ESOS JEQUES Y SUS POTENTES MISILES

 

 Artículo de Valentí Puig en “ABC” del 08.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

En un mundo de diplomacia tan meliflua y vaporosa nadie podrá decir que las amenazas de Irán sean equívocas. Por una parte, suministra el armamento a Hizbolá contra Israel y por otra -como cuarto exportador mundial de crudo- amaga con usar el petróleo como arma si la comunidad internacional insiste en urdir sanciones para que cese el empeño iraní por disponer de arma nuclear. Desde luego, hacía tiempo que nadie amenazaba a casi todo el mundo porque eso es lo que está haciendo la teocracia iraní: no solo ataca vía Hizbolá para borrar Israel del mapa -como dice día sí y otro también el presidente Ahmadinejad- sino que a la vez plantea su radicalidad chií frente al mundo suní, altera los elementos más rudimentarios de la coexistencia mundial y juega con el precio del barril de petróleo. Desde mucho antes de este largo verano de descontento, Teherán lleva ya tiempo jugando a la gallina ciega con las Naciones Unidas. Sectores del régimen de los ayatolás advierten que si la ONU impone sanciones, Irán tiene que saltarse de una vez todas las condiciones del Tratado de Proliferación Nuclear y todos los requisitos de la tan baqueteada Agencia Internacional para la Energía Atómica. Ya existe el precedente redundante de Corea del Norte.

Mientras tanto, parte de la opinión pública europea -y más aún en España- pretende no solo equiparar la identidad terrorista de Hizbolá, criatura netamente iraní, con el derecho a la defensa propia que ejerce Israel: en realidad, la izquierda española insiste en que el agresor, en virtud de su naturaleza sionista, es Israel mientras que el terrorismo de Hizbolá es un inocente que casualmente pasaba por ahí. Evidentemente, la muerte de niños en un bombardeo es algo que nos deja atónitos, sin aliento, al filo de la congoja humana ante la realidad descarada y procaz de la guerra. Pero precisamente por su propia naturaleza, la descripción y enjuiciamiento del hecho bélico en si mismo requiere de razón analítica y no de las elevadas dosis de sentimentalismo al que recurren los columnistas más propensos a halagar al lector que a explicarle una u otra manera de entender las cosas.

Con tanto artículo emocionalista, el jeque Nasrallah de Hizbolá acaba haciendo de las suyas. Según «The Sunday Telegraph», un diputado iraní -también fundador de Hizbolá en su día- acaba de reconocer, por si hacia falta, que Teherán aprovisiona a Hizbolá de misiles de largo alcance capaces de llegar a cualquier objetivo en Israel. Los misiles Zelzal-2, por ejemplo, tienen un alcance de 250 kilómetros. Hasta ahora se supone que Hizbolá todavía no los ha usado porque espera órdenes de Damasco o Teherán. Para Israel es vital que los arsenales de Hizbolá en el Líbano sur no obtengan un sistema de reposición: no otra cosa explica el bombardeo insistente y dramático de puentes y líneas de transporte en el Líbano. El armamento iraní llega a manos de Hizbolá por la frontera sirio-libanesa.

En los pasillos de las Naciones Unidas se entrecruzan dos cuestiones y ambas llevan en sus orígenes la huella masiva de Irán. En una aproximación que llevaba tiempo gestándose, Washington y París apadrinan una resolución para el alto al fuego en el Líbano, aunque es difícil que Hizbolá acepte el cese de hostilidades y que Israel se retire del sur de Libano mientras esté allí Hizbolá. Se habla de interponer un nutrido contingente militar, con aportaciones de Francia y del musculoso ejército turco. El segundo asunto concerniente a Irán, y de forma mucho más directa que en el caso del Líbano, es el cortejo interminable de una solución diplomática para desentrañar su ambición nuclear de convertirse en el eje central de un nuevo poderío regional chií. «Hizbolá, ¡a por ellos!», dicen los manifestantes de la izquierda española. «ETA, ¡mataló!», dijeron cuando Reagan visitó España. Eslóganes equiparables, mismo primitivismo, mismo resentimiento.