ALGO MAS QUE HISTERIA ISLAMICA



 Artículo de
José Javaloyes en “La Estrella Digital” del 18.09.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Con un comentario a pie de título:

 

PACIENCIA, PERSEVERANCIA Y ALERTA (L. B.-B., 18-9-06, 18:00)

 

Es preciso mantenerse en guardia frente al totalitarismo contrarrevolucionario, defendiendo la libertad de expresión y diciendo las verdades con paciencia, como hace el Papa y otros. Los rebuznos de los fanáticos eran previsibles, pero tenemos ventaja, vamos por delante de ellos. ¿No les recuerdan sus reacciones a las de otros totalitarios de por aquí, que se consideran víctimas?

 

Seamos perseverantes y firmes en la defensa de la libertad y de la verdad, sin recular ni un milímetro, así prenderá la semilla de la libertad en las zonas menos oscuras del islamismo. Pero tengamos en cuenta todos los escenarios posibles.

La Alianza de Civilizaciones progresa, como no podía ser de otra manera, a expensas de la civilización cristiana. Quien no lo quiera ver, que repare en la movida que se ha montado en el ecumene de la Media Luna: desde el atlántico jerifiano hasta el Índico pakistaní, incluyendo, como no podía ser menos, a las comunidades musulmanas que dispensan a la Europa cristiana el favor de fertilizarla y fortalecerla en términos de pluralismo cultural y riqueza espiritual. El Viento de la Historia se ha resuelto en precios de petróleo. En Oriente, ese viento hincha las velas del Islam; y en Occidente, las del populismo chavista, globalmente sintónico con el integrismo chií de los iraníes.

Así, nunca se ha querido sacar tanto de tan poco.. Las palabras de Benedicto XVI en Ratisbona, con la cita de un emperador bizantino, Miguel II Paleólogo, sobre Mahoma y la violencia como palanca para el progreso de la fe religiosa, han traído algo más que una onda de histeria islámica, con la llamada de los embajadores en el Vaticano del Gobierno jerifiano de Miramamolín y del régimen dictatorial egipcio de Hosni Mubarak; o con las ácidas declaraciones del islamista Erdogan, que quiere llevar a Turquía hasta la integración plena en la Unión Europea. Por no hablar de Musarraf, dictador turnante del islamismo pakistaní, obligado como todos los tiranos del orbe musulmán, desde Karachi a Fez, a tributar con hipocresía anticristiana a los talibanes y las diversas faunas del “yihadismo”, incluidos los Hermanos Musulmanes de Egipto, que piden más sangre y más caballos contra “los cruzados”. Los problemas de desestabilización política que produce el radicalismo islámico en los Estados de confesión musulmana lleva a los Gobiernos de éstos al recurso de cargar contra cristianos y judíos a la primera ocasión que se les presente, con razón o sin ella.

Pero no acaba ahí la cosa. Los arrastres que trae el fermentado suceso de las palabras del Papa sobre la observación del Paleólogo, incluyen la aportación directamente anticatólica del portavoz parlamentario del PSOE en la Comisión de Política Exterior —que concede al Sumo Pontífice el arrepentimiento por lo manifestado— y las trivialidades de ritual en la sabida gente de Izquierda Unida.

Si la respuesta musulmana, encarrilada por la estela que dejó la promovida con las famosas viñetas periodísticas sobre el Profeta, ha tenido también poco menos que expresión global, la repercusión en España subraya, como digo, el discurso contra la Iglesia de la parte mayoritaria del izquierdismo gobernante, y abre la perspectiva de un esfuerzo monclovita en el escenario de la Alianza de Civilizaciones. Por algo el turco Erdogán comparte un puesto con el presidente Rodríguez dentro de la promotora de esa salvífica ocurrencia.

Y por algo también, el lobby norteamericano que de siempre ha pujado por la plena integración de Turquía en la Unión Europea ha soplado como la ballena con el agresivo editorial de NYT sobre el incidente académico de Ratisbona, en el que Benedicto XVI, con el irrenunciable ejercicio a la libertad de espíritu y de palabra, se ha limitado a decir algo que no está en contradicción con el diálogo de religiones. Eso es cosa bien diferente —porque otro era el contexto y otro el marco de responsabilidad— del juicio histórico, recordado por Erdogán, que hizo en su día el cardenal Ratzinger sobre el principio de contradicción entre el pasado antieuropeo de Turquía y el futuro europeo que Turquía aspira a compartir dentro de la UE.

Más allá de lo que el Papa nunca llegó a decir, porque lo que dijo como propia afirmación fue sobre la perentoria necesidad de desvincular la religión de la violencia, va a resultar ahora que la expansión del Islam por el mundo se hizo a golpe de sermones y coplas de almuédanos —especialmente en el norte de África y sobre España—, y que la sacralización de la poligamia la hizo Mahoma con vistas a las futuras bases para la cotización en la Seguridad Social, y no para la disponibilidad de tropa suficiente, de ejércitos adecuadamente numerosos.

El relegamiento social y político de los cristianos coptos en Egipto o la presión exterminadora de cristianos en el Sudán deben ser prueba suficiente también de que el “yihadismo” es discurso de tolerancia, apertura, convivencia y multiculturalismo.

La trampa dialéctica del islamismo —que sociológicamente se resuelve en el mundo musulmán con el confinamiento social y el repudio familiar de los conversos al cristianismo— consiste en exigir la supresión de trabas, aranceles y toda discriminación en el mundo occidental y cristiano, al menos en términos culturales.

El islamismo, tal es lo cierto, resulta incapaz de abrirse al diálogo desde su mismidad porque ésta es constitutivamente hermética. Impotente para penetrar en el diálogo en el que insisten sus propagandistas.

Integró el cristianismo a la cultura greco-latina, que en lo político y lo religioso enriqueció con la distinción evangélica entre el mundo del César, de la política y lo propio de Dios. El Islam, desde su unicidad normativa, con el Corán como ley única para lo político y para lo religioso, tiene como hecho fundante, entre otras aperturas y otros diálogos para la convivencia y la cultura, la destrucción por el fuego de la Biblioteca de Alejandría.