UN TERRORISTA ES UN TERRORISTA

 

 

 Artículo de Valentí Puig en “ABC” del 01.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Los hubo que tardaron demasiado en aceptar y advertir la corrupción de la Autoridad Palestina bajo el liderato de Arafat, y así fue como el fundamentalismo de Hamás ganó allí las elecciones. Son prácticamente los mismos que prefirieron ignorar -como las Naciones Unidas- que el terrorismo chiita de Hizbolá plantaba sus arsenales en el sur del Líbano, desde donde comenzó la agresión contra Israel. Por idénticas razones, hay quien se resiste a aceptar que Hizbolá tiene por objetivo las bajas civiles, mientras que Israel -puesto de nuevo en el punto de mira de la crítica- hace lo que puede para que las víctimas civiles sean las menos posibles, incluso en el caso sangriento de Qana, ya bajo investigación. Pero un proporcionalismo ejecutado por un Estado de Derecho, y por uno de los ejércitos más capacitados del mundo, carece de credibilidad; mientras que el terrorismo de Hizbolá, fomentado por un Estado teocrático y despótico como Irán, resulta ser el ideal de la agresión discriminada. La desproporción asombra, pero no a una opinión pública europea -y menos todavía a la española-, que acoge crédulamente lo que proceda de las terminales del terror más activo en Oriente Medio. Sea como sea, un terrorista es un terrorista.

Mientras tanto, el jeque Nasrallah, líder de Hizbolá, pudiera estar refugiado en la embajada iraní en Beirut. O en Damasco. Es lo que le corresponde, entre otras cosas, porque Teherán paga al año cien millones de dólares para que Hizbolá exista, y porque Siria es el corredor de paso de las armas que van de Irán hacia el sur del Líbano. El sueco Magnus Ranstorp, del Colegio de Defensa Nacional de Estocolmo, es un de los mejores expertos en la estructura de Hizbolá. Calcula que en la cúpula de Hizbolá operan siete personas, dos de ellas pertenecientes a la embajada de Irán en Beirut, con consultas a Siria. Así fue orquestada la intervención iraní en la «intifada» palestina del año 2000. Fruto de la experiencia previa, Hizbolá ha entrado a fondo en los modos de la guerra psicológica y ha organizado sus bases en el Líbano, con el criterio de movilidad constante, al amparo de la población civil y de una acción de guerrilla, ubicada en instalaciones subterráneas, sin ejército uniformado, inidentificable como objetivo militar desde el lado israelí. Se le supone un activo de no más de seis mil soldados que disparan sus misiles -un arsenal calculado en 12.000- desde casas, escuelas y mezquitas. Habitualmente usa escudos humanos, en algún caso incluso observadores de la ONU. Su actual popularidad en el extremismo de la calle árabe supera la de Al Qaida. Hay quien supone que la actuación de Hizbolá repercutiría favorablemente en su presencia electoral en el Líbano, con los vientos de la demografía soplando a su favor. Según fuentes de los servicios secretos de Israel, Hizbolá ha puesto en alerta sus «células durmientes» en el extranjero.

La inanición del Estado libanés es notoria. Mientras tanto, Hizbolá ha actuado contra Israel pensando que estaba en situación de debilidad, o bajo una intensa presión de la escena internacional. En Oriente Medio, cualquiera sabe que la peor provocación es aparecer como débil. Las flaquezas de la comunidad internacional favorecen la fortaleza de Irán. El espejismo libanés casi siempre dura poco. Un despliegue internacional pudiera retirar a Hizbolá del sur libanés, pero no de los suburbios de Beirut. Los poderes están en Teherán, y Hizbolá es la mano ejecutora. Contribuyen las imágenes de televisión, sesgadas en muchos casos, de forma deliberada o espontánea. En la medida en que Israel ponga coto a los misiles de Hizbolá, la estabilidad de Oriente Medio será de uno u otro signo, aunque lo que ocurra en Hizbolá, en caso de ser vencida militarmente, es otra incógnita, desde luego no tan significativa como el calendario de la bomba nuclear iraní, que concrete en su día la reanudación del imperio persa.