ESE MUNDO QUE YA VIENE

 

 Artículo de Valentí Puig en “ABC” del 31.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 El formateado es mío (L. B.-B.)

 

La humanidad ha escrito utopías que describían el mejor de los mundos venideros; otros escritores han optado por revelar el peor de los futuros posibles y eso han sido las distopías. Hoy nos ajustamos más al dictado de las prospecciones tecnológicas y geopolíticas con un resultado que, aunque propenso al desacierto, tiene la ventaja de contar con lo real. Ojalá cunda el realismo para que sepamos con la debida antelación cómo tratar la llegada de los cayucos o prever las consecuencias de la ambición nuclear iraní. Es el caso de Richard Clarke, antiguo gurú del contraterrorismo norteamericano, distanciado de la administración Bush al objetar sobre la ofensiva contra Bin Laden después del 11-S. Acaba de publicar una novela, «La puerta del escorpión», y los críticos han subrayado su visión del mundo, que viene sin alterarse por la poca o mucha entidad literaria del libro. Clarke punza la burbuja del nuevo desorden mundial por la parte de Oriente Medio. La fecha del embrollo es el año 2012. Como en las grandes tragedias, no se salva ni el apuntador. Las nuevas alianzas de poder alcanzan categoría de mutación histórica hasta el punto de que ese mundo que viene tiene visos de desastre inapelable.

En «La puerta del escorpión», los Estados Unidos ya se han ido de Irak, donde se implantó una dictadura chiita. Al mismo tiempo, Irán tiene ya la bomba atómica. El fundamentalismo islamista ha derrocado a la dinastía saudí. El terrorismo yihadista tiene por máximo empeño liquidar el «status quo» del golfo Pérsico, Kuwait y los Emiratos Árabes, todavía aliados de Washington. Estamos hablando, por supuesto, de petróleo. Ahí aparece una oscura alianza entre la nueva China y el hihadismo, con bases de misiles a cambio de oro negro. No hay nada especialmente exótico en los preliminares de la novela de Clarke porque casi todo está en los titulares de la actualidad del año 2006. Las piezas encajan para que el escenario pueda ser considerado -dice «Spiegel online»- como una nueva guerra fría generada por la búsqueda de recursos naturales. Lo que no está escrito es que la humanidad descubra pronto alguna nueva energía, como en el pasado se inventó el estribo y la imprenta, el teléfono y el «chip», la penicilina y el motor de explosión. Desde luego, todo es posible, pero el siglo XX nos enseñó que el determinismo es un notorio error. En realidad, la distopía concebida por Orwell en «1984» al final no se adaptó a la realidad que vivimos a principios del siglo XXI.

En ese mundo futuro, el barril de petróleo está por las nubes. Los líderes chiítas buscan imponer su hegemonía teocrática a las ordenes de Teherán. Es entonces cuando Los Estados Unidos deciden invadir la república islámica instalada en lo que fuera Arabia Saudí. A partir de ahí, la novela. Entonces y ahora, el petróleo es uno de los bienes más preciados. Todo comenzó cuando Churchill decidió que el combustible de la Armada británica no fuese el carbón, sino el petróleo. El mundo de Richard Clarke se asoma a las inminencias de la guerra atómica. Estamos en manos de los espías y de los megahéroes. Al Qaida conoce los métodos del jaque mate. Hay quien piensa que ése no es el mundo que ya viene, sino el mundo que ya vivimos. Hasta hoy se diría que casi todo transcurre ante la inconsciencia de Europa, ayuna de voces que prevean la amenaza, más atenta a las excusas y a los circunloquios que a la feracidad de lo real. China sí está atenta y operativa en ese mundo que viene, mientras en Bruselas se piensa en un plan Marshall para África que iría a parar a manos de la cleptocracia que domina el continente negro desde las descolonizaciones.