¿PUEDE OCCIDENTE DERROTAR A LOS ISLAMISTAS?

 

 

 Artículo de Daniel Pipes en “La Razón” del 07.01.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

A primera vista, su preponderancia militar hace parecer inevitable la victoria. Incluso si Teherán adquiere un arma nuclear, los islamistas no tienen nada parecido a la maquinaria militar que el Eje desplegó en la Segunda Guerra Mundial, ni tampoco a lo de la Unión Soviética durante la Guerra Fría. ¿Qué tienen los islamistas que sea comparable a las Wehrmacht o el Ejército Rojo? ¿Las SS o las Spetznaz? ¿La  Gestapo o el KGB? ¿O, a esos efectos, a Auschwitz o el gulag?

Aún así, más de un analista, entre los que me incluyo, se teme que no es tan simple. Los islamistas (defi nidos como personas que exigen vivir según la sharia, la sagrada ley del islam) podrían en la práctica acabar mejor que los totalitarios previos. Eso se debe a que, sin importar lo fuerte que sean las herramientas occidentales, su software contiene algunos fallos potencialmente fatales. Tres de ellos –el pacifi smo, el autoodio

y la complacencia– merecen atención.

Pacifi smo: entre los instruidos, ha echado raíces extensamente el convencimiento de que «no existe solución militar» a los problemas actuales, un mantra que se aplica a cada uno de los problemas de Oriente Medio –Líbano, Irak, Irán, Afganistán, los kurdos, el terrorismo, y el confl icto árabe israelí.

Pero este pragmático pacifismo  pasa por alto a propósito el hecho de que la historia moderna está repleta de soluciones militares. ¿Qué fueron las derrotas del Eje, Estados Unidos en Vietnam, o la Unión Soviética en Afganistán, sino soluciones militares?

Auto-odio: elementos significativos de diversos países occidentales –Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel en especial– sostienen que sus propios gobiernos son contenedores del mal, y ven el terrorismo como justo castigo por pecados pasados. Esta postura de «nos hemos encontrado, y somos nosotros» copa una respuesta eficaz con el apaciguamiento, incluyendo la disposición a abandonar tradiciones y logros. Osama Ben Laden agasaja mencionando su nombre a izquierdistas tales como Robert Fisk o William Blum. Los occidentales que se denigran a sí mismos poseen una importancia desproporcionada debido a su prominente papel como moldeadores de opinión en las universidades, los medios, las instituciones religiosas y las artes. Sirven como muyahidines auxiliares de los islamistas.

Complacencia: la ausencia de una maquinaria militar islamista intimidatoria imbuye a muchos occidentales, especialmente en la izquierda, de una sensación de falta de importancia. Mientras que la guerra convencional –con sus efectivos de uniforme, sus buques, tanques y aviones, y sus sangrientas batallas por el territorio y los recursos– es simple de captar, la guerra asimétrica contra el Islam radical es esquiva. Los cúteres y cinturones suicida dificultan percibir al enemigo como contrincante a la altura. Junto a John Kerry, demasiados desechan el terrorismo como una simple «molestia».

Sin embargo, los islamistas despliegan capacidades formidables, que van más allá del terrorismo a pequeña escala:

■ Acceso potencial a armamento de destrucción masiva que podría devastar la vida occidental.

■ Atractivo religioso que proporciona una resonancia más profunda y una mayor permanencia en el poder que las ideologías artifi ciales del fascismo y el comunismo.

■ Maquinaria institucional impresionantemente conceptualizada, financiada y organizada que genera con éxito, credibilidad, disposición y triunfo electoral.

■ Ideología capaz de atraer a musulmanes de todo tipo y condición, desde el Lumpenproletariat [marxista] hasta las capas altas de la sociedad, desde analfabetos hasta doctorados, desde equilibrados hasta psicópatas, desde yemeníes a canadienses. El movimiento prácticamente desafía la defi nición sociológica.

■ Un enfoque no-violento –lo que yo llamo «islamismo legal»– que busca la  islamización a través de medios educativos, políticos y religiosos, sin recurso a la ilegalidad o el terrorismo. El islamismo legal está demostrando ser exitoso en países de mayoría musulmana tales como Argelia y en los de minoría musulmana como Reino Unido.

■ Una cifra enorme de integrantes comprometidos. Si los islamistas constituyen del 10% al 15% de la población musulmana de todo el mundo, suponen alrededor de 125 hasta 200 millones de personas, un total muy superior a todos los fascistas y los comunistas que han existido nunca, sumados.

El pacifismo, el auto-odio y la complacencia están prolongando la guerra contra el islam radical y provocando bajas no previstas.

Únicamente después de absorber pérdidas humanas y materiales catastróficas es probable que los occidentales de alineamiento izquierdista superen esta triple aflicción y confronten el verdadero alcance de la amenaza. El mundo civilizado probablemente prevalecerá entonces, pero por los pelos y a un precio superior al que habría sido necesario. Si los islamistas se organizan con inteligencia y evitan la destrucción en masa, manteniendo en su lugar el rumbo legalista, político y no violento, y si su movimiento permanece vital, es difícil concebir qué les detendrá.