INTELECTUALES CONTRA LA IZQUIERDA

 

 Artículo de Esteban Hernández  en “El Confidencial Com” del 14.04.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 El nacionalismo se ha convertido en el principal punto de discrepancia entre los intelectuales y la izquierda. Así cabría interpretar la iniciativa colectiva encabezada por Arcadi Espada, Albert Boadella, Félix de Azúa y Carlos Trías, entre otros, a la búsqueda de un partido de izquierda no nacionalista en Cataluña, y las posiciones que algunos pensadores progresistas, como Fernando Savater, han sostenido respecto de la situación en el País Vasco. Sin embargo, las divergencias del mundo de la cultura con la izquierda comienzan a cobrar caracteres internacionalmente notables.

 

 No sólo nacionalistas.

 

El último ejemplo reside en el nuevo libro de Andreï Makine, escritor ruso nacionalizado francés y ganador del premio Goncourt. En su nueva obra, Esa Francia que olvidamos amar (Ed. Flammarion, Col. Café Voltaire), critica algunos de los defectos de un país que cree en la recesión moral. Y sus diatribas se dirigen contra algunas de las constantes ideológicas sostenidas por la izquierda en los últimos tiempos. Así, frente a las tensiones con los inmigrantes y los problemas entre culturas, señala como imprescindible que en su país exista una sola colectividad, “la comunidad nacional”. Igualmente, arremete contra la discriminación positiva, “concepto que conlleva una actitud infantilizante e inferiorizante hacia el discriminado”, y contra el olvido de la responsabilidad individual por el Estado social francés.

Esta clase de reprobaciones son cada vez más comunes en el ámbito público, enunciadas por voces que provienen de medios culturales o académicos. Mientras que en otras épocas eran las posiciones progresistas las que mayor respaldo encontraban entre la intelectualidad, hoy parece ocurrir a la inversa, y son esos mismos postulados los que se encuentran con mayor resistencia en la esfera pública.

Muchas de esas voces críticas provenían de los sectores de izquierda y terminaron alejándose de ellos para combatir posiciones que entienden particularistas y segregadoras. Incluso algunos de los intelectuales más hostiles para con el progresismo, caso de, en diferentes órdenes, Jon Juaristi, Mikel Azurmendi, Gabriel Albiac o Pío Moa también provienen de ese entorno. Del mismo modo ocurre fuera de nuestras fronteras, donde son las intervenciones públicas de pensadores y académicos que una vez militaron en la izquierda las que tienen un carácter más audaz o temerario.

 

A favor de la guerra de Iraq

 

Así, en Francia fueron los intelectuales quienes más ardorosamente defendieron la necesidad de la intervención militar en Iraq o la respuesta que Sarkozy dio a las revueltas en los banlieues. Y las reflexiones de creadores y pensadores como Alain Finkielkraut, Bernard-Henri-Lévy, Philippe Sollers, André Glucksman, Alain Minc, Pascal Bruckner, Luc Ferry o André Comte-Sponteville nutren buena parte del pensamiento conservador.

En la pasada campaña electoral italiana, cineastas como Franco Zeffirelli o Pupi Avati se han significado del lado de la iglesia católica, dentro de ese movimiento que se ha dado en llamar ‘teocon’. Y en EEUU, cuna del resurgimiento de la intelectualidad conservadora, hay numerosos seguidores en medios académicos y sociales de las tesis de Daniel Bell, William F. Buckley, Irwin Kristol, Norman Podhoretz y Nathan Glazer, siendo los más famosos Francis Fukuyama (ahora retirado) y Samuel Huntington.

Las bazas que todos ellos manejan suelen ser similares: emplean un tono firme (incluso agresivo) y el mensaje que transmiten (y las formas que utilizan) no busca dirigirse a los sectores académicos, sino al público en general y especialmente a los sectores populares. En sus escritos suelen hablar en nombre de postulados éticos o morales y muestran cierto desdén por la política y por los políticos profesionales, acogiendo algunas diatribas antisistema. En su intención (generalmente explícita) de devolver las cosas a su justa medida, lejos de los excesos en que dicen haber incurrido los progresistas, suelen reclamarse como políticamente incorrectos y como combatientes contra el pensamiento único (de izquierda).

Para Salvador Clotas, director de la Fundación Pablo Iglesias “estamos en un momento, en todo el mundo, en el que las ideas de la derecha se expresan con mucho descaro, lo que antes no era tan frecuente. Los intelectuales de derecha tienen la sensación de estar de moda”. Y eso coincide con un “cierto retraimiento de la izquierda. Quizá están faltando nuevas ideas. Y quizá se han abandonado demasiado deprisa esquemas tradicionales. Alfonso Guerra siempre comenta que antes la igualdad social era una premisa para el pensamiento de izquierda. Hoy, cuando se refieren a la igualdad, se habla sólo de la igualdad de género”.

 

Medios de comunicación de derechas

 

Otro de los factores que han aumentado la presencia de los intelectuales conservadores es, según Clotas, “que los mensajes no nos llegan a través de los libros, sino de los medios de comunicación, y éstos son más receptivos en la actualidad a las posturas de la derecha”. Y eso ocurre en un entorno donde se ha dado un “cambio de problemática. Las grandes diferencias sociales se han trasladado a un nivel global; no digo que no haya desigualdades en cada país, pero lo importante es que existen a nivel de regiones enteras (África, Asia...). Además, están los nuevos problemas de la inmigración y de la integración”.

Para el diputado del Partido Popular, José María Lasalle, vinculado a la Fundación para el Análisis y Estudios Sociales (FAES), “la misma autonomía moral y de pensamiento que el liberalismo defiende para la sociedad civil es la que el intelectual reclama para su tarea, por lo que no es extraño que se sienta identificado, en muchas ocasiones, con el liberalismo, máxime si proviene de un entorno en el que pudo experimentar el constreñimiento intelectual del marxismo. Es un fenómeno global. Ocurre en España, pero también en Italia y en EEUU, donde los ‘neocon’ están asociados al desencanto respecto de lo que los liberales estadounidenses encarnaban. Allí se dice que un ‘neocon’ es un progresista atacado por la realidad”.

Según Lasalle, el viraje de la intelectualidad hacia posiciones de derecha ha quedado reforzado por los inconvenientes propios del progresismo: “El problema que tiene la izquierda es que vive instalada en la incertidumbre por el desmoronamiento de sus mitos. Y, por otro lado, está el fenómeno del resentimiento. Como el mundo en el que viven no les gusta, pero no tienen la capacidad de análisis ni de acción necesaria para transformarlo, viven en ese rencor inconsciente que deja la impotencia”.

Como resultado, han tejido un discurso al que, según Lasalle, “le falta cosmovisión y sistematicidad: su propio fracaso les ha dirigido hacia la sentimentalización irracionalista. En lugar de evolucionar, como ha ocurrido con la izquierda en EEUU o en Inglaterra, hacia posiciones políticas que se alimentan de la experiencia y del empirismo, el mundo continental se ha alejado de ellas. Aquí no ha habido posibilidad de que surgiese un Tony Blair que abriera una nueva vía en la izquierda”.