EN SON DE PAZ 

 

 Artículo de Ramón Pérez-Maura en “ABC” del 27.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Si el Consejo de Seguridad de la ONU aprueba resoluciones que después se niega a aplicar, el propio Consejo se convierte en una amenaza para la seguridad global. Y eso es lo que está ocurriendo en el Líbano con la aplicación de la resolución 1.701. Ésta prevé desarmar a Hizbolá, pero Kofi Annan ya se apresuró el viernes a aclarar que el desarme del agresor de Israel no lo realizarán las tropas internacionales, sino el Ejército del Líbano. Una vez más, todo queda muy claro: los occidentales demostramos a los islamistas que no tenemos valor para plantarles cara. Vamos al Líbano a proteger a no se sabe quién, porque las normas de enfrentamiento dejan claro que el uso de la fuerza letal sólo será permitido en defensa propia. De ahí que Kofi Annan nos cuente que el desarme de la milicia deberá realizarlo el emasculado Ejército libanés. Para eso, se lo podía haber encargado a la policía municipal de Chiclana de la Frontera.

Lo que se está haciendo es consolidar la posición de Hizbolá sobre la comunidad chií libanesa. Hasán Nasralah ha empezado a repartir miles de dólares provenientes de Teherán para acallar las voces de descontento entre los suyos. Cada vez son más los que cuestionan la jefatura de corte estalinista que aplica a un partido cuya Shura (consejo ejecutivo) se reunió por última vez hace un lustro. Cuestionan el monopolio que mantiene Nasralah sobre el diálogo con Irán, lo que llevó a que cuando recibió la luz verde de Teherán para que provocara a Israel el mes pasado, los hechos se desencadenasen sin que Nasralah informara ni a los dos ministros de su partido que forman parte del Gobierno libanés de Fuad Siniora. El Líbano tiene hoy ante sí dos opciones. O intentar retomar el camino del desarrollo económico y la estabilidad política, bajo la bandera del «Proyecto para la Paz» que propugna Siniora, o el «Proyecto de Rebeldía» de Nasralah, que quiere hacer del Líbano la cabeza de puente de una «guerra de civilizaciones» entre el Islam, dirigido por Irán, y los infieles, comandados por Bush. En palabras del prestigioso analista libanés Nadim Shahadeh, «la elección está entre la playa y el búnker». ¿Puede alguien creer que la mayoría de los libaneses no prefiera la playa?

Con todo esto en juego, aparecemos una vez más los europeos procurando no molestar a nadie. ¿Cuántas veces habrá que repetir que lo importante no es sólo que tú no cedas ante tu enemigo, sino que tu enemigo no crea que estás cediendo? Chirac, Prodi y Zapatero pueden creer que ganamos posiciones acudiendo al Líbano en son de paz para no hacer cumplir la resolución del Consejo de Seguridad que trajo el alto el fuego. Porque lo cierto es que ante los ojos de nuestros soldados Hizbolá podrá rearmarse. Y las reglas de enfrentamiento no permiten hacer uso de la fuerza para impedirlo. Y, así, vamos construyendo la Alianza de Civilizaciones. Apoyando el búnker.