EL SEGUNDO FRENTE
Artículo de David Horowitz en Front Page Magazine , publicado en “Periodista Digital del 28/12/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Antes de que comenzara la lucha, uno de los temores expresados por los críticos de la guerra para liberar Irak fue el de la perspectiva de que Al Qaeda u otras organizaciones yihadistas pudieran lanzar ataques contra los americanos en casa y en el extranjero. Una guerra contra Irak nos distraería de la guerra contra el terror.
El Partido Demócrata, que no quiso ir a la guerra contra Irak en 1991 ni en 2003, hizo de este argumento la piedra angular de su crítica a la política de la administración. Fue el himno prebélico de Demócratas como Joe Biden, candidato a miembro del Comité de Asuntos Exteriores del Senado, Tom Daschle, líder de la minoría en el Senado, Ted Kennedy o el ex presidente Bill Clinton.
De hecho, se publicó un llamamiento en
nombre del (probablemente muerto) Osama bin Laden a lanzar un asalto contra los
americanos como “segundo frente”, para apoyar al régimen de Saddam Hussein.
Pero la guerra llegó y el terror no. En los días previos al conflicto, la
coalición antiterrorista liderada por los americanos fue capaz hasta de capturar
al número tres de Al Qaeda y jefe de operaciones. Es un hecho notable, pasado
por alto a menudo por los críticos, que cualquiera que haya sido el destino de
Osama bin Laden, no ha habido ataques terroristas con éxito por parte de Al
Qaeda contra americanos en el país desde el 11 de Septiembre.
Este es el tributo de mayor fuerza a la
estrategia agresiva de la Administración Bush, que ha mantenido al enemigo
terrorista en la cuerda floja y desperdigado, y que se construye sobre la
percepción de que la guerra contra el terror y la guerra contra los regímenes
que albergan terroristas son dos caras de la misma moneda.
Pero hay otro frente de la guerra contra América, que no ha estado tan en calma.
Es la guerra orquestada por la izquierda antiamericana en casa y en el
extranjero. Mientras tropas norteamericanas y británicas arriesgan sus vidas
para librar una guerra de liberación con considerable esfuerzo por evitar bajas
civiles en el otro bando, centenares de miles de manifestantes salieron a las
calles y se enzarzaron con la policía poniendo en peligro vidas civiles propias.
En Nueva York, Washington, San Francisco, Los
Ángeles y las ciudades de todo el país, los activistas vulneran la ley de un
modo calculado para causar caos urbano y disfunción económica. Según los planes
de los organizadores, miles de policías que son un elemento integral de la
defensa de la Seguridad Nacional se encontraron de manos atadas para evitar que
los activistas incrementaran su guerra en casa hasta un nivel de violencia
seria.
Esta violencia está empezando. Se confiscaron cócteles Molotov en San Francisco,
en donde un activista también se jugó la vida saltando desde el Golden Gate.
Miles de gamberros han sido arrestados. En el exterior, donde la policía no es
tan solícita con la violencia callejera, varios activistas resultaron muertos.
Sería imprudente no tomar en serio la amenaza contra la política y la seguridad
norteamericanas que representa este ataque organizado. El erróneo nombre de
movimiento "pacifista" está organizado y es liderado una izquierda que proclama
su solidaridad con estados terroristas como Cuba y Corea del Norte, y con
organizaciones terroristas de Oriente Medio. [2] Una pancarta de varios
manifestantes de San Francisco reza: “Apoyamos a nuestras tropas cuando disparan
a sus superiores”. Una foto de esta pancarta es desplegada orgullosamente en una
página web izquierdista que ha jugado un papel clave en la organización de las
pasadas manifestaciones (y es financiada en parte por una fundación dirigida por
el comentarista de la PBS Bill Moyers).
Al movimiento anti Vietnam, alcanzar los niveles de estos manifestantes
antiamericanos le llevó 5 años, y otros dos iniciar la violencia real. Cuando se
cruzó esa línea, hubo más de 100 atentados en casa, y fue iniciado al menos un
culto terrorista. El movimiento actual es potencialmente bastante más peligroso.
Al contrario que su predecesor anti Vietnam, se alinea con grupos de solidaridad
terrorista y organizaciones fundamentalistas musulmanas activas en los campus
universitarios. Esto incrementa la probabilidad de que en sus tendencias
violentas se intensifiquen mientras continúe la guerra contra el terror en el
exterior. La perspectiva de que desarrolle sus propios vástagos terroristas es
real.
Al contrario que con los esfuerzos anti Vietnam, el actual movimiento se rige
casi completamente por el odio a las instituciones, políticas y propósitos
americanos (“Washington es el eje del mal”, “América es el mayor estado
terrorista”, “No más sangre por petróleo”). No se inspira en ningún futuro
utópico – sin importar lo ilusorio – del Irak de Saddam Hussein. El socialismo
lleva décadas muerto como objetivo serio de la mayor parte de la izquierda. En
su núcleo, la izquierda ha sido siempre una revuelta nihilista y reaccionaria
contra el mundo moderno (capitalismo, individualismo, libertad), que es el
motivo por el que puede aliarse tan fácilmente hoy con los islamofascistas.
Esto significa que el actual renacimiento izquierdista no es disuadido por una
victoria americana en la guerra actual. Sus filas probablemente crecerán y sus
tácticas se radicalizarán conforme el avance de la guerra contra el terror
provoque problemas en otros países musulmanes. Se alimentan de los obstáculos a
la paz iraquí –particularmente si es una paz molesta– y continuará sus ataques
“anti-globalización” contra los esfuerzos por establecer un orden internacional
próspero y tranquilo.
Los mayores peligros de este renacimiento izquierdista yacen en su potencial
disrruptor de la política americana de posguerra y en su potencial de limitar
las opciones del ejército americano, especialmente por su profunda resonancia en
el Partido Demócrata, donde la mitad de sus componentes (y muchos de los
lideres) se oponen a la guerra.
El Presidente ya ha alertado de que el esfuerzo por reconstruir Irak, estabilizar la región y librar la guerra contra el terror “exigirá nuestro compromiso continuo”. Para sostener su seguridad y compromisos en política exterior, las democracias requiere amplio apoyo partisano de sus partidos y de su público. Es este apoyo lo que amenaza la izquierda antiamericana, y es la prueba nuestra nación debe superar.