LA ESPINA DE FALUYA

 

 Artículo de GEES  en “Libertad Digital” del 14/11/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

 

Faluya muestra los dilemas de las operaciones militares en Irak. En abril, primera fase de los enfrentamientos que afectan a la ciudad, prevalecieron consideraciones políticas, mortificantes para los marines que tuvieron que abandonar el terreno.

 

En Washington se temía que las acciones bélicas produjesen elevadas bajas civiles, lo que planteaba un problema tanto moral como político, por la explotación que los medios árabes y occidentales hacían del caso. Además la situación parecía complicarse en el país. Bien como réplica a iniciativas americanas para poner freno a sus provocaciones y desmanes o simplemente para aprovecharse de la coyuntura, Muktada el Sadr lanzó a sus milicianos contra las fuerzas de la coalición y trató de apoderarse de Nayaf y otras ciudades chiíes. Recurriendo a una retórica nacionalista que enmascaraba su programa de supremacía sectaria, envió ayuda a los rebeldes sunitas de Faluya. Una conjunción de los alzamientos, esencialmente antagónicos, de las dos ramas del Islam local era la peor de las pesadillas con la que los americanos podían enfrentarse.

 

Así que los marines tuvieron que hacer de tripas corazón y retirarse, mientras que la Autoridad Provisional se embarcaba en un experimento con poquísimas posibilidades de éxito, pero que de haberlo tenido habría cambiado el curso de los acontecimientos. Se dejó la ciudad en manos de una policía local mandada por un antiguo general del ejército. De nada sirvió. La ciudad se convirtió en el primer santuario del terrorismo y la base de operaciones de Zarqawi. Las vidas que se ahorraron entonces fueron goteando o chorreando a los largo de los meses, elevándose a muchos cientos por todo el país.

 

Acabar con esa situación, cuyo ejemplo estaba cundiendo a otras ciudades del triángulo suní, se convirtió en una exigencia estratégica primordial, de la cual podría depender la futura celebración de elecciones generales, que tienen como fecha tope el 31 de enero próximo. Había que hacerlo lo antes posible respecto a esa fecha pero tras otras elecciones, las americanas, para no echar leña a la ya recalentada campaña. La guerra urbana es especialmente azarosa y se podrían producir importantes bajas propias.

 

Así que inmediatamente después. Pero no hubo trampa ni cartón. El bombardeo de casas francas de los terroristas vino dándose a lo largo de todo octubre. Los preparativos militares se hicieron a la luz del día y Colin Powell lo anunció sin tapujos. Esta publicidad sirvió para que la ciudad se vaciara y con la población se fueron los líderes de los terroristas y muchos de sus hombres. Era el precio a pagar para reducir las bajas civiles a casi cero.

 

El 9 comenzó el asalto sistemático. Lo que hemos visto nos enseña algunas cosas importantes. Incluso en una ciudad sunita de sólida tradición fundamentalista y acendrado odio contra los norteamericanos, los excesos de los fanáticos se han vuelto contra ellos. Eso, el trabajo duro y los buenos dólares han creado un flujo de información hacia el molino de los militares americanos y el gobierno interino. La indudable muestra de resolución juega también un papel decisivo. No estamos hablado de tiernos pacifistas occidentales sino de gente que se toma muy en serio la fuerza y confunde con debilidad cualquier muestra de compasión. Los bombardeos de precisión contra los nidos de terroristas llevaban direcciones escritas desde el interior de la ciudad.

 

El ambiente general es también muy distinto del de abril. Los implacables métodos gansteriles de los clandestinos los han ido dejando sin cantores de sus hazañas. Hasta los más favorables medios árabes le han ido diciendo adiós muy buenas a esa Numancia del terrorismo suní religioso o laico. Las decapitaciones urbe et orbi han suscitado críticas incluso entre algunas ramas de los opositores armados y ya hace semanas que resultan una embarazosa propaganda en el mundo árabe en general, de cuyos autores mejor es tomar distancia. Al triunfo de Bush habrá que atribuirle también algunos efectos balsámicos. Por muchos aspavientos que se haga no hay más remedio que aguantarlo otros cuatro años. Mucho tiempo para enronquecer tan pronto.

 

Y por último, no sabemos cuales son los resultados de las intensas negociaciones de Alaui con los jeques e imanes suníes, para atraerlos al ruedo político y aislar a sus sanguinarios paladines. Aparentemente ninguno, pero a la vista de lo sucedido quizás más que las apariencias. Sin olvidar como sumando de la nueva situación ese otro intangible que es el plus de legitimidad del gobierno interino respecto a la autoridad ocupante. Nunca reconocido por quienes anhelan refocilarse con una humillación americana, pero percibido por muchos sufridos iraquíes.

 

Y lo sucedido es una victoria rotunda que no acaba con el problema pero que lo reblandece apreciablemente. Quizás serán necesarias un par de victorias más del mismo calibre para cambiar decisivamente las tornas, pero la guerrilla tendrá que mantenerse dispersa, sufrirá problemas logísticos, sus líneas de comunicación se verán debilitadas. Los que les dan cobijo y palmadas en la espalda empezarán a pensárselo y a la tercera o a la cuarta terminarán decidiéndose a cambiar de bando.