IDEAS PARA EL FINAL DE LA GUERRA
Luis Bouza-Brey, 21-5-99
Podría parecer una ambición
pretenciosa por mi parte pontificar sobre la difícil cuestión de cómo acabar la
guerra, sin contar para ello con la información necesariamente oculta de todos
los protagonistas de la negociación diplomática y la estrategia militar.
Pero lo único que intento con este
artículo es construir un modelo mínimamente coherente ---en la medida de lo
posible--- del conjunto de objetivos de largo y corto alcance a realizar, así
como de los cursos de acción alternativos que se nos presentan como opciones a
los europeos, en función de dichos objetivos.
En un artículo reciente de Daniel
Goldhagen, "Alemania ayer, serbia hoy",
publicado en castellano en "El Mundo" del 2-5-99, su autor proponía
una analogía entre la situación de la federación yugoslava actual y la Alemania
nazi, extrayendo de esta analogía conclusiones relevantes para definir una
política de finalización de la guerra en Kosovo y la Federación yugoslava.
Sin que la discusión acerca de esta
analogía constituya para mí el propósito de este artículo, creo que sería más
acertada otra diferente, entre la Yugoslavia serbia actual y la España
franquista después del final de la Segunda Guerra Mundial. Es esta una idea que
solamente apuntaré aquí, sin desarrollarla, pero que me lleva a apreciar la
situación de una manera distinta a la de Goldhagen. Existen diferencias
radicales entre un Hitler megalómano y mitómano, potente, agresivo y expansivo,
que consiguió infundir en el pueblo alemán sus delirios de grandeza; y un
Milósevic reactivo, resistente, manipulador y astuto, frio y despiadado, frente
al cual, hasta hace poco, habían comenzado a crecer las fuerzas de la oposición
y la resistencia políticas del pueblo serbio.
Por otra parte, la analogía del
"palo y la zanahoria" como esquema interpretativo y operativo sobre
el comportamiento político, puede resultar útil para interpretar la situación
yugoslava. No obstante, a partir de ahora utilizaré los términos de
"incentivos negativos" y "positivos" para definir las
políticas que se podrían aplicar a la situación.
Si a este esquema le añadimos la
conocida distinción de los teóricos de la "rational choice" entre
incentivos "selectivos" (intereses) y "colectivos" (valores
e ideologías), nos resulta un modelo teórico interesante para el análisis de
las situaciones.
INCENTIVOS DEL COMPORTAMIENTO
Pero esto son divagaciones teóricas.
¿Cuál es el objetivo predominante y de largo alcance de los europeos en la
guerra de los Balcanes?
Creo que la respuesta consiste en
construir Europa como foco de irradiación mundial de un orden político de paz,
progreso, estabilidad, democracia y desarrollo humano. Acabar con la tiranía y
las fuerzas destructivas latentes en las sociedades. Frenar la tendencia a la
balcanización emergente de la crisis del Estado y las fuerzas de la
globalización.
Para conseguir estos objetivos es
imprescindible terminar de una vez con la "balcanización" de los
Balcanes ---permítanme el contrasentido---, restablecer los derechos de sus
pueblos oprimidos, y eludir la desestabilización mundial y el bloqueo de la
construcción política europea que la situación de los Balcanes engendra en
estos momentos. Balcanes que no están en el sureste de Europa ---como se dice
en los EEUU---, sino en su centro. Y esto va dirigido a los rusos, es decir, a
la Europa oriental. Ellos deben ser conscientes de que la estabilidad de Europa
y el crecimiento de la Unión Europea son un aspecto de su proceso de
desarrollo.
Pues bien, los incentivos negativos
aplicados por la OTAN sobre el régimen serbio han frenado por primera vez en
muchos años la política aberrante de desintegración, etnonacionalismo y
limpieza étnica en los Balcanes, puesta en marcha por Milosevic, serbios,
eslovenos, croatas, serbobosnios y macedonios. Pero el reconocimiento
internacional de la independencia de Eslovenia, Croacia, Bosnia y Macedonia,
así como la apertura de hostilidades bélicas por la Otan ante el fracaso de
Rambouillet, han fomentado el nacionalismo serbio, estimulando la resistencia
del pueblo serbio frente a lo que consideran una política internacional injusta
de destrucción del Estado yugoslavo.
Por ello, la alianza atlántica
debería marcarse como objetivo inmediato realista el frenar la limpieza étnica,
restablecer al pueblo albanokosovar en sus derechos mediante la fuerza y
abortar el proceso de desintegración de los Balcanes, deteniendo el
independentismo en Kosovo y Montenegro. Esto ---si se hace al completo---
frenará el nacionalismo serbio.
Pero además de ello es preciso
inyectar incentivos colectivos y selectivos positivos al conjunto de los
Balcanes, proporcionándoles un modelo de integración multiétnica y democrática,
en el marco de la Unión Europea, como objetivo a largo plazo, así como poner en
marcha un proceso de reconstrucción económica y social, para ayudar a toda la
zona a restablecerse de la destrucción económica, social, polìtica y moral de
esta larga guerra de diez años.
Ahora bien, de este nuevo "Plan
Marshall" para los Balcanes solamente deberían beneficirse aquellos países
cuyos sistemas políticos sean verdaderamente democráticos, es decir, que
respeten a las minorías y a la disidencia pacífica basada en la libertad y en
la búsqueda del voto popular. Aquellos que no encajen en este modelo deberían
quedar aislados.
De este modo, el pueblo serbio se
daría cuenta de que no tiene futuro si continúa apoyando a Milosevic y el etnonacionalismo,
y ello contribuiría a desbloquear por su propio impulso la situación de la
República federada de Yugoslavia.
Con Croacia y Bosnia-Herzegovina
debería mantenerse la misma posición de firmeza en la defensa de las minorías
que con Serbia, y con Montenegro deberían establecerse acuerdos especiales de
ayuda mientras la situación en el conjunto de Yugoslavia no cambie.
En el marco de este conjunto de
objetivos globales y de largo alcance, el fin inmediato de la guerra debería
centrarse en el objetivo prioritario de liberar Kosovo del ejército y
paramilitares serbios, mediante la ocupación del territorio por tropas
internacionales desde el comienzo de la retirada, sin dejar un vacío militar
muy peligroso que podría estimular el aventurerismo de cualquier grupo armado.
De manera que la resolución de la ONU que sancione el fin de la guerra debería
establecer simultáneamente la interrupción de las acciones militares, la
retirada del ejército serbio y la entrada en territorio de Kosovo de tropas de
las Naciones Unidas como avanzadilla del conjunto de fuerzas internacionales
que las habrían de seguir.
O quizá podría pensarse en una
tregua temporal previa a la decisión del Consejo de Seguridad, que permitiera
la retirada del ejército serbio, si ésta fuera acompañada simultáneamente por
la entrada de tropas de las Naciones Unidas.
Si esta política tuviera éxito,
quizá en el plazo de unos diez años se hubiera superado la
"balcanización" de los Balcanes y los países de la ex Yugoslavia
pudieran integrarse en la Unión Europea definitivamente.