'SARKO', ROYAL Y UNA LECCIÓN A LA FRANCESA

 

 Artículo de Federico Quevedo  en “El Confidencial Com” del 05.05.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 No sé si alguno de ustedes ha podido ver el debate entre Segolene Royal y Nicolás Sarkozy, previo a las elecciones presidenciales francesas de este domingo. Yo no lo he visto, pero sí que he tenido la oportunidad de leer extractos del mismo, y de la posición de ambos candidatos se pueden obtener conclusiones interesantes. Independientemente de lo que ocurra en la jornada electoral y de quién gane, el debate que se ha producido en nuestra vecina Francia es de lo más interesante, entre otras cosas porque podría tener una traslación a la política española. Los sondeos posteriores al debate entre ambos candidatos han arrojado una contundente victoria de Sarkozy frente a su rival socialista, y mucho ha tenido que ver en esa victoria, además del fondo del debate, la forma. Royal desplegó, en algunos momentos de la contienda televisiva, una actitud agresiva e incluso insultante hacia su oponente liberal-conservador. Desconozco quién le aconsejó seguir tal práctica, pero según parece los asesores de Royal han tenido muy en cuenta los consejos de sus aliados españoles del Partido Socialista y, sobre todo, de Rodríguez Zapatero, partidarios siempre de poner a la oposición contra las cuerdas.

Royal utilizó la técnica de la crispación, la misma arma que vienen empuñando los socialistas españoles, con el objetivo de hurgar en las emociones de los franceses de izquierdas y hacer bueno el lema de todos contra Sarkozy, en un intento de demonizar al líder de la UMP quien, sin embargo, parece que ha sabido conectar con una Francia descontenta y amargada de sí misma dispuesta a emprender el camino de la superación del Mayo del 68, ese espejismo revolucionario de cuyos réditos todavía vive una buena parte de la intelectualidad europea, especialmente francesa y española. Royal se dejó aconsejar mal, se equivocó, en definitiva, porque parece que la sociedad francesa, que comienza a despertar de su letargo, no está dispuesta a dejarse llevar por líderes gesticulantes y visiblemente irritados, sino por palabras de esperanza y de moderación. Royal ha querido emular a Rodríguez, y Francia le ha dicho que allí no quieren otro Zapatero, o al menos eso parece que se traduce de las encuestas. Obviamente, si gana Royal, les tendré que pedir a ustedes disculpas. Pero me da que no.

Crispación frente a moderación. Pasado frente a futuro. Demagogia frente a convicciones. Ese debate también se está produciendo en nuestro país, y será el debate que se traslade a la arena política de las elecciones de mayo y, sobre todo, de las generales de marzo de 2008 –si no se adelantan- cuando Rodríguez y Rajoy enfrente sus dos modelos de hacer política y de entender la España del siglo XXI. Eso es lo que han hecho, también, Royal y Sarkozy. La dirigente socialista, que al principio de su elección se presentó como una esperanza de futuro, por el simple hecho de ser mujer, ha demostrado que detrás de su máscara feminista hay un profundo vacío, el mismo vacío inmenso en el que vive instala la izquierda desde la caída del muro, un vacío que en países como Francia y España está ocupando, irremediablemente, ese nuevo comunismo populista y antisistema que ha encontrado su caldo de cultivo en líderes vacuos como Royal y Rodríguez. En España y Francia el socialismo no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, como si lo ha hecho, por ejemplo, en Gran Bretaña, donde es más que evidente la evolución hacia posiciones social-liberales. En los otros dos países, el socialismo se ha vuelto a instalar en la radicalización.

Permítanme un inciso, porque tiene que ver mucho con esto que estoy diciendo, pero, ¿a qué creen ustedes que responde esa demostración de barbarismo que estos días pasados hemos contemplado en las calles de Madrid, de la mano de grupos radicales de izquierda convocados por sms, al igual que ocurriera aquel 13-M de 2004 por la noche? La izquierda vuelve a esgrimir las armas de la violencia, física o verbal, contra los defensores de la libertad, como hiciera en Francia en el 68, o como hiciera antes en España, en el 34, o como hiciera todavía antes, en Rusia, en el 17. Solo que, ahora, choca con una sociedad que, si bien hace la vista gorda mientras ese renacimiento revolucionario no afecte a su bienestar, en cuanto atisba el peligro no está dispuesta a perder todas las comodidades que ha ido ganando con el paso del tiempo gracias a un sistema capitalista que, sin embargo, ha demostrado ser mucho más progresista que lo que en realidad era el comunismo. Lo de Malasaña forma parte de la estrategia de la izquierda dirigida a resucitar ese espíritu excluyente que llevó a una parte del electorado habitualmente instalado en el abstencionismo a votar contra el PP en marzo de 2004, y Royal quería hacer algo parecido en Francia.

Pero no. Los franceses parecen optar por un lenguaje mucho más esperanzador y no por el lenguaje de la violencia. Sarkozy se ha convertido en un líder reformista, presto a llevar a Francia a la instauración de una nueva República, mucho más cercana al ciudadano, dispuesta a abandonar ese estatalismo burocrático que tanto daño ha hecho a su propio crecimiento y desarrollo económico, orgullosa de su pasado y también de su futuro, y con ganas de volver a liderar la Construcción Europea desde las ideas de liberalización y modernidad que parece encarnar el dirigente de la UMP. De hecho, da la sensación de que Sarkozy le ha vaciado el discurso al que fuera el tercer candidato en discordia, Bayrou, quien no habiendo conseguido arrebatar a Royal la segunda plaza en liza, ahora se puede ver abocado a que la política que lleve a cabo Sarkozy, si los franceses le eligen como nuevo presidente de la República, le termine por marginar en los aledaños del socialismo, como un ligero contrapeso a la radicalización del PSF. Los franceses han comprendido que el centrismo y la moderación no están reñidos con el orgullo de ser franceses. Eso ya lo descubrió, aquí, hace muchos años, Adolfo Suárez, y ese espíritu sigue vivo y es el que se volverá a enfrentar a una idea negativista –la que defiende Rodríguez- en las próximas elecciones generales. Francia nos ha dado una lección, y ojalá que sepamos aprender de ella.