COMBATIR CON FE Y ARMAS

 

 

 Artículo de Juan Pedro Quiñonero en “ABC” del 19.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

La paz armada y la bizantina diplomacia que comienzan tras la última guerra del Líbano preludian nuevas batallas de una guerra mucho más larga, dura, imprevisible y próxima a Europa, quizá indisociable del destino mismo de nuestra civilización. Entre los mejores especialistas predomina una visión que, con muchos matices, está bastante próxima de la de Arnold Toynbee, que comparaba el «encuentro» entre el islam y Occidente contemporáneos con las relaciones entre Roma y el pueblo judío, en tiempos de Jesús.

Desde esa óptica, Europa es hoy mucho más frágil. Y la guerra del Líbano ofrece inquietantes enseñanzas.

Quizá por vez primera en la historia militar de Oriente medio, los servicios de seguridad de Israel y Estados Unidos han sido incapaces de advertir, denunciar y yugular la acumulación de armamento (misiles de corto alcance, misiles anti tanques, etc.) a menos de cincuenta kilómetros de la frontera de la capital de un Estado amenazado de destrucción apocalíptica, por razones religiosas.

Durante varios años, los usuarios de tal armamento, facilitado por dos potencias regionales (Irán y Siria), han construido una eficaz red de túneles y búnkeres (situados a más de 30 metros, bajo el suelo) donde han podido librarse de la destrucción aérea, bien diseminados entre núcleos urbanos, camuflados bajo edificios civiles.

La retirada del «Tsahal», el Ejército israelí, se consuma sin la más mínima garantía práctica del desarme efectivo de Hizbolá, el Partido de Dios, a quien Teherán ha comenzado a ofrecer nuevas ayudas masivas, financieras (para reconstruir el Líbano en función de sus intereses estratégicos) y militares (para consolidar su capacidad de ataques indiscriminados).

La eventual presencia en el sur del Líbano de una fuerza de interposición occidental, con mandato de la ONU, dentro de unos meses, impedirá temporalmente la intervención de ningún Ejército regular en la zona, pero no podrá impedir las acciones armadas y terroristas de milicias irregulares, ya instaladas como el pez en el agua, según la doctrina maoísta de la guerrilla urbana, entre las poblaciones civiles y los núcleos urbanos. Quienes proporcionan armamento a tales milicias (Damasco y Teherán) podrán usarlas como instrumentos de castigo contra las capitales occidentales menos sensibles a sus intereses, ordenando asesinatos selectivos.

Los resistentes y revolucionarios judíos que combatían a Roma, en tiempos de Jesús, combatían con su fe al Ejército más poderoso de su tiempo, pero estaban mal pertrechados militarmente. Las milicias del Partido de Dios se consideran llamadas a propagar su fe por la fuerza de las armas, y cuentan con el apoyo nada desdeñable de una potencia nuclear emergente.