LA CAÍDA DE LA 'HIPERPOTENCIA'

 

 Artículo de Dominique Moïsi  en “El País” del 13.12.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

Escuchemos con atención lo que dicen en estos días israelíes y surcoreanos. Lo que dan a entender podría calificarse sin exageración de movimiento tectónico dentro del sistema internacional, es decir, de paso de un mundo unipolar a otro multipolar. Los israelíes están descubriendo Europa. Perciben intuitivamente que ya no pueden confiar únicamente en las absolutas garantías de seguridad que representa Estados Unidos con su combinación de apoyo activo y pasivo. La guerra en el Líbano, tan frustrante para Israel, ha acelerado este cambio sutil. Ahora Europa y sus diversos contingentes están teniendo un papel destacado en la recuperación de la normalidad en la zona.

 

Evidentemente, Estados Unidos sigue siendo el seguro de vida de Israel, pero los diplomáticos israelíes, cuando no la propia sociedad del país, están empezando a considerar que el proceso de ampliación y diversificación de las alianzas diplomáticas es igualmente crucial. Antes el Cuarteto (EE UU, Rusia, la Unión Europea y la ONU) se veía como "uno más tres", pero ya no es así. Europa y Rusia ya no se consideran a sí mismos actores de segunda fila, porque EE UU, por no hablar de Israel, los necesita.

En cuanto a los surcoreanos, cuentan con China para enfrentarse a la crisis nuclear con Corea del Norte. Ellos también ven el mundo a través de un prisma que sigue mostrando a EE UU como algo esencial, pero ya no determinante. Hace poco, un alto funcionario surcoreano clasificó por orden de importancia los países más relevantes para la crisis nuclear con Corea del Norte. China encabezaba la lista, seguida de EE UU, Rusia, Japón y Corea del Sur, pero Europa no figuraba.

Éstos son sólo algunos de los muchos indicios que se observan. También se podría mencionar la cumbre chino-africana celebrada en Pekín o el fortalecimiento de las relaciones entre Venezuela e Irán. Todos esos procesos apuntan sutilmente la existencia de una importante tendencia que podría sintetizarse en una frase: el momento unipolar de EE UU, iniciado en 1991 cuando se produjo el derrumbamiento del imperio soviético, ha llegado a su fin.

Por supuesto, no debemos enterrar tan pronto a EE UU, que es mucho más flexible de lo que sus críticos creen. Cuenta con una capacidad de recuperación única y controla recursos militares, intelectuales, económicos e incluso políticos sin parangón. La derrota republicana en las elecciones legislativas parciales del mes pasado indica que los estadounidenses han querido penalizar a sus dirigentes por sus defectos estratégicos y éticos, y que lo han hecho con energía.

No obstante, esa flexibilidad no debería ocultar una evolución más profunda. EE UU ya no está solo, aunque aún está lejos de ser una potencia normal, ya no es posible calificarlo, si es que alguna vez lo fue, de hiperpotencia, utilizando el término acuñado por el ex ministro de Asuntos Exteriores francés Hubert Vedrine.

La involuntaria "pasividad" de EE UU en la época de Clinton y las erróneas directrices de los años de Bush coincidieron con el ascenso de China y la India, y también con la renovada influencia internacional de Rusia, consecuencia del alza en los precios del crudo. Estos procesos fueron reintroduciendo, de forma lenta e imperfecta, un sistema multipolar desequilibrado. Puede que el mundo en el que vivimos avance hacia la multipolaridad deseada por el presidente francés, Jacques Chirac, pero no necesariamente de manera eficaz y estable.

Dos razones pueden explicar que, en contra de la visión gaullista tradicional, la multipolaridad no esté generando estabilidad sino caos. En primer lugar, los principales actores emergentes -China, Rusia y la India- no están dispuestos, deseosos y ni siquiera son capaces de desempeñar funciones estabilizadoras en el ámbito internacional. O bien contemplan el mundo con demasiado cinismo o poquedad, o bien tienen otras prioridades, o las dos cosas a la vez. Probablemente observan con placer apenas disimulado las dificultades que atraviesa en la actualidad Estados Unidos en Irak y otros lugares, pero en modo alguno sienten que tengan una responsabilidad compensadora en la estabilidad mundial. El bien común no es santo de su devoción. Su orgullo y su interés nacionales tienen demasiadas cosas pendientes como para que ellos puedan preocuparse de los demás.

En segundo lugar, la Unión Europea es el único aliado natural de Estados Unidos desde el punto de vista de los valores. Si desempeña su papel positivamente, la UE es la fuerza que puede conseguir que funcione el multilateralismo. Pero si parece más preocupada por descubrir de qué manera puede evadir mejor las responsabilidades que le pueden caer encima a consecuencia del nuevo y forzoso recato de EE UU, la multipolaridad, en lugar de crear una mayor estabilidad, generará -por defecto, no deliberadamente- un mundo más caótico.

Si Europa quiere demostrar que puede incidir en este momento post-unipolar estadounidense, tiene una oportunidad única, que comienza ahora mismo en Oriente Próximo. Nos estamos acercando al mundo que Europa reivindicaba, que puede malograrse estrepitosamente sin la UE o mejorar sus contornos gracias a ella.

Hasta cierto punto, el fin del mundo unipolar podría ser realmente la "hora de Europa". Pero eso sólo ocurrirá si la UE recupera su confianza y asume un papel positivo junto a Estados Unidos, no contra este país.