ANTE UNA NUEVA FASE

 

Artículo de  Florentino PORTERO  en  “ABC” del 23/11/04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

 

MIENTRAS las televisiones nos presentan el fragor de la toma militar de algunas ciudades del triángulo sunita, el eje de la vida política iraquí se desplaza al próximo proceso electoral. Si la situación en torno a Bagdad dista de ser tranquilizadora, en la mayor parte del territorio nacional, en las zonas chiíta y kurda, la vida se desarrolla con normalidad, en un compás de espera ante el inicio de una nueva fase en la reconstrucción nacional.

Los sunitas perdieron la guerra y ahora han caído en manos del terrorismo islamista, lo que les aleja aún más del resto de la población. No es probable que las elecciones puedan desarrollarse con normalidad en el conjunto de las mesas. En ciudades como Faluya no se dan las condiciones para que los partidos hagan campaña o para que el censo esté correctamente realizado. Sin embargo, la prioridad es que los propios iraquíes asuman la responsabilidad de dirigir el establecimiento de un Estado de Derecho. El protectorado estadounidense debe dejar paso, lo antes posible, a un gobierno libremente elegido, expresión de la voluntad soberana.

De la misma manera en que el árbol puede no dejarnos ver el bosque, las imágenes pueden distorsionar nuestra comprensión de lo que allí está pasando. Ni el terrorismo está generalizado, más bien todo lo contrario, ni es el principal problema. La gran duda, aquello que de verdad debe preocuparnos, es si los iraquíes serán capaces de convivir: si los chiítas acabarán aceptando la autonomía kurda, si los kurdos renunciarán a su ansiada independencia y si, por último, los sunitas asumirán algún día la pérdida de todo el poder. Tampoco está claro que los sectores más tradicionales del chiísmo y del sunismo se resignen al establecimiento de un régimen político no islamista.

Los retos que tiene Iraq ante sí son enormes y necesitarán de la ayuda de todos, durante un tiempo prolongado, para estabilizar la situación. Los riesgos de una guerra civil, por la imposibilidad de hallar un vínculo estable, son grandes y muchos los interesados en provocarla. Para los radicales del chiísmo y del sunismo el éxito de la reconstrucción sería el triunfo de los valores judeo-cristianos en la tierra que fue sede de un Califato, algo tan humillante como inaceptable. Para Occidente, el fracaso llevaría al retraimiento, con lo que las posibilidades de modernización regional se reducirían, lo que sólo podría favorecer al entorno de Al-Qaeda.