SIRIA COMO OBJETIVO
Editorial de “La Vanguardia” del 28/02/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
EL régimen
baasista sirio, primo hermano del que fue derrocado en Iraq por Estados Unidos
hace ahora casi dos años, está ganando puntos para convertirse en el primero de
la lista negra. Ayer, el viceministro de Defensa israelí, Zeev Boim, declaró que
Israel no descarta un ataque contra Siria, a la que responsabiliza del atentado
suicida perpetrado el pasado viernes por la Yihad Islámica en Tel Aviv, en el
que murieron cuatro israelíes. Hace dos años, como castigo por el apoyo que el
régimen de Damasco prestaría a determinadas organizaciones terroristas, Israel
bombardeó un campamento palestino de entrenamiento militar situado en territorio
sirio.
Sobre Siria planea la tormenta. Israel, que en 1967 ocupó los altos del Golán,
posteriormente anexionado ilegalmente, acusa al régimen de Damasco de dar cobijo
a organizaciones terroristas. Estados Unidos presiona a Siria para que retire de
Líbano los 14.000 soldados que tiene desplegados desde 1976, un año después de
que estallara una sangrienta guerra civil, y que debería haber repatriado desde
los acuerdos de Taif, firmados en 1989, que pusieron fin al conflicto libanés. Y
las investigaciones sobre el asesinato el pasado día 14 del ex primer ministro
libanés Rafiq Al Hariri, contrario a la presencia militar siria, parecen apuntar
hacia Damasco.
Todas estas presiones cruzadas, como si fueran una tenaza, subrayan que Siria ya
no es lo que era en Oriente Medio. Francia, sin ir más lejos, también se ha
sumado a las presiones para que Damasco se retire de Líbano y ha copatrocinado
la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU que pide que las tropas
regresen a casa o, si no es así, deberá hacer frente a sanciones
internacionales. Hace tres decenios, Henry Kissinger, entonces secretario de
Estado, podía decir que sin Egipto no era posible la guerra de los árabes contra
Israel, pero también afirmaba que sin Siria era imposible la paz. Ahora, el mapa
de Oriente Medio después de Saddam Hussein no hace de Siria, enemigo
irreconciliable de Israel, un país clave, sino un país neutralizado.
Siria está rodeada por Israel, su enemigo; por Turquía, república que tiene un
pacto estratégico con Israel desde 1996; por Jordania, un reino que ha firmado
la paz con Israel y que es aliado de Estados Unidos, y también por Iraq, donde
ahora están operativos unos 150.000 soldados estadounidenses. Las relaciones
entre los baasismos sirio e iraquí no fueron nunca fáciles, más bien al
contrario. Pero el régimen de Saddam Hussein era, después de todo, uno de los
suyos. Ayer, coincidiendo con las presiones cruzadas a las que está siendo
sometido, Damasco, en un aparente gesto de buena voluntad, entregó a las nuevas
autoridades iraquíes a un medio hermano de Saddam que había huido a suelo sirio.
El primer ministro israelí, Ariel Sharon, utiliza el atentado de Tel Aviv, el
primero desde el anuncio del nuevo Gobierno palestino, para presionar a Abu
Mazen para que intensifique su control sobre los extremistas. Entra dentro de la
lógica del conflicto. Pero las amenazas israelíes sobre Siria también muestran
que el entusiasmo de los partidarios del cambio de régimen en Oriente Medio no
se ha agotado en Iraq.