PERIODISTAS OCCIDENTALES Y ÁRABES COINCIDEN EN DESTACAR EL GRAVE PELIGRO DE LA INDIFERENCIA EUROPEA CONTRA LA OFENSIVA DEL “FASCISMO ISLÁMICO”

16/08/06 • 03:37 GMT • Javier Monjas – Madrid, en “El Nuevo Digital

 

 

 

Nada menos que el director de la cadena internacional de televisión Al-Arabiya se ha alineado con Bush al calificar de “fascista” al islamismo tras el descubrimiento del nuevo complot terrorista a perpetrar con aviones de pasajeros. “Bush no dijo que los musulmanes fueran fascistas; dijo que los musulmanes fascistas eran el problema”, escribía Abd Al-Rahman Al-Rashed en el diario londinense Asharq Al-Awsat. En una sorprendente pirueta, son algunas destacadas personalidades musulmanas y árabes quienes con más fuerza están denunciando el creciente cáncer radical islámico en Occidente, un cáncer que, sin embargo, las sociedades occidentales se empeñan en ignorar y sus propios líderes en minimizar o disculpar, si no en despreciar, como se denunciaba en un reciente y contundente artículo de opinión en el Times de Londres, donde la columnista Mary Ann Sieghart se admiraba de cómo periodistas, musulmanes en general e "incluso nuestros líderes" se unen para "rechazar enfrentarse a la verdad".

 

Sieghart desenmascaraba lo que ella ve como una coartada colaboracionista con el terrorismo islámico cuando los líderes de opinión occidentales denuncian el “clima de miedo” que la permanente tensión con las comunidades musulmanas estaría provocando en Occidente. En este sentido recuerda que el periodista Sir Simon Jenkins, uno de los columnistas de referencia en el Reino Unido (aunque con graves lagunas en su conocimiento de una realidad española que valora de vez en cuando), publicaba un artículo titulado “Nada hay que temer salvo el miedo en sí mismo” exactamente el mismo día en que se producían los atentados de Madrid que causaron la muerte a casi dos centenares de personas y heridas a otras 1.700.

Desde medios conservadores estadounidenses se admite sin reservas que Occidente no sólo se enfrenta a una nueva oleada “fascista”, ahora bajo las verdes banderas del islam, sino que el expansionismo violento islámico va mucho más allá del fascismo de Mussolini para acercarse a un régimen nazi donde Hitler compartía con los nuevos yihadistas no sólo la violencia sino el racismo y la voluntad de exterminio de quienes ven como enemigos.

Expertos internacionales, musulmanes ellos mismos, ya advierten no sólo sobre “la nueva amenaza para Europa” condensada en torno a la “generación de la yihad” sino sobre la predicción de que esta amenaza no hará sino crecer en el futuro puesto que cada vez más jóvenes y cada vez más radicalizados se unen para convertirse en “los soldados de a pie” de la guerra santa en el mismo corazón de las tierras de infieles.

Por el contrario, otros expertos relacionan directamente esta radicalización con la virulenta situación internacional en el Próximo y Medio Oriente, y hasta los líderes musulmanes británicos se permitían exigir un cambio de política exterior en el Reino Unido como forma de dejar sin argumentos a los terroristas y a quienes les apoyan, una proporción altamente significativa entre la comunidad islámica del propio Reino Unido.

En España, la izquierda relacionó los atentados del 11 de marzo de Madrid con la posición que el entonces aún presidente del gobierno español, José María Aznar, mantuvo en su alineamiento con Estados Unidos en la Guerra de Irak. Sin embargo, y a pesar de que las tropas españolas ya hace mucho que fueron retiradas de suelo iraquí, se han continuado descubriendo planes terroristas con cierta regularidad.

Sectores de opinión próximos a la izquierda ganadora en las traumáticas elecciones celebradas prácticamente horas después de los atentados intentan ahora separar la posición de los gobiernos en sus políticas internacionales respecto a la incesante actividad terrorista llevada a cabo por ciudadanos musulmanes contra sus propios países de acogida o de nacimiento.

Según afirmaba el sábado pasado el diario español El País valorando el fiasco de alguna operación antiterrorista británica anterior, “pretender explicar, como ayer algunos, los preparativos de un grupo de psicópatas como consecuencia final de la política exterior británica, hay un abismo alarmante”. Esta separación radical entre las posiciones en política exterior de un gobierno democrático y la constante actividad terrorista es ahora claramente puesta de manifiesto aunque, en el caso de los atentados de España, se veía en un entorno de indudada relación de causa-efecto.

En el mismo Times donde Sieghart venía a decir que lo más alarmante es, precisamente, la falta de alarma entre los gobernantes occidentales, Michael Portillo, periodista y político de referencia en varios gobiernos conservadores en la década de los noventa, denunciaba cómo la división política en el Reino Unido convierte al país en “un tentador objetivo terrorista” mientras, en defensa de la actitud mantenida por sus rivales laboristas ahora en el gobierno, calificaba de “posiblemente ciertas pero irrelevantes” las relaciones entre las políticas exteriores de países como Estados Unidos, Reino Unido o España a la hora de que los terroristas islámicos los escogieran como objetivo a golpear.

En un doloroso pero también contundente signo de cómo los radicales islámicos no tienen en cuenta en absoluto las distintas posiciones de los occidentales respecto a los problemas de su región, un árabe acuchillaba hasta la muerte en Jerusalén a un voluntario pacifista italiano que se encontraba precisamente en la zona para colaborar en un campo de ayuda para los palestinos, en un crimen que la policía considera relacionado directamente con la situación política en la zona.

“Creía en lo que hacía y siempre estaba dispuesto a ayudar a los otros”, decía un amigo del pacifista asesinado. Nada de eso pareció importar a su asesino. De hecho, organizaciones palestinas se unían para condenar el crimen pero lo relacionaban abiertamente, en una aparente disculpa, con “las masacres de civiles palestinos y libaneses, especialmente niños” durante la reciente ofensiva israelí sobre el sur del Líbano.