LOS «HALCONES»DE DAMASCO

 

 Informe de  Enrique MONTÁNCHEZ en  “La Razón” del 06/03/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el informe que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

El asesinato (14 de febrero) del ex primer ministro libanés Rafik Hariri, impulsor del renacimiento soberano

del país tras una prolongada y sangrienta guerra civil, y las posteriores presiones de Washington, París y Riad para que el presidente sirio Bachar Al Asad retire sus tropas de Líbano, propician, significativamente, un vuelco de la situación política en Damasco.

¿Se ha desencadenado una lucha fratricida entre los clanes de un régimen frágil y en peligro, como es  actualmente Siria? Si Al Asad aprobó deshacerse de Hariri estaríamos ante su «suicidio político», lo que es poco probable.

En algunos servicios de inteligencia con buena información sobre Siria, entre ellos el CNI español (viejo conocedor de Monzer Al Kassar y de Rifaat Al Asad, hermano del padre del actual presidente, ambos con residencia en la Costa del Sol) se maneja el siguiente análisis: a finales de 2004, el jefe de la Inteligencia Militar siria en Líbano, general Rustum Ghazalah, amenaza a Hariri por no aceptar las condiciones de Damasco en las elecciones del próximo verano. Hariri comenta a sus íntimos «esta vez van a por mí».

Días antes del atentado, Al Asad comunicó al director de la Inteligencia Militar, general Hasan Jalil,

su intención de cesarle y cambiar paulatinamente su política en el Líbano e Iraq, por las continuas presiones

de Washington. El presidente sirio estaba convencido que es el próximo objetivo de la Casa Blanca. Había, pues, que quitar en Beirut el pie del acelerador.

Al Asad anunció a su general que nombraría a su cuñado, Asaf  Shawkat, jefe de los servicios de Inteligencia militares y civiles. A partir de ese momento los acontecimientos se precipitan. Jalil, un tipo duro convencido de que la Gran Siria pasa por tener un pie en Líbano, pudo ordenar a sus agentes el asesinato de Hariri. Sí fuese cierto que Damasco estuvo implicado, como aseguran en Tel Aviv, Washington y París, los «halcones» sirios habrían inducido al «suicidio político» de Al Asad para propiciar un golpe de Estado militar y no abandonar Líbano.