LA RESURRECCIÓN DE FRANCIA

 

 Artículo de Michel Rocard en “ABC” del 25.08.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Nicolas Sarkozy ganó las elecciones presidenciales en mayo porque atrajo a una parte sustancial de los partidarios de la extrema derecha hacia sus banderas conservadoras. De hecho, el apoyo al Frente Nacional ha caído del 15 al 10 por ciento, lo que ha debilitado enormemente a este partido y ha fortalecido a la derecha francesa tradicional.

Sarkozy tuvo éxito en su estrategia de abrazar los asuntos de la identidad nacional y de la inmigración. Como resultado, muchos vieron su campaña electoral demasiado inclinada hacia la derecha. En Francia y en toda Europa, la gente esperaba un gobierno extremadamente conservador, similar a la Administración del presidente estadounidense George W. Bush.

Fue un error. Que Nicolas Sarkozy abordara la cuestión de la identidad nacional amenazada, algo que vinculó a la inmigración, no es suficiente para convertirlo en un neoconservador al estilo estadounidense, y ha decidido demostrarlo en el campo de la política exterior.

Sarkozy formó su Gobierno sabiendo que existe una larga tradición de que la política exterior francesa sea de consensos, de modo que dio las llaves de sus áreas más importantes a políticos de izquierdas. Bernard Kouchner, un socialista, es ministro de Asuntos Exteriores. Con anterioridad había sido ministro socialista de Asuntos Humanitarios y subsecretario de Salud.

Otro izquierdista, Jean-Pierre Jouyet, está a cargo de los asuntos europeos. Jean-Marie Bockel, alcalde socialista de Mulhouse, es ministro de Cooperación y Relaciones con el Mundo Francófono. Y otros socialistas han sido nombrados en diferentes áreas del gobierno. Fadela Amara, directora de una ONG que defiende los derechos de las mujeres, es secretaria de Estado para Gestión Urbana.

La segunda iniciativa importante de Nicolas Sarkozy fue dar nuevos bríos al proyecto europeo. Después del fracaso en 2005 del borrador de la Constitución europea, estaba muy lejos de quedar claro que la manera correcta de proceder fuera participar en negociaciones que producirían avances sólo parciales en la mejora de los mecanismos de toma de decisiones de la Unión Europea. Después de todo, no había urgencias inmediatas y todos habrían comprendido que Nicolas Sarkozy hubiera esperado otros dos o tres años antes de poner en riesgo su reputación resucitando la idea de una Constitución para Europa.

Pero asumió el riesgo y tuvo éxito en convencer a otros líderes europeos de que abrazaran su llamada a un «tratado simplificado». Por supuesto, todavía no se ha escrito el texto final del tratado, pero parece posible que tenga éxito, algo que no sólo mejoraría la mecánica de la UE, sino que también serviría para enviar una señal a los euroescépticos, principalmente los británicos y los polacos. Francia no ha abandonado su aspiración de una Europa «política» que sea más que un simple mercado único.

La tercera iniciativa de Sarkozy tuvo lugar cuando renunció el director gerente del Fondo Monetario Internacional. Normalmente, ese cargo recae en un europeo, y Sarkozy sorprendió a todos al ofrecérselo a un socialista francés, Dominique Strauss-Kahn, un hombre con capacidades reales y que goza de un respeto general.

La nominación de Strauss-Kahn también fue un golpe eficaz en términos de política interna francesa, ya que probablemente debilite la posición de los socialistas. Sin embargo, aún más importante es el hecho de que optar por Strauss-Kahn es una verdadera toma de posición en los debates económicos globales de hoy. Sarkozy está anunciando que es un «regulador» económico, no un liberal convencido de que el equilibrio actual de las fuerzas del mercado es óptimo y que no es necesaria intervención alguna.

La cuarta iniciativa también tiene relación con los asuntos exteriores: la liberación de las seis enfermeras búlgaras encarceladas en Libia bajo falsos cargos de haber infectado deliberadamente a niños con el virus del sida. Durante más de un año habían tenido lugar intensas negociaciones con Libia, impulsadas en particular por Europa, pero no habían llegado a buen término porque el gobernante libio, el coronel Gadafi, no confiaba en sus interlocutores. Sarkozy comprendió eso y, al escoger a su esposa como negociadora, ayudó a desbloquear el caso.

Más aún, Sarkozy está buscando intensificar la cooperación para el desarrollo en todo el área del Mediterráneo. Comenzó con un viaje presidencial a Argelia y luego a Trípoli, seguidos de viajes ministeriales a Beirut. Asegurar el desarrollo para esta región será un desafío largo y complejo, necesario de traducir.

La disposición del Gobierno francés a tomar la iniciativa en las conversaciones internacionales sobre el cambio climático es otra señal de que Sarkozy tiene la intención de hacer que Francia vuelva a ser una fuerza global.

Después de la relativa parálisis de los últimos años en el cargo del presidente Jacques Chirac, el dinamismo ha vuelto a la política exterior francesa. Se trata de algo que debemos saludar con optimismo, y no sólo en Francia, porque el activismo de Sarkozy promete impulsar la influencia política de Europa en todo el planeta.

(*) Ex primer ministro de Francia y líder del Partido Socialista, es miembro del Parlamento Europeo