EL SÍNDROME DEL 73



 Artículo de José Javaloyes en “La Estrella Digital” del 07.03.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

La oclusión política iraní, al cerrarse a Occidente y a Rusia el régimen de los ayatolás en el asunto de su programa nuclear, tendrá este miércoles en Bruselas un reflejo poco menos que determinante en el turno dedicado por la Comisión Europea a la política energética de la UE.

Paradójicamente, es la insistencia de Irán en seguir adelante con su programa para el procesamiento de uranio lo que subraya la oportunidad de revisar el actual estatus de la energía de fisión. Precios del petróleo y seguridad de suministros se pueden concertar como el síndrome de 1973, cuando la guerra del Ramadán llevó a los exportadores árabes de petróleo a restringir los suministros para los países occidentales y a disparar los precios.

Hizo aquello que el mundo industrializado de entonces recurriera a la energía nuclear para poder hacer frente a sus necesidades energéticas. En el medio plazo volvieron a su quicio los precios del crudo y se normalizaron los suministros. Pero desde entonces, hecha la excepción de Francia —que sigue ampliando su parque de centrales— y de Finlandia, los criterios energéticos imperantes aparecen definidos por la pereza intelectual y la medrosidad política, por no decir el pánico electoral que prevalece en los partidos, ante la presión mediática del ecologismo antinuclear.

La amenaza iraní de represalias con los suministros de petróleo para los países cuyos gobiernos apoyen que la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) pase el expediente de Irán al Consejo de Naciones Unidas es dato que ajusta con enorme precisión el foco del problema. Sólo faltaba que después del nivel de precios alcanzado por el crudo tras de la consolidación de China y la India como nuevos gigantes del consumo de crudo, se añadiera ahora el factor de la inseguridad de los suministros. Ha cambiado la estructura de la demanda mundial de hidrocarburos, pero no ha cambiado todavía, por causas políticas, la estructura de los consumos en los países importadores de ese tipo de energía. Tal es la almendra de la agenda para este miércoles en la Comisión Europea.

Quedan sobre el tapete los dos problemas fundamentales que aborda la Comisión, en pos de una visión energética válida y conveniente para el conjunto de los 25; problemas a los que Irán acaba de colocar, por si algo faltara, la espoleta política. Un problema es el de los precios del petróleo; el otro, el de la seguridad de los suministros. Vuelve, como digo, el síndrome del 73, pero vuelve agravado. La demanda mundial de petróleo no ha sido acompañada en su crecimiento por la capacidad de oferta, ni en la OPEP ni fuera de la OPEP. El otro problema es que la seguridad de los suministros es tan insuficiente ahora como entonces, o incluso más que entonces, teniendo en cuenta la inestabilidad crítica propia del actual Oriente Próximo, que es el principal ámbito de producción.

Por muy puntuales que puedan considerarse las restricciones con las que amenaza Irán (limitadas a los países que suscriban la remisión del conflicto desde Viena a Nueva York, al Consejo de Seguridad), ocurre que la tensión en que se mantiene el presentel nivel de precios hará que la restricción iraní repercuta inevitablemente, y de manera alcista, en el sistema. Por tanto, encarecimiento e inseguridad cogidos de la mano. La tenaza se aprieta de modo muy claro sobre el cuello de Europa, que en su promedio atiende con recurso al exterior la mitad de las necesidades energéticas propias.

Incapaces las energías renovables de cubrir con su expansión el crecimiento de las necesidades europeas, y sobrevenido el coste añadido del Protocolo de Kioto, que restringe el uso de los combustibles fósiles, la energía de fisión, las centrales nucleares, se definen como clave de racionalidad económica y de prudencia política en términos de seguridad nacional.