¿El futuro es europeo?

 

 Artículo de JORDI PUJOL   en “La Vanguardia” del 09/04/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)


Podría serlo. Hay quien cree -quienes creemos- que podría serlo.Yes la tesis de uno de los libros más comentados estos días, El sueño europeo,de Jeremy Rifkin. Un libro que merece ser leído, entero. El elogio de Rifkin al sistema europeo no sorprende a quienes hemos afirmado que Europa ha creado el mejor modelo económico y social del mundo. Es decir, el que mejor combina la capacidad de crear riqueza y también de repartirla. El que más seguridad da a la gente. El que mejor respeta los derechos humanos. El que más aplica la igualdad de sexos. El que más atiende al medio ambiente. El que ha rechazado la pena de muerte. Incluso el que más ayuda , aun haciéndolo poco, al mundo menos desarrollado. Puede haber algún otro modelo que nos supere en algún aspecto. Por ejemplo, el modelo norteamericano nos supera en competitividad y productividad, y esto es grave. Pero considerado en su conjunto y analizado desde el punto de vista de su calidad humana y social, nuestro modelo es indudablemente el mejor.

Celebro que un autor hoy en día cotizado como Rifkin -él mismo americano, pero que no tiene nada de Michael Moore- venga a Europa a decírnoslo, y lo haga con una argumentación tan sólida, y con tanto entusiasmo. Nos es de gran ayuda a quienes siempre hemos defendido la tesis de la bondad del modelo europeo. Que por supuesto es perfectible, que por supuesto no evita que haya situaciones injustas, gente marginal o abusos de diversos tipos. Pero que claramente es el de más calidad.

Lo celebro, y lo agradezco, porque ha habido necesidad en el pasado de defender este modelo frente a críticas muy agresivas. A menudo bajo el lema Otra Europa es posible,muy impregnadas de radicalismo y de aquella actitud propia de la protesta sin propuesta que tan útil resulta a la hora de según qué movilizaciones y tan inútil a la hora de construir. Propio a veces de una sistemática actitud antisistema. Puede que ahora, además, el clima antiamericano dominante en amplios sectores ayude a valorar nuestro modelo. En este sentido el libro de Rifkin puede ayudar, porque su tesis es que nuestro modelo europeo se impondrá en el futuro al americano en el sentido de que constituirá una propuesta global -es decir, universal- de mayor calidad e incluso de mayor eficacia. En cualquier caso, repito, es de agradecer que desde

Estados Unidos, en términos serios y competentes, se valore tanto nuestro modelo, en lo que tiene de realidad y en lo que tiene de sueño, de proyecto de futuro.

Pero el libro de Rikfin debe leerse entero. También aquella parte del libro -las últimas páginas- en las que pone en guardia respecto a las amenazas que acechan a nuestro sueño y en guardia, yo añadiría, a algunas actitudes nuestras, a algunos errores nuestros, que pueden poner en peligro no ya la posibilidad de superar el modelo americano, sino simplemente de hacernos fracasar.

Para empezar, la demografía, en un doble sentido. Por una parte la pérdida de población, y su envejecimiento. Por otra, la inmigración, que es a la vez respuesta a una necesidad. Que es posibilidad de enriquecimiento humano, pero también un serio problema de integración y de identidad. En todos sus aspectos la demografía es un asunto que Europa ha tratado con poco sentido del futuro y con desorientación.

Por otra parte es frecuente subrayar, como gran riesgo europeo, la incertidumbre sobre si el Estado de bienestar, que es el núcleo central de nuestro modelo, será o no sostenible.

Sobre si seremos capaces de llevar a cabo las reformas que nuestro sistema social requiere. Y sobre si seremos capaces de mejorar nuestra competitividad y por consiguiente crecer más y crear más riqueza. Todo esto son grandes retos que de no resolverse bien darán al traste con las perspectivas positivas que antes he señalado.

Pero de los riesgos que Rifkin señala no son éstos los que ahora más quiero subrayar, ni los que el propio Rifkin más subraya, sino otros dos de los que se habla poco pero que están en la raíz ética e intelectual de la incertidumbre europea. El primero es el déficit grave que se da en la sociedad europea del sentido de la responsabilidad personal. La opción europea por la seguridad ha tenido mucho de positivo, pero ha conducido a demasiados europeos a no sentirse responsables ni de la propia sociedad ni del futuro. Entendemos que esto -la sociedad, el futuro- no dependen de nuestro propio esfuerzo sino sólo del poder público. Éste es el punto fuerte de la sociedad americana y es la debilidad europea, dice Rifkin, y creo que con razón.

El otro peligro que según Rifkin acecha a la sociedad europea es el poso de pesimismo y de escepticismo que hay en ella. También en esto los norteamericanos nos superan.

Esto es ahora tema de debate en varios países europeos. Los alemanes se lamentan de que su Stimmung no es buena, los franceses lo dicen de su état d´âme,de su estado de ánimo, los sociólogos de habla inglesa valoran negativamente el mood continental.

Cierto que hay algunos países que escapan a este diagnóstico negativo, y España es uno de ellos. De momento. Pero

Europa, en su conjunto, está aquejada de la enfermedad del escepticismo y de la falta de confianza. Si esto no se supera el futuro no será europeo, aunque hoy por hoy nuestro modelo de sociedad sea el mejor.

¿Puede Europa superar el doble riesgo de la no asunción de la responsabilidad personal y de la falta de confianza y de entusiasmo? Por cierto que son dos riesgos interdependientes: renunciar a la propia responsabilidad, que comporta renunciar al propio esfuerzo, desemboca finalmente en la pasividad, el escepticismo y la falta de ambición.

Y son dos riesgos que operan a escala individual, pero se proyectan al ámbito colectivo. A los europeos individualmente nos cuesta asumir responsabilidad, pero esto se traslada al conjunto colectivo europeo. Para ser protagonista en el mundo es preciso no rehuir la responsabilidad colectiva. Ni el esfuerzo que ello comporta.

¿Puede Europa superar este doble riesgo? Éste es su mayor reto. Yo creo que sí puede. Puesto que hay base para la confianza y la ambición. No hay que remontarse cincuenta años para dejar claro que la UE ha sido un éxito. Ni volver a insistir en la calidad humana y social de su modelo de sociedad. Pensemos sólo que en los últimos diez años Europa se ha apuntado nada menos que tres éxitos como la unión económica ymonetaria, el euro y la ampliación. Y la Constitución, que, pese a sus insuficiencias -algunas de ellas dolorosas para los catalanes y de ello habrá que hablar en otra ocasión-, representa un progreso muy importante. ¿Cómo puede un país, o un continente, sentirse pesimista con estos logros? Habrá que hacer una pedagogía de la autoestima europea.

Pero probablemente la pedagogía más urgente y más determinante es la de la responsabilidad. La responsabilidad de cada cual respecto a sí mismo, es decir, la idea de que el progreso y la libertad personales no nos son dados sin esfuerzo. La responsabilidad respecto a la sociedad y respecto a nosotros. No hay progreso colectivo desde el individualismo radical.Ni sin responsabilidad respecto al futuro. Si no nos sentimos vinculados y obligados respecto al futuro, no habrá futuro. Y si no nos sentimos responsables del sueño europeo -de su viabilidad, de su sostenibilidad, de su reforzamiento, de su proyección-, este sueño se desvanecerá. Y si no aceptamos que todo sueño requiere compromiso, un compromiso ético.Ycomo dice Rifkin, "la ética sólo florece en un mundo en que cada cual se siente éticamente responsable".Yañado que sin ética no hay épica, y sin épica no hay ambición ni sueño ni mensaje.

En este sentido Europa -que, repito, es una historia de éxito y tiene el mejor modelo- sin embargo no se halla en buenas condiciones. Pero repito que es una historia de éxito y tiene el mejor modelo. ¿Dejaremos que esto se malogre?

¿Es europeo el futuro?

JORDI PUJOL, ex presidente de la Generalitat de Catalunya