TONY BLAIR, EL SENTIDO DEL CAMBIO

 

 Artículo de José Javaloyes en “La Estrella Digital” del 13.05.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

La retirada de Tony Blair de la jefatura del Gobierno británico y de la presidencia del Partido Laborista, anunciada para el próximo día 27, es suceso político tan singular como lo ha sido la propia reconversión ideológica y política de la izquierda británica. Cabe apuntar que Blair, en esta banda del espectro parlamentario, ha signado su paso por Downing Street con un trazo simétrico al de Margaret Thatcher por la opuesta orilla de la derecha.

Si la dirigente conservadora desplazó la línea de su partido desde el centro hacia la derecha estricta, Blair, con su reformismo, desplazó el laborismo hacia el centro. La resultante final de una y otra flexión ideológica, en términos comparativos, ha sido el desplazamiento dextrógiro, el movimiento a la derecha, del eje político en Gran Bretaña. El mérito de Blair merecería en su momento, desde el socialismo español, y por parte de José Bono, el título de “gilipollas”. No se llegó a conocer si el galardón incluía la rúbrica del cum laude.

Aparte del atlantismo profesado por Blair —por encima de la media de quienes le precedieron en su misma responsabilidad gubernamental—, que le llevó a suscribir sin ambages los derroteros norteamericanos sobre la cuestión de Iraq, instalándose en la foto de las Azores con el presidente George W. Bush, el entonces jefe de Gobierno portugués Durao Barroso, actual presidente de la Comisión Europea, y José María Aznar, lo más notorio de su ejecutoria ha sido, visto desde una perspectiva española, la sintonía política con los gobiernos del Partido Popular —que dieron pie a la historia aquella de un acuerdo en ciernes para la “soberanía compartida” sobre Gibraltar— y, en términos comparativos, una evolución ideológica específicamente inversa a la experimentada por el PSOE de José Luis Rodríguez.

Incluye el contraste entre el socialismo laborista de Tony Blair y el de la actual Moncloa, de forma bien destacada, la apertura liberal de aquel y la radicalización intervencionista de éste en los grandes asuntos de la economía y contra los fueros del mercado.

Hasta dónde se traducirá en términos de continuidad la evolución del laborismo británico tras la toma del relevo por Gordon Brown, es cosa que se conocerá con certeza en el medio plazo, pero ya cabe anticipar que serán mínimas las variaciones que se vengan a producir. La profunda flexión que Blair ha impreso en el laborismo a lo largo de una década —proceso en paralelo con la crisis del Estado del Bienestar— no ha sido irrelevante para las socialdemocracias europeas, especialmente la alemana.

Cabe decir por ello que existe un antes y un después de Tony Blair en la prolija crónica del socialismo europeo de la posguerra. El tiempo de la globalización ha creado condiciones de conjunto que modifican las propias bases del Estado de Bienestar al externalizarse factores que anteriormente eran puramente internos, propios de cada país, y que sustentaban la viabilidad sustancial del Estado de Bienestar. Un paradigma social nacido precisamente en Inglaterra. Blair vio el sentido del cambio.