LA ALERTA EUROPEA

 

 Artículo de CARLOS NADAL   en “La Vanguardia” del 25/12/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Antes de los atentados del 11-S en Estados Unidos o del 11-M en España el terrorismo islamista había dado ya muestras de su capacidad de agresión. En Kenia, Tanzania, Indonesia, Arabia Saudí, Turquía, Marruecos.

Son hechos que han removido, alterado muchos conceptos que se daban por inmutables. Todo es ahora muy distinto de cuando duró la inercia de los parámetros de la alianza occidental que habían sido válidos en los años de la guerra fría. Ahora son objeto de revisión.

Esto concierne con especial apremio al atlantismo, a los fundamentos de la convergencia geoestratégica básica que existió entre Estados Unidos y sus aliados de Europa. La conmoción general por la tragedia del 11-S permitía auspiciar que esta convergencia se aplicaría de la manera apropiada. Efectivamente hubo un movimiento general de solidaridad con el gran aliado americano. Y parecía que, en consecuencia, la Alianza Atlántica iba a servir de base para combatir de manera multilateral y con alcance de globalidad al terrorismo que precisamente con alarmante ubicuidad buscaba y alcanzaba sus objetivos. En consecuencia, la ofensiva militar contra Afganistán, base operativa de la organización Al Qaeda y de su líder, Bin Laden, obtuvo el respaldo y cooperación de los aliados de la OTAN.

Que después Bush y su Gobierno desviaran intempestivamente su fuerza militar hacia Iraq abrió una honda fisura entre Estados Unidos y algunos de sus principales aliados europeos y de varios de éstos entre sí. Fueron los tiempos malhadados en que la cumbre de las Azores tenía toda la apariencia de un desafío a la Francia de Chirac y a la Alemania de Schröder. Y cuando Rumsfeld pronunció la desafortunada frase en que distinguía entre una "vieja Europa", que había perdido el tren de la historia y la "nueva" que marchaba adecuadamente a tenor de los tiempos.

Las elecciones del 14-M del 2004 produjeron el sonado cambio de alineación de España, cuando ya la guerra de Iraq se había convertido en el error del cual ahora incluso secto-res neoconservadores norteamericanos hacen responsable a un Rumsfeld que Bush se empeña, por ahora, en mantener en la secretaría de Defensa. El presidente fue sobradamente reelegido por los electores norteamericanos, ciertamente. Pero entrará en el nuevo año con el angustioso encharcamiento de sus tropas en un Iraq al que se pretende llevar a consulta electoral en medio de crecientes convulsiones de violencia.

La grave equivocación de Bush y su equipo de Gobierno fue atacar a Iraq en vez de centrar todo el esfuerzo en la empresa de crear una amplia concertación internacional contra el terrorismo islamista, comenzando por los aliados de la OTAN y contando con otros varios estados, entre los cuales podían incluirse varios del mundo árabe e islámico. En vez de una ambiciosa búsqueda multilateral de acciones policiacas, judiciales, políticas, y militares, éstas sólo en el caso de que fueran absolutamente inevitables,Washington prefirió actuar por cuenta propia en una empresa que el equipo gobernante tenía por lo visto ya en la cartera de sus planes geoestratégicos.

El resultado ha sido decepcionante. Pero precisamente al agravar la situación de extrema amenaza terrorista, la guerra de Iraq ocasiona que la Europa aliada y otros muchos países sientan la urgencia de emprender actuaciones conjuntas de seguridad. Por esto, lo mucho que ha dado que hablar -a veces con maliciosa delectación- el desentendimiento de los gobiernos de Bush y Zapatero no ha impedido que John Ashcroft, fiscal general de Estados Unidos, fuera el día 17 a Madrid para firmar un acuerdo de cooperación bilateral contra el terrorismo. A la hora de la verdad, el 11-S y el 11-M reclaman la misma atención.

De ahí que tengan especial interés algunos hechos que tejen su red por debajo de los tan aireados episodios de encono y enfado. En este sentido se suele pasar muy por encima cómo la Unión Europea trabaja para actualizar organismos comunes contra el terrorismo como son el centro Conjunto de Situación (Sitcen) y el Grupo Antiterrorista Existente -en inglés, Counter Terrorist Group (CTG)-.

La aportación más significativa en este sentido es el informe que Javier Solana, alto representante para la Política Exterior y de Seguridad de la Unión Europea, presentó en la cumbre de Salónica. En él destacan algunos puntos reveladores de la sombra que proyectan sobre Europa, y por encima de las diferencias, tanto el 11-S como el 11-M.

Según el informe, la UE no puede ignorar la responsabilidad que le incumbe como "potencia de envergadura mundial" ASTROMUJOFF ante la posible utilización de armas de destrucción masiva, ligada a las amenazas del terrorismo, la existencia de estados en descomposición y de países "situados al margen de la sociedad internacional". Algo que va más allá de las acciones militares humanitarias, de gestión de crisis o interposición y mantenimiento de la paz.

Cuando el documento habla de que "con la nuevas amenazas la primera línea de defensa estará a menudo en el extranjero" y "debemos actuar antes de que se produzca la crisis" mediante "acciones" o "compromisos" "preventivos" se nos alertan los sentidos. Creemos oír palabras escuchadas ya de otras bocas. ¿Estamos ante un reajuste de duro realismo, en el comienzo de una edad de hierro? En esta línea muy realista encaja la aseveración de que "la relación trasatlántica es insustitui-ble". Un realismo acompañado, esto sí, de aportaciones que en la otra orilla del Atlántico deberían ser atendidas a su vez. Se refieren a una gama variada y variable de recursos para la prevención que no son prioritariamente militares, aunque no los excluya. En primer lugar el ineludible ejercicio de la multilateralidad.Ytambién la condición obligada de atender prioritariamente a las lacras mundiales de la pobreza, el hambre, las enfermedades, la degradación medioambiental , las migraciones, la corrupción y el abuso de poder.

Por esto en este estilo "europeo" de responder a la gran alarma de nuestro tiempo cabe entender algo más que velados ajustes simétricos a los criterios con los cuales Estados Unidos quiso justificar la intervención norteamericana en Iraq. Para confiar en que sea así podemos atenernos a actuaciones como la iniciaen tiva de diez países europeos y del Magreb para crear un plan de seguridad en el Mediterráneo. El llamado 5+5, que reúne por una parte a España, Portugal, Francia, Malta e Italia y por otro a Marruecos, Mauritania, Argelia, Túnez y Libia.

En esta toma de responsabilidades por parte de la UE se suman asimismo la sustitución de las tropas de la SFOR por efectivos comunitarios en Bosnia, las gestiones francobritánicas en Irán para detener la obtención de armas nucleares y la gestión tanto del mismo Solana como de los presidentes de Polonia y Lituania en el conflicto electoral de Ucrania. Y, por qué no, a las sucesivas visitas de Zapatero, Chirac y Schröder a Putin en Moscú.

La UE, que a partir del 3 de octubre ha de negociar la integración en su seno de Turquía, habrá de disponerse a estar presente en un mundo que cada vez más requiere capacidad para una anticipación y una vigilancia que serán estériles o contraproducentes si no van acompañadas de hábil, flexible disponibilidad política y estricto rigor en el cumplimiento de la legalidad y la justicia.