ESQUEMA PARA UNA POLITICA OCCIDENTAL CONTRA EL TOTALITARISMO ISLAMICO

 

Artículo de Luis Bouza-Brey del 18-8-06, 13:00

 

 

Sin la más mínima pretensión de exhaustividad ni de presentar como definitivo lo que sólo es una reflexión al hilo de los acontecimientos, quisiera aportarles un esquema de ideas entrelazadas acerca del problema principal al que se enfrenta nuestra civilización ---o al menos la de algunos de nosotros---.

Coincido totalmente con el editorial de "ABC" "Libertad asediada" de hoy, y querría complementarlo con las ideas a que me refería:

 

1. En primer lugar, creo que debemos ser conscientes de que nos estamos jugando en Oriente Próximo el futuro de la libertad  en el Mundo: la yihad de los fundamentalistas está intentando librar y ganar una batalla contra lo que consideran la corrupta, invasora y dominante civilización occidental, a la que deben vencer y expulsar del Oriente Próximo, estableciendo una nueva dominación mundial basada en los valores del Islam. El Califato, que se extendía por el sur de Europa, Norte de Africa y Asia, constituye el modelo de dominación que proyectan recuperar.

Y como son fanáticos iluminados que creen estar sirviendo a su dios, incluso con el sacrificio de su vida, su determinación es férrea y su estrategia persistente, frente a un Occidente en el que pocos son conscientes del peligro que se nos viene encima.

La decadente civilización occidental, encerrada en el círculo vicioso del "pan y circo" (supermercado y tele-basura) de las masas, hastiada de hedonismo vacío, y atrofiada por el anquilosamiento de la gran mayoría de sus élites políticas e intelectuales, no es capaz de romper las barreras perceptivas y reaccionar frente al peligro.

Aquellos que dan la voz de alarma, como Bush, los neocons, Israel, Blair, Aznar, o los políticos e intelectuales europeos con principios, son considerados agoreros radicales y falsos profetas, y descalificados por el núcleo pastoso y melifluo del pensamiento plano y la frivolidad inercial de una cierta élite anquilosada.

 

2. Frente a este peligro sigilosamente creciente, la respuesta es intermitente y espasmódica, cuando emergen los síntomas a la superficie de la actualidad. No existe una política global de respuesta a esta guerra incipiente, que algún día acabará por estallar simultáneamente en muchos frentes territoriales y sociales.

 

Para responder a esta amenaza haría falta:

 

    a) una acción coordinada que abarcara las alianzas internacionales y la política exterior europea y norteamericana;

 

    b) una política militar global;

 

    c) un liderazgo internacional que diseñara políticas culturales y de reforma socioeconómica e institucional del mundo islámico, que estimularan el protagonismo del islamismo moderado y liberal y el crecimiento y desarrollo social de sus sociedades;

 

    d) una política de inmigración en Europa que combatiera la avalancha incontrolada de inmigrantes y la penetración del fundamentalismo en la sociedad europea, diseñando modelos integradores de sociedad, pero también requisitos de integración;

 

    e) una política antiterrorista global de EEUU, UE y aliados, que fuera más eficaz que la actual en el desmantelamiento de las redes fundamentalistas y en la prevención de las acciones terroristas, manteniendo el equilibrio entre la seguridad y la libertad;

 

    f) una práctica intelectual nueva, que fuera capaz de elaborar una ética global potente y capaz de deslegitimar el totalitarismo y la teocracia como formas de entender el mundo.

 

En síntesis, es necesario elaborar una respuesta consciente, coherente y firme a las necesidades y peligros de la globalización.

 

3.- El objetivo de esta política global debe ser la democratización del mundo islámico, pero se hace preciso acompasar los procesos de modernización social y política con el de democratrización, a fin de evitar que los intentos de democratización apresurados puedan finalizar dejando el poder en manos del fundamentalismo. La secuencia de reforma socioeconómica, liberalización cultural, reforma política, y democratización, sintonizadas con la política antiterrorista y el fomento intelectual de una deslegitimación ética y política del totalitarismo y la teocracia, podría ser la forma equilibrada y positiva de impulsar el cambio en estos países.