CONDICIÓN DE LA LIGA ÁRABE SOBRE EL LÍBANO

 

 Artículo de José Javaloyes en “La Estrella Digital” del 09.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Pensando con un poco de serenidad, más allá de las dolorosas estampas que deparan los horrores de la guerra —tan manipuladas algunas de ellas como esas fotos de un reportero de Reuter—, habría que convenir en que la iniciativa de Fuad Siniora, el primer ministro libanés, de ofrecer el despliegue de 15.000 soldados de su país (también son libaneses los milicianos de Hezbolá), aparte de constituir la primera manifestación de responsabilidad por parte del Estado de Líbano en esta crisis, ha sido, tal oferta, resultante de una presión o de una condición impuesta por la Liga Árabe, en el curso de la “cumbre” de urgencia celebrada en Beirut, a ruego del propio Siniora.

De ninguna manera cabe traficar en política internacional desde situaciones como la libanesa. Antes de que la campaña comenzara tras la muerte de ocho soldados israelíes y el secuestro de otros dos, no era sostenible ni de recibo que una fuerza política con cuatro ministros en el Gobierno libanés dispusiera de una milicia compuesta de 6.000 hombres y fraccionariamente armada como un ejército regular, que no estaba incardinada en los recursos ni sometida a la disciplina del Estado.

Si las milicias de Hezbolá no hubieran actuado por su cuenta, sólo en sintonía y a las órdenes de una parte del Gobierno libanés, no se habrían producido los hechos determinantes del actual cuadro, que se encuentra en los límites cualitativos entre una campaña militar y un cuadro de guerra abierta y total de un Estado contra otro. Dicho de otra manera, si el Gobierno de Siniora hubiera sido capaz de impedir, o al menos de condenar, los hechos originarios de la presente situación, habría dispuesto de títulos reconocibles para pronunciarse, en el ejercicio de su soberanía, contra los términos del consenso franco-americano sobre una Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU.

El bloqueo o la incapacidad del Gobierno de Beirut para tomar otras iniciativas que no fueran las lágrimas y los lamentos por los desastres de la guerra, se habría venido a levantar en la misma “cumbre” de la Liga Árabe convocada para debatir el problema. La poco eficiente y casi académica organización que preside Amro Musa, no podía hacer manifestación alguna mientras uno de sus componentes, el Estado del Líbano, no hiciera algo que le definiera como tal, que permitiera identificarlo como sujeto internacional capaz de asumir compromisos. Para ello, nada mejor ni suficiente que un acto de soberanía: el asignar misiones militares a sus propias fuerzas dentro del territorio nacional.

Si este despliegue de sus tropas lo hubiera propuesto u ordenado Siniora al comienzo de las refriegas, posiblemente no habrían crecido éstas hasta su actual tamaño, equiparable al que corresponde a una guerra en toda regla. Pero si hubiera ocurrido entonces lo que ahora se ofrece que se haga, el cuadro hubiera sido enteramente otro. Más aun en lo político que en lo militar.

Lo que se decida después del alto el fuego inmediato, si es que todavía se está a tiempo de que éste llegue, tendrá que abarcar necesariamente, en lo internacional, la reformulación de las condiciones de soberanía a que se debe cualquier Estado, incluido el libanés. Al Líbano, la Historia parece haberle asignado la función de válvula de escape para cuanto de conflictivo pase dentro del Oriente Medio en “tiempos de paz”, como estos que corren. Ahora se habrá de ir a mucho más, y no sólo por parte de las grandes potencias, titulares del derecho de veto en el Consejo de Seguridad, sino desde los componentes de la misma Liga Árabe.

Al fin y al cabo, en toda esta tragedia que comparten Israel y Líbano, el único factor que ha obtenido ventaja indiscutible ha sido Irán. Una ventaja frente a los árabes, a los que divide, y contra el sunismo, mayoritario entre éstos. Pero además de ello, que no es poco, ha conseguido beneficios generales al conseguir que perdiera muy significativa fuerza la atención internacional sobre el asunto de su programa nuclear, que ahora es de mayor interés que nunca.

Si los cohetes de Hezbolá describen con su parábola la firma iraní, ¿qué describe la hipótesis de una mega bomba persa colocada en la cabeza de cualquiera de los misiles de que Irán dispone capaces de llegar a Europa oriental?

Los 15.000 soldados libaneses ofrecidos por Siniora podrían ser, desde el subsiguiente alto el fuego, el primer gran paso para que Líbano deje de ser el albañal sobre el que fluyen los peores humores del Oriente Medio. La Liga Árabe, que suele hacer poco, parece haberlo entendido todo ahora, obligando a Fuad Siniora a que se mojara y comprometiese.