EL SUEÑO IMPOSIBLE DE EEUU
PRIMER PLANO / LA RUTA HACIA EL PETROLEO
Artículo de George Monbiot en "El Mundo" del 24 de octubre de 2001
Con un muy breve comentario al final
Luis Bouza-Brey
« ¿Es que acaso hay aquí
alguien que no sepa que el germen de toda guerra en el mundo de hoy es la
rivalidad industrial y comercial?», preguntó Woodrow
Wilson al término de la I Guerra Mundial. En 1919, en un momento en el que los
estadounidenses veían cómo una arruinada Europa pugnaba por sacar algo
aprovechable de sus propias ruinas, la respuesta habría sido un no. Ahora bien,
las lecciones de las guerras nunca duran mucho tiempo.
La invasión de
Afganistán es, no cabe duda, una campaña contra el terrorismo, pero quizá se
trate también de una tardía aventura colonial. Afganistán posee reservas de
petróleo y gas, pero no suficientes como para que el país alcance la categoría
de importante preocupación estratégica. Sus vecinos más al norte, por el
contrario, albergan reservas que podrían resultar vitales para el futuro
abastecimiento mundial.
En 1998, Dick Cheney, que ahora es
vicepresidente de EEUU pero que entonces era el máximo ejecutivo de una
importante empresa petrolera, destacó lo siguiente: «No me viene a la cabeza
ningún otro momento en el que hayamos asistido a la aparición, así, de pronto,
de una zona tan importante, desde el punto de vista estratégico, como el mar
Caspio».
Sin embargo,
el petróleo y el gas allí existentes no valen ni un
duro si no se los saca de allí. La única ruta que tiene sentido, tanto desde el
punto de vista político como del económico, es la que pasa por Afganistán. Un
sistema de oleoductos a través de Afganistán permitiría a EEUU tanto alcanzar
su objetivo de «diversificar los suministros energéticos» como conseguir su
penetración en los mercados más lucrativos del mundo.
En Europa se
registra un incremento del consumo de petróleo muy lento y, además, la
competencia es feroz. En el sur de Asia, por el contrario, la demanda crece de
manera espectacular y escasean los competidores. Bombear petróleo hacia el sur,
para venderlo en Pakistán y la India proporciona muchos más beneficios que
bombearlo hacia el oeste para venderlo en Europa.
Tal y como el
autor Ahmed Rashid ha demostrado con documentos, la
empresa petrolera de EEUU, Unocal, empezó a negociar
en 1995 la construcción de oleoductos y gasoductos desde Turkmenistán para, a
través de Afganistán, alcanzar los puertos paquistaníes en el mar de Omán. El
plan exigía la existencia de un único gobierno en Afganistán, que garantizaría
el tránsito seguro de las mercancías.
Poco después
de que los talibán tomaran Kabul, en septiembre de 1996, el Daily
Telegraph informaba de que «los expertos del sector
del petróleo afirman que el sueño de conseguir un oleoducto a través de
Afganistán es la razón fundamental por la que Pakistán, un firme aliado
político de EEUU, ha apoyado tan decididamente a los talibán y la razón,
asimismo, de que haya consentido tácitamente la conquista de Afganistán».
Durante el
primer año de gobierno de los talibán, la política de EEUU hacia el régimen
parece haber estado condicionada principalmente a los intereses de Unocal. En 1997, un diplomático estadounidense declaró a Rashid que «los talibán van a experimentar probablemente un
desarrollo como el que tuvieron los saudíes. Habrá unos oleoductos de Aramco, el antiguo consorcio petrolero de EEUU en Arabia
Saudí, un emir, ni hablar de Parlamento y sharía, la
legislación musulmana, a tope. Podremos soportarlo».
La política
estadounidense sólo empezó a cambiar cuando los movimientos feministas y
ecologistas emprendieron campañas tanto contra los planes de la empresa Unocal como contra el apoyo mal disimulado del Gobierno a
Kabul.
Aún así, tal y
como demuestran las actas de una audiencia del Congreso que ahora circulan
entre los opositores a la guerra, Unocal no fue capaz
de entender el mensaje. En febrero de 1998, John Maresca,
su jefe de relaciones internacionales, declaró ante los congresistas que el
crecimiento de la demanda de energía en Asia y las sanciones contra Irán
llevaban a concluir que Afganistán seguía siendo «la única ruta alternativa
posible» para el petróleo del mar Caspio. La empresa, en unos momentos en los
que el Gobierno afgano ya había obtenido el reconocimiento de la diplomacia y
la banca extranjeras, mantenía todavía la esperanza de construir un oleoducto
de 1.600 kilómetros por el que pasaría un millón diario de barriles.
Hubo que
esperar a diciembre de 1998, cuatro meses después de los atentados con bombas
contra embajadas de EEUU en el Africa oriental, para
que Unocal renunciara a sus planes.
Sin embargo,
la importancia estratégica de Afganistán no ha cambiado. En septiembre, poco
antes del ataque terrorista, el organismo estadounidense de información sobre
cuestiones energéticas daba cuenta de que «la importancia de Afganistán desde
el punto de vista de la energía resulta de su localización geográfica como
posible ruta de paso de los sistemas de conducción de las exportaciones de
petróleo y gas natural desde Asia central hasta el mar de Omán. Esta
circunstancia no excluye la posible construcción de sistemas de conducción de
exportaciones de petróleo y gas natural a través de Afganistán». Dado que el
Gobierno de EEUU está dominado por ex directivos del sector petrolero, sería
estúpido creer que esos planes no figuran ya entre sus concepciones
estratégicas.
La política
exterior estadounidense está gobernada por la doctrina de la «preponderancia en
todos los ámbitos», lo que quiere decir que EEUU debería controlar la evolución
de los asuntos militares, económicos y políticos en todo el mundo.
Si EEUU
lograra echar a los talibán del poder y sustituirlos por un gobierno prooccidental y si consiguiera ligar las economías de Asia
central a la de su aliado Pakistán, no sólo habría aplastado al terrorismo sino
también las ambiciones de Rusia y China. Como siempre, Afganistán es la clave
para que los occidentales dominen Asia.
Yo no creo que
el Gobierno de EEUU mienta cuando proclama su intención de acabar con el terrorismo
empleando el Ejército en Afganistán, por mal aconsejado que esté. Pero,
seríamos unos ingenuos si creyéramos que no está haciendo nada más.
George Monbiot es analista de The Guardian.
Muy breve comentario final
Luis Bouza-Brey
Este
artículo resulta útil como información complementaria para entender la
situación internacional. Ahora bien, la clave para interpretar la situación no
es la de los intereses más o menos inmediatos por el petróleo y la apertura de
vías comerciales estratégicas. La clave que le da sentido a la práctica actual
es la de la transformación de Afganistán en un nido de terrorismo internacional
fundamentalista y globalizado que intenta dos cosas:
a) destruir a nivel mundial a todo lo que le
huela a "infiel" y aliado del "Gran Satán".
b) Bloquear la posibilidad de modernización del
mundo islámico, retrotraerlo al Medievo y enfrentarlo al resto del Mundo.
O
eso se para o todo se viene abajo. Pero se viene abajo totalmente y a base de
epidemias, atentados y bombazos nucleares.
No
se debe ser ingenuo, pero tampoco resabiado. ¿O es que, según la clave
interpretativa aportada por el artículo, habría que pensar que Bin Laden y el régimen talibán
están luchando por construir ellos el oleoducto?
Son
dos cosmovisiones las que se enfrentan: el laicismo moderno, enfermo de
egoísmo, corrupción y prepotencia, y el integrismo-fundamentalismo
medieval, armado con tecnología postmoderna, petrodólares y fanatismo. ¿De qué
lado nos ponemos?