LA NIEBLA DE LA POLÍTICA

Artículo de Florentino Portero en “El Imparcial” del 01 de agosto de 2008

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Para Ortega la política debía ser un ejercicio pedagógico. La elite dirigente tenía que tratar de explicar al conjunto de la ciudadanía las claves de los problemas a los que había que enfrentarse, al tiempo que le proponía alternativas viables y acordes con sus valores e intereses. Sin embargo la práctica no siempre coincide con las propuestas del gran filósofo español. Un triste ejemplo lo tenemos en la gestión política de la crisis de Iraq en Estados Unidos.

La invasión comenzó con una clara mayoría interpartidista en el Senado. Una mayoría que se vino abajo cual castillo de naipes en cuanto los errores cometidos por la Administración Bush -un contingente insuficiente para controlar el conjunto del territorio y la ausencia de un plan de reconstrucción- facilitaron la aparición de la insurgencia. A partir de ese momento los demócratas trataron de capitalizar en beneficio propio la desastrosa situación militar, no teniendo ningún reparo en aceptar la derrota ante una organización terrorista con tal de acabar con una insufrible hegemonía republicana. Tanta fue la presión que incluso destacados dirigentes republicanos, como los senadores Lugar y Warner, comenzaron a doblegarse. El Informe Hamilton-Baker fue la culminación de esa corriente, el público reconocimiento de una derrota y un modelo de cómo huir sin que se notara en exceso.

Afortunadamente Bush se mantuvo firme ante tanta disposición a la claudicación y encargó al general Petraeus la definición de una nueva estrategia. Los resultados están a la vista, la victoria está próxima y los que antes recomendaban la huida ahora se proclaman responsables de los excelentes resultados conseguidos en los últimos meses.

El senador Obama hizo de la crítica a la guerra de Iraq uno de los argumentos fundamentales de su campaña electoral. El objetivo no era sólo Bush, que ya no podía presentarse para un tercer mandato, sino, sobre todo, la senadora Clinton, que había apoyado la guerra y que trataba de huir de toda demagogia para poder presentarse en la recta final de las presidenciales con un currículo solvente en materia de defensa. Obama la criticó de forma inmisericorde, trató de forzarla a reconocer que se había equivocado al apoyar la invasión, le exigió que se comprometiera a una rápida retirada... y al final consiguió que muchos demócratas la vieran como parte del establisment, como un político más, incapaz de asumir las demandas de una nueva forma de gestionar los asuntos públicos.

Anulada la senadora Clinton, Obama ha girado hacia posiciones centristas, asumiendo sin pudor las tesis de su contrincante. En Dakota del Norte comenzó una revisión que ha continuado durante su viaje por Oriente Medio, hasta el punto de que resulta difícil encontrar diferencias entre las posiciones de McCain y las del radical Obama: retirada paulatina en función de los requerimientos del Mando Central y conveniencia de dejar un contingente de unos treinta mil hombres para asegurar la estabilidad del país.

Los demócratas han conseguido confundir a la población; han dado alas a los radicales islamistas al mostrar, una vez más, la débil retaguardia del Imperio Americano, el “tigre de papel” capaz de derrotar a la Unión Soviética y de salir con el rabo entre las piernas ante un ataque guerrillero en Líbano o Somalia; han dado un espectáculo que en nada favorece al prestigio norteamericano en el mundo... para a la postre sumarse a las posiciones defendidas por el presidente Bush. Porque, de la misma forma que es responsable de los errores cometidos por su Administración en Iraq también lo es de sus éxitos.

Pocas naciones en el mundo están tan mal preparadas como Estados Unidos para ejercer un liderazgo imperial. La ex colonia británica siente que su felicidad está más segura aislándose del entorno que involucrándose en la gestión de los asuntos internacionales. Si a ello sumamos el descarado ejercicio de la demagogia -Obama no es un renovador, su forma de hacer política ya estaba presente en la antigua Grecia- no cabe esperar demasiado de una presidencia demócrata.



FLORENTINO PORTERO es analista del Grupo de Estudios Estratégicos, responsable del Área de Política Exterior y de Seguridad española; es profesor Titular de Historia Contemporánea (UNED) y comentarista de política internacional en los diarios ABC y Libertad Digital.