LAS BASES DE LA DISCORDIA

Artículo de José Javaloyes en “La Estrella Digital” del 17 de agosto de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

La formalización del acuerdo entre Colombia y Estados Unidos para la instalación de siete bases conjuntas aplicadas a la lucha contra el narcotráfico y la guerrilla de las Farc, es suceso político, diplomático y militar que va más allá, en su repercusión americana, del puntual conflicto ecuato-colombiano a causa del ataque contra el campamento que "Raúl Reyes", el segundo hombre de la guerrilla, tenía instalado en la selva al amparo de la soberanía ecuatoriana. Ataque que marca un antes y un después en la ya larga crónica de la guerra colombiana contra la subversión armada durante el tiempo de la Guerra Fría, y luego contra la resultante de aquello: una mixtura de guerrillerismo y narcoterrorismo.

A partir de esa operación militar colombiana en territorio ecuatoriano ya nada fue como era. Muerto "Reyes" se desplomó la estructura de mando de las Farc, sobreviniendo las deserciones en cadena de los mandos intermedios, las delaciones y las traiciones entre los narcomilitantes, y se vino abajo, al propio tiempo, la estructura de relación entre las Farc y los Gobiernos "bolivarianos", con su sospechado tráfico de asistencias recíprocas en lo político y lo económico. Tráfico que, conforme se ha sabido después, tras el descifrado de los ordenadores de "Raúl Reyes", suplió cuando fue necesario al petróleo del régimen chavista para financiar campañas electorales de los adictos a la causa bolivariana; concretamente, a la reelección de Rafael Correa en la presidencia de la República de Ecuador.

Por eso y por otras motivaciones más obvias, Rafael Correa rompió relaciones diplomáticas con Colombia, pasando luego a liquidar el acuerdo establecido por Quito con el Gobierno de Washington sobre la base de Manta, aplicada al mismo menester que las siete ahora establecidas en Colombia. A consecuencia de lo cual, en días recientes, el acuñador del chavismo como segunda marca del castrismo hablaba de que "vientos de guerra" soplaban en Suramérica? La expresión nunca dejó de ser una baladronada más del personaje, pero en todo caso evidenció el alcance político, en lo regional, de ese acuerdo entre Colombia y Estados Unidos.

La tenacidad de Álvaro Uribe en su pulso contra los aliados objetivos de las Farc -y contra el conjunto sistémico que forman los "bolivarianos"- termina ahora por ofrecer sus primeros y muy importantes frutos. Cabe pensar que los malentendidos aquellos de la "Cumbre de Trinidad", donde pareció que desaparecían las posiciones de enfrentamiento entre Washington y la izquierda hemisférica, como otro más de los fantasmas del presidente Obama, son fantasmas que se han llevado esos vientos de que hablaba Chávez. Lo rubrica el acuerdo sobre las bases contra la guerrilla y el narcotráfico. Aunque no es sólo eso. Desde la definición regional del asunto de las bases colombianas, la perspectiva estadounidense sobre el problema institucional de Honduras tiene, necesariamente, que comenzar a cambiar. El depuesto Zelaya, conforme se ve ahora, más allá de sus abrazos quiteños a Raúl Castro, era un socio más del Club de Caracas, pese a que sus electores fueran gentes de las clases medias y el centroderecha. Pero nada de eso, cierto es, parece importar demasiado a ese remedo de política exterior con que el presidente Rodríguez ejerce su izquierdismo de botellón.