un miedo que sólo puede causar vergüenza a sus ciudadanos. Es posible que una caricatura de Mahoma con una bomba en el turbante no haga gracia a nadie; pero lo que es seguro es que la reacción de Europa al uso perverso que algunos países islámicos han hecho del dibujo inspira una lástima infinita.

El pretendido conflicto religioso desatado por el Jyllands-Posten, un diario danés al que algunos intelectuales tratan de desacreditar aludiendo a su condición de periódico cristiano de extrema derecha, es, en realidad, un conflicto político. No es casualidad que entre la publicación del irreverente retrato de Mahoma y la supuesta e irreparable ofensa al Islam hayan pasado cuatro meses, y que las llamas hayan prendido en consulados y embajadas justo en el momento en que se agudiza la crisis nuclear iraní, la Unión Europea se replantea sus ayudas a Palestina tras el triunfo de Hamás y se recrudece la violencia en Afganistán, con la ocupación de Irak como telón de fondo.

Las casualidades no existen. Olivier Roy, director de Investigación en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia, describía días atrás en Le Monde lo que él mismo denominaba “geopolítica de la indignación musulmana”: manifestaciones en Teherán, como contrapunto a la insistencia europea en llevara a Irán al Consejo de Seguridad Nuclear; disturbios en Afganistán, en pleno proceso de relevo de las tropas de EEUU por fuerzas de la OTAN, y por ende, europeas; algaradas en Paquistán, organizadas por los partidos que simpatizan con los talibanes y con Al Qaeda; duros enfrentamientos en el Líbano, donde la presión francesa y europea para acabar con la presencia siria ha exasperado al regimen de El Assad; piras en Damasco, donde resulta inimaginable una reunión de más de tres personas sin la complacencia de las autoridades; y asaltos en Gaza de las oficinas de la UE, tras las duras condiciones impuestas por Bruselas a Hamás.

Lo que cabía esperar de quien, como Europa, aspira a ser algo más que una potencia económica, era una cerrada defensa de uno de sus miembros, cuyas legaciones diplomáticas han sido asaltadas y reducidas a cenizas. En vez de eso, se ha esbozado una nueva teoría sobre la libertad de expresión, que a mayor gloria del profeta, quedará sometida a partir de ahora al supuesto valor universal del respeto a la religión. Por una vez y sin que sirva de precedente, hay que descubrirse ante Aznar: “Si pedimos perdón por unas viñetas, ¿cómo nos van a tomar en serio cuando hablamos de armas nucleares?”

Así que en vez de escuchar una voz común y tronante reclamando reparaciones diplomáticas y advirtiendo de represalias políticas y económicas a los gobiernos que han dirigido por control remoto la ira de sus súbditos, los europeos hemos tenido que oír los llamamientos a la concordia de nuestros presidentes –entre ellos a Zapatero- y los disparates de algunas de nuestras mentes más preclaras, empeñadas casi en que pidiéramos disculpas de rodillas y mirando a La Meca.

Formalmente, el desvarío no tiene desperdicio. Un dibujante que osa esbozar el rostro de Mahoma es un provocador, y más si le llena el gorro de trilita, pero sensu contrario debemos asumir como rasgos folclóricos inherentes al Islam sus tiranos, sus teocracias, sus flagelaciones públicas, sus lapidaciones de adúlteras, sus ablaciones de clítoris y otras sutilezas por el estilo. Al parecer, los estómagos de los europeos son menos sensibles a estas imágenes, aunque sólo sea porque acostumbran a estar llenos.

Europa tiene tanto miedo a que las bombas dejen de ser un dibujo en un turbante y se hagan de nuevo realidad en sus trenes y en sus autobuses que es capaz de renunciar a las esencias que le son propias. Hemos llegado a olvidar que cambiar libertad por seguridad sólo ofrece una certeza: seremos menos libres cada día. En definitiva, los nuevos tiempos aconsejan ser comprensivos con el Corán, o con las interesadas interpretaciones que de él hacen algunos clérigos enloquecidos, aunque para ello tengamos que renunciar a nuestra propia manera de entender el mundo. Los daneses han aprendido otra lección: saben lo que pueden esperar de este europeísmo de salón tan políticamente correcto.

Por alguna extraña razón, particularmente en España, la izquierda ha delegado en la derecha, incluso en la más reaccionaria, la defensa de alguno de los valores que tendrían que distinguirnos de estas sociedades medievales. Quizás resulte difícil de asimilar, pero se puede estar en contra de la invasión de Iraq y de los atropellos que Occidente haya podido cometer contra el resto del planeta, y, al mismo tiempo, defender que sean los tribunales y no un consejo de ayatolás los que midan los excesos de la libertad de expresión y dicten sentencia.

En Dinamarca, donde, por cierto, sí se toman en serio los límites de la libertad de expresión, el Gobierno retiró durante tres meses la concesión a una emisora, Radio Holger, después de que uno de sus locutores dijera públicamente lo siguiente: “Hay sólo dos reacciones posibles si se quiere parar el terrorismo: o se expulsa a todos los musulmanes de Europa Occidental para que no puedan poner bombas, o se extermina a los musulmanes fanáticos, lo que significaría matar a una parte sustancial de los inmigrantes musulmanes”. Ciertamente, alguno de nuestros comunicadores patrios lo tendría muy difícil en Copenhague para seguir envenenando al micrófono.

Entre tanto, el Vaticano, muy en su papel, pide respeto para las creencias religiosas; Bush, una auténtica arma de destrucción masiva, también pide respeto para las creencias religiosas; lo mismo hacen Zapatero, Chirac y Putin. ¿Habrá alguien que se atreva a pedir respeto para los irreverentes? Que Alá nos proteja.