NUEVAS REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA EN
ASIA
Luis Bouza-Brey, 28-10-01.
Quizá constituya una osadía por mi
parte opinar careciendo de la información con que cuentan los protagonistas de
las actuaciones frente a la crisis mundial en Afganistán. Y por ello, es
posible que las hipótesis carezcan de algún elemento relevante para evaluar la
situación. Pero, no obstante, quisiera reflejar la preocupación que creo que
nos invade a muchos frente a la lentitud del proceso de derrota del régimen
talibán en Afganistán.
Existe un imperativo prioritario,
en la guerra de Afganistán, que es el tiempo: llega el invierno y millones de
afganos pueden morir. Llega el invierno y la capacidad de ataque y penetración
del territorio disminuirá. Llega el invierno y la guerra se transformará en
larga, aumentando la moral del régimen talibán y la movilización del integrismo
islámico en todo el mundo. Por todo ello, resulta urgentísimo entrar de una vez
en Afganistán y acabar con el régimen fundamentalista. Pero parece haber frenos
a la operación, derivados de los condicionantes que impone Pakistán y de la
dificultad de configurar una alianza amplia en el interior de Afganistán.
¿Cómo conciliar el gran imperativo
del apremio temporal con la lentitud que parece imponer Pakistán, en su
necesidad de permitir una maduración de las fuerzas próximas y garantizarse un
gobierno amigo después de la guerra?
La única solución que parece
factible es apoyarse en la única fuerza aparentemente capaz de derribar al
régimen talibán ocupando el territorio, que es la Alianza del Norte, pero
hacerlo con las suficientes garantías como para impedir que la situación se
descontrole o desequilibre en contra de Afganistán. Por ello, la solución tiene
que buscarse, en el ámbito militar, con una entrada conjunta de la Alianza del
Norte y las tropas de la coalición internacional en el territorio afgano. Y con
el compromiso de desmilitarización y entrega del control a las Naciones Unidas
inmediatamente después de la caída del régimen fundamentalista.
Y en el ámbito político, diseñando
un gobierno de amplia coalición, presidido por el Rey —un pashtún...
Pregunta ingenua a Pakistán, ¿no hay pashtunes que no
sean talibán?--- e integrado por todas las etnias y tribus, con el compromiso
de convocar la Asamblea tradicional e iniciar una etapa de transición y
reconstrucción del país con el apoyo político y económico internacional a
través de las Naciones Unidas. ---Otra pregunta ingenua, ¿no les parece que
para esta reconstrucción sí que podrían ser muy útiles los petrodólares del
golfo?—. Desde el punto de vista político, lo más apremiante es garantizarle a
Pakistán que no va a quedar emparedado entre la India y un posible gobierno
hostil en Afganistán, pero también hay que exigirle que no intente imponer con
perspectiva inmediatista sus propios intereses, desviando todo el proceso
aparentemente a su favor. Pues las consecuencias de ello pueden ser muy
desestabilizadoras en el medio plazo.
En síntesis, a Pakistán hay que
garantizarle la neutralidad, pero sin ceder a un posible enfoque interesado y
de corto alcance que demoraría la victoria sobre el fundamentalismo talibán y,
por tanto, sería profundamente desestabilizador e incluso podría provocar una
derrota o una victoria mucho más lenta y costosa.