PARA COMPRENDER LOS RESULTADOS ELECTORALES DEL 7J

Artículo de Olegario Ortega (*), Publicado en el Foro de Debate de Ágora Socialista. 16-6-09

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

Algunas reflexiones, no precisamente optimistas, para comprender los resultados de las elecciones europeas.

 

Esta ocasión invita a pensar, especialmente en España y en Italia, que los votantes de la derecha no castigan la corrupción con la misma severidad que lo hacen los de la izquierda. Los triunfos del Partido Popular en Madrid y Valencia, y el de Berlusconi en Italia, contrastan con los resultados de los laboristas ingleses, que se hunden tras los escándalos de la malversación de fondos públicos. Quizá la geografía de la Reforma versus la de la Contrarreforma tenga que ver con esa tolerancia variable. No obstante, señalar una sola clave resulta claramente insuficiente. Las realidades complejas exigen aproximaciones matizadas. El caso de España, por proximidad y pertenencia, seduce nuestra atención en mayor medida.

En efecto, los casos de Madrid y de Valencia y Murcia también permiten otros apuntes. En ambos casos encontramos un pasado de dominio importante de los socialistas seguido de un largo periodo de pérdida de liderazgo (hoy por hoy con apariencia de irrecuperable). En ambos casos aparece la debilidad del liderazgo local a causa de interferencias del aparato central del partido, bien por la promoción de líderes afines y obedientes, bien por mantener en esos ámbitos políticas no asumidas por los destinatarios. Las de abastecimiento de aguas y las de “normalización” lingüística aparecen en primer plano.

A esta debilidad de liderazgo local hay que sumar la del liderazgo central representado por Zapatero, que, al descrédito acumulado por su maridaje con los nacionalistas, impulsores de reescribir la Constitución subrepticiamente, avalando estatutos que conducen a un Estado inviable en su gobernabilidad (recuérdese la dimisión del ministro Sevilla), todo ello ayudado por una política antiterrorista que hasta su rectificación había sido disparatada en sus fines y de legislación confusa y torpemente explicada a lo que hay que añadir la intervención en esos feudos, hoy inalcanzables, a través de imponer listas encabezadas por candidatos de lealtad garantizada y con nombres de supuesto prestigio, pero poco arraigo. Se añade a lo anterior el lanzamiento de campañas de descrédito de los adversarios de más que dudosa efectividad.

Parecidas disfunciones se manifiestan en Cataluña; la deriva nacionalista del socialismo catalán ha osado mentir en las propias papeletas electorales. En efecto, los candidatos negociados por el PSC para la candidatura socialista española eran parte integrante de dicha lista. En esta relación, la distribución colocaba en cabeza a López Aguilar, a Maria Badía en cuarta posición y a Obiols en décima. Pues bien, según la apariencia de las papeletas utilizadas en Cataluña, la lista la componían López Aguilar seguido de Maria Badía, Obiols y los demás propuestos por el PSC (puro relleno sin posibilidad alguna), habiendo borrado a los demás componentes por el hecho de pertenecer al PSOE, que es quién se presentaba a estas elecciones, incluida la famosa “Maleni”. Mal deben estar las cosas cuando se recurre a la mentira, incluso institucionalmente.

Además, en Cataluña se ha registrado una abstención muy superior a la media del resto de España. La abstención hace daño a la democracia; los demócratas debemos preocuparnos seriamente por esta inhibición política. Los que creemos en la utilidad de un partido socialista fuerte aún debemos sentirnos más inquietos. En esta geografía el PSC juega muy sucio (y el PSOE lo avala aunque sea por omisión); procura distanciarse del PSOE tanto como puede, trae al Zapatero de turno para levantar los votos que él es incapaz de movilizar, se apropia de estos votos utilizándolos como propios de su granero, los esgrime para chantajear al propio PSOE en el Congreso de los Diputados y en las negociaciones de las relaciones Generalidad-Gobierno Central, hace tiempo que los utiliza en el Senado a su propio antojo, y encima traslada al PSOE sus fracasos electorales mediante mensajes llenos de insidia.

Estas apreciaciones son percibidas por el electorado socialista catalán, de manera intuitiva pero progresivamente con más nitidez. Las diferencias de resultados según las elecciones lo muestran con claridad (en elecciones autonómicas varios cientos de miles de votos menos que en las generales). Este desapego finamente administrado, sumado a una publicidad negativa y siniestra, centrada en un enemigo exterior y difuso, que siempre apunta al Partido Popular, demonizándolo, y en esta ocasión extendiéndolo al ámbito europeo y planetario, lo que posiblemente ha colmado el hastío de los votantes.

Es necesario reflexionar por qué la conducta del PSC se materializa en una campaña sucia y de descalificación del Partido Popular, lo que no es precisamente un hábito democrático, sino un tremendo error, porque en Cataluña, el adversario de los socialistas es CiU, la derecha nacionalista, a la que, sin embargo, la dirección del PSC insiste en emular, disputándole el espacio identitario en lugar de construir discurso y contenido político propios para reivindicar el espacio que se correspondería con el proyecto de una izquierda consecuente. El resultado de este comportamiento es que se debilita al PSC (de hecho, a largo plazo se sacrifica su continuidad), se expulsa al PSOE con presencia directa y se favorece un único espacio posible en Cataluña, el materializado por el llamado “PUC” (Partido Único de Cataluña).

Habrá que seguir insistiendo en la perversión del rol del PSC en la sociedad catalana, que trabaja incansablemente para ocupar y usurpar el liderazgo de las clases a las que dice representar, pero labora calladamente y sin pausa para traicionarlas, para que sigan ninguneadas y sometidas a las clases dominantes, responsables del discurso dominante excluyente. Y para mayor “mérito”, con la complicidad activa y pasiva de un PSOE, que cuando adquiera conciencia de esta teleología ya no le quedará oportunidad de rectificación. ¿Para esto se hizo la unificación socialista en Cataluña?

Pero es que al “debe” de Zapatero de estos fracasos de estrategia local hay que añadir el descrédito acumulado por la política económica frente a la crisis. En efecto, esta insolvencia comienza con las interferencias, propias o a través de Sebastián, sobre la dirección económica regida por Solbes. La ostentación sobre el “superávit”, el reparto indiscriminado de los 400 €, la irrogación de potencia creadora de empleo, la presunción de “potencia económica mundial”, el galleo de pertenencia al club de los grandes, han sido sustituidos por la dimisión de Solbes (hastiado de lidiar con la puerilidad) y por la traslación de las responsabilidades de la crisis a ámbitos ajenos.

Habría que añadir además a esta carencia de políticas propias en el ámbito económico el enroque defensivo tras el apoyo de los sindicatos y de los subsidios como principales sostenedores de la continuidad. No podemos, sin embargo, criticar estas acciones. Aunque haya un componente oportunista de supervivencia. Sería demasiado cruel dejar desamparados a los más frágiles frente a una crisis de la que ni son ni pueden ser responsables, aunque serán víctimas tempranas. La cuestión es que las políticas proteccionistas, si no se abordan otras de más calado, tendrán una duración escasa y una proyección de deuda prolongada.

Es momento de que la IZQUIERDA reconozca que su intervención en la dirección y la iniciativa en la economía es marginal. La creación de riqueza ha devenido exclusiva de la derecha, incluso de la gran derecha, ya que la concentración de poder en la producción, en la distribución y en la comercialización de bienes y servicios en pocas manos hace ingenua la convicción de que desde la política se pueden cambiar las cosas. Alcanzar presencia en las instituciones de control, estatales o supra-estatales no ha sido muy útil a la hora de prevenir o sancionar los desafueros del mundo financiero, de los paraísos fiscales, de la economía sumergida, del fraude en los sistemas de ahorro, de la locura retributiva, de los blindajes de las élites directivas, de la impunidad de los culpables.

Añádase a estas dificultades de la izquierda que los poderes fácticos, es decir, la derecha, mediatizan y controlan la posesión del conocimiento, la producción y difusión de la información, la generación de ideología y valores y la administración de la fuerza coercitiva. Se concluirá que nos movemos en pos de un imposible. Quizá sea el conocimiento intuitivo de esta imposibilidad de influencia efectiva sobre la economía real lo que explica la debacle de las izquierdas. Se hace patente que las izquierdas europeas carecen de proyecto y liderazgo creíbles, capaces de movilizar a sus electorados, lo que lleva ineludiblemente a altos niveles de abstención. El resurgir de partidos variopintos indicaría, además del descreimiento en los partidos de izquierda, intentos de canalizar la insatisfacción con el sistema, aunque también la presencia permanente de oportunistas del racismo y de la xenofobia.

A los gobiernos de derecha, la crisis no les ha pasado factura, los de Alemania, Francia, Italia etc. salen indemnes o crecen electoralmente. En general, las derechas, gobiernen o no, suben en votos y porcentajes, cerrando filas a pesar de que en sus políticas y sus partidos están los orígenes de la mayor crisis económica de la historia. Sin embargo, los votantes saben de su capacidad real para dirigir. En cambio, las izquierdas sufren descalabro y retroceden en la mayoría de países, salvo en España, donde el PSOE salva los muebles. A pesar de que en España la crisis es mucho mayor que en el resto de Europa, el Partido Popular sólo gana por la mínima. El magro resultado del PP se puede deber, además de a un liderazgo más que dudoso, a que se ha apresurado en mostrar la oreja recortadora de derechos laborales, fiando la superación de la crisis en el desamparo legal de los que tienen como único patrimonio su fuerza de trabajo, que es tanto como fiarla en que el Pisuerga pasa por Valladolid.

Así pues, si es que es posible (1) un papel protagonista de la IZQUIERDA en Europa, éste debe contemplar, además de una mayor diferenciación entre los conservadores y progresistas, propuestas claras en términos económicos, laborales, de defensa, de política exterior etc. Asimismo, ese proyecto debe pronunciarse sobre la composición y organización misma de una UE cuya viabilidad es nula si no se impide la presencia, o no se ponen trabas y condiciones a la asociación de países euroescépticos e incluso contrarios a la existencia de una Europa Unida.

También es preciso enfatizar que la construcción de Europa tiene que garantizar el laicismo religioso, étnico e identitario; que la construcción se hace desde los estados, sin atajos por “regiones” territoriales, de interés económico u otros inventos, y que la finalidad última tiene que ser una estructura quasi-estatal, con una sola voz en su diálogo con el mundo, garante de los derechos de todos sus ciudadanos, que los ejercen mediante representación democrática proporcional. Del mismo modo, las instituciones tienen que estar nombradas (y por tanto controladas) directamente por las urnas o por representantes surgidos directa y proporcionalmente de las urnas.

(*) Olegario Ortega Justicia es Vicepresidente de Ágora Socialista.

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(1) No puede obviarse que la participación de la IZQUIERDA en la construcción de una macro-institución destinada fatalmente a ser conservadora encierra una contradicción axiomática y conceptual. En efecto, una macro-institución compuesta de países y de ciudadanos ricos, muy ricos, en comparación con los lacerantes niveles de pobreza, tratará de seguir siendo rica, es decir, creando pobreza en otros lugares. Por ello estará siempre ejerciendo pautas defensivas y desconfiadas, teniendo que poner bridas, un día sí y otro también, a la xenofobia y al fascismo. Como consecuencia de esta contradicción de fondo se tratará de mantener el equívoco conceptual de que la riqueza puede extenderse y que puede alcanzar a todo el mundo. Desde estas líneas se sostiene la imposibilidad de realización de este postulado, y que este postulado perverso brinda un antídoto contra la mala conciencia y un anclaje efectivo para la reproducción y perpetuación de las prácticas generadoras de desigualdad entre los humanos.