LAS AGUAS SE REMANSAN

 

 Artículo de Florentino PORTERO  en “La Razón” del 27.06.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

De las tormentas transatlánticas por la gestión de Iraq estamos pasando a una nueva fase, caracterizada por la calma, la búsqueda del diálogo y la confianza en poder restablecer parte de lo que fue el vínculo trasatlántico,

uno de los pilares sobre el que los europeos pudimos edificar tanto el estado de bienestar del que tan orgullosos estamos como el proceso de unificación continental. No es casual que estemos donde estamos. Para llegar aquí ha sido necesario dejar atrás la fase de ocupación militar y entregar el poder a los iraquíes, tras un proceso democratizador apoyado por una gran mayoría; dos viajes cuidadosamente preparados

de Rice y Bush al Viejo Continente, subrayando el interés norteamericano por el avance de la UE y el mantenimiento de la Alianza Atlántica a partir de principios y valores compartidos; la ruina política de Chirac y Schröder, los dos adalides de establecer una estrategia de «contrapoder », frente a la hegemonía  norteamericana; la previsible emergencia de nuevos líderes –Sarkozy y Merkel– claramente atlantistas, que reforzarían en la UE las posiciones mantenidas en relativa soledad por Blair; y, por último, la evidencia

de que el proceso de construcción y ampliación de la propia Unión estaba incorrectamente dirigido y que necesitamos tiempo, sosiego y mucho más sentido común para reorientarlo.

No hay futuro fuera de la Unión, pero tal como íbamos nos llevaban al desastre. Este tiempo de calma puede llevarnos a la confusión. El pasado ya no volverá. El viejo «vínculo» de los años de la Guerra Fría reside con

carácter permanente en los libros de historia. Los europeos no sienten ya la necesidad de buscar la protección

norteamericana y éstos desconfían sensatamente de sus aliados europeos, carentes tanto de medios como de voluntad para defender sus propios intereses. La gestión de la crisis Siria es un buen ejemplo de los problemas

con los que se va a encontrar la Alianza en los próximos meses. Mientras nuestro inefable ministro de Asuntos Exteriores nos comunica los significativos pasos que el Gobierno de Damasco está dando para resolver el problema libanés y su propia reforma interna, la prensa internacional nos informa del importante acercamiento de posiciones que se está dando entre norteamericanos y europeos en la valoración de la

amenaza que supone el baasismo sirio para la seguridad internacional. De tiempo atrás Siria apoya a las milicias fundamentalistas chiítas de Hizbolah en el sur del Líbano. Un grupo creado y respaldado por los ayatolás iraníes, que combatió a los israelíes en su propio territorio y que ha ido transformándose tanto en una fuerza política como en una multinacional del terrorismo.Actúa fuera del Líbano y, sobre todo, adoctrina, entrena y suministra armamento a los grupos terroristas vinculados a Hamas –islamistas suníes– y a Fatah –nacionalistas suníes– en Palestina. El proceso de paz sufre el continuo deterioro producido por actos terroristas dirigidos desde Teherán y Damasco y que tienen como principal objetivo debilitar a Mahmud Abbas, el dirigente libremente elegido por los palestinos. Los israelíes no cederán posiciones si los palestinos

no combaten el terrorismo y Abbas perderá su autoridad si no logra avances en el proceso de paz.

Europeos y norteamericanos buscan la paz y aceptan que el origen del problema está en Damasco y en Teherán. Siria ha retirado sus tropas de El Líbano, ante la presión libanesa e internacional, pero mantiene a sus agentes y continúa asesinando a sus enemigos políticos. Europeos y norteamericanos desean la estabilización de este gran país, un claro ejemplo de vanguardia en la modernización del Mundo Árabe, y reconocen que el mayor obstáculo está en Damasco. Todas las fuentes, empezando por el Gobierno de Bagdad, apuntan a que Siria está dando facilidades para que terroristas de al-Qaeda y las guerrillas

baasistas entren y salgan de su territorio, manteniendo así un área de inestabilidad en torno a Bagdad. Mientras la situación del país mejora y se estabiliza, el famoso «triángulo sunita» se hace aún más inseguro. De nuevo norteamericanos y europeos coinciden en la necesidad de estabilizar la situación en Iraq y dar a ese pueblo, dotado de excepcionales recursos energéticos, la opción de vivir en paz, bajo el imperio de la ley y aprovechando esos recursos para potenciar su desarrollo. De nuevo, el problema está en Damasco.

El islamismo es la gran amenaza y su derrota pasa por dar una opción de futuro al Islam. Sólo modernizando y democratizando sus sociedades aquellas gentes tendrán la posibilidad de vivir con la dignidad debida en

sus propios países, sin tener que emigrar, sin verse tentados a buscar en un pasado imaginario de pureza religiosa la solución a sus problemas presentes. Europeos y norteamericanos están de acuerdo en lo fundamental y comparten la preocupación por el papel que el régimen de Damasco pueda desarrollar en el bloqueo de este programa de reformas.

Es tiempo de calma y de diálogo en el seno de la comunidad atlántica. Recomponemos relaciones con espíritu positivo, pero, más tarde o más temprano, tendremos que tomar decisiones ¿Seremos los europeos capaces de actuar con coherencia? La primera impresión es que no. En estos últimos años ha calado en nuestra opinión

pública un conjunto de ideas tan estériles como perniciosas: el problema fundamental para nuestra seguridad es EE UU, el uso de la fuerza es rechazable en todos los casos, Europa puede aislarse de su entorno y pactar con el Mundo Árabe una garantía de seguridad –el «síndrome Carod »–, o la paz se logra renunciando a defenderse –el «síndrome Bono»–. La pelota está en nuestro campo. Los europeos tenemos una nueva

oportunidad de establecer una posición única y firme para defender aquello que creemos fundamental y, de paso, refundar la Alianza Atlántica. Veremos de lo que somos capaces.