OBSESIONES

 

 Artículo de Fernando FERNÁNDEZ  en  “ABC” del 31/01/05

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

AYER se celebró en Madrid una manifestación para denunciar la manipulación electoral en Irak. La asistencia fue muy escasa, anecdótica, pero tuvo una cierta repercusión mediática. De hecho yo me enteré a la vez que oí que la participación en las elecciones había sido un éxito y puede superar el 60 por ciento, como sostiene el Gobierno iraquí. Un resultado que ya le gustaría al Gobierno en el referéndum para la Constitución Europea y que nos parece imposible si nos atenemos a la situación en que nos imaginábamos el país. Una cifra claramente superior a la registrada en Palestina, que por cierto todavía no conocemos. Sin embargo el veredicto de la Prensa era hasta ayer unánime: las elecciones en Palestina han sido un hito hacia una solución pacífica y democrática en la región, mientras que las iraquíes no pasaban de ser un invento americano.

Confieso que nunca he entendido la obsesión de la izquierda europea con que las elecciones salieran mal y que le ha provocado más de un enfrentamiento hasta con el Partido Demócrata americano. Una obsesión que en España sólo es equivalente a la que algunos ponen en destacar las diferencias entre Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre. Claro que los protagonistas ayudan, y la última propuesta de estatuto especial para Madrid es una buena muestra de que el diseño del Estado no está exento de ambiciones personales, pero esa no es la cuestión. La fijación antiimperialista es una constante en el pensamiento europeo de izquierdas; acrecentada en España por el mito Fidel, al que muchos incluso en la derecha aún se resisten a llamar tirano y equipararlo a Pinochet. Pero sólo se condena el imperialismo americano, porque los excesos europeos o chinos, en África o en el comercio internacional la primera y en derechos humanos la segunda, se juzgan siempre con benevolencia.

Pero volvamos a Irak. Las elecciones parecen haber sido un éxito relativo, aunque no van a producir milagrosamente un país laico y democrático. Pero podían haber salido mal; incluso era lo más probable a juzgar por la información que estábamos recibiendo de lo que allí estaba pasando. Lo que debería movernos a reflexionar sobre la capacidad, y en algunos casos la voluntad, de informar sin prejuicios ideológicos. Una buen parte de las fuerzas de izquierda deseaban fervientemente un fracaso, porque lo importante era poder denunciar al tirano Bush y que los americanos se encontraran empantanados en un nuevo Vietnam, no el futuro del pueblo iraquí que tampoco vivía tan mal con Sadam. Todavía el sábado se insistía en la retirada de las tropas americanas como una condición necesaria para que Irak recuperase un camino de solución. Aunque hoy resulta obvio ya que sin esas tropas no hubiera habido elecciones. Y que Europa, menos el Reino Unido, ha vuelto a hacer el ridículo en política exterior, porque ha preferido criticar la participación americana que involucrarse en buscar una solución. Un ridículo que le inhabilita para jugar un papel protagonista en la región, aunque ya oigo las voces pidiendo generosidad y no discriminación a la coalición anglófila. Exactamente la misma generosidad y altura de miras que ha demostrado Europa con las elecciones en Irak.