MENTIRAS Y BOMBAS

 

 Artículo de Alfonso Rojo en “ABC” del 10.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Es una de esas frases que los reporteros repiten como un mantra: «La primera víctima de la guerra es siempre la verdad».

Me ha venido a la memoria a propósito de esas imágenes manipuladas que un fotógrafo llamado Adnan Hajj colaba en Reuters y la prestigiosa agencia ha estado sirviendo a sus clientes.

Sería de agradecer que los periódicos que publicaron a toda página esas fotos, en las que el tramposo Hajj metía a golpe de Photoshop ruinas, bombas y sufrimiento, informasen de la chapuza. O que la cadena de radio, que abrió sus noticieros hablando de «un nuevo genocidio de Israel» y citando las lágrimas de Fuad Siniora, explicaran a sus millones de oyentes que en Houla no hubo ni un solo muerto, como ha terminado reconociendo el compungido primer ministro libanés.

De todas formas, eso no es esencial. En la bruma de la guerra se cuelan pifias, trampas y errores. Lo grave es la incomprensión con que multitud de medios de comunicación, políticos y comentaristas abordan el drama del Líbano.

Israel no ha ido a la guerra porque su frontera haya sido violada y dos de sus soldados secuestrados. No despacha sus aviones por el placer de castigar a un frágil vecino que ha permitido a los fanáticos de Hizbolá construir un mini Estado en el sur y montar un Ejército de 4.000 fanáticos.

El telón de fondo de la draconiana reacción es la llamada del presidente iraní a borrar Israel del mapa. Las reiteradas palabras de Ahmadineyad no pueden ser tomadas como una inocua bravata viniendo de la boca del líder de un país que construye la bomba atómica y lleva bastantes años, al alimón con Siria, armando hasta los dientes a los terroristas de Hizbolá.

Los mismos aviones que en las Navidades de 2003 despegaron de Damasco cargados de ayuda humanitaria para las víctimas del terremoto de Bam, retornaron de Teherán con asesores y armamento. Ese material incluye misiles de largo alcance «Zelzal», equipos de comunicación por satélite, toneladas de explosivo «Semtex», proyectiles «Sagge», cohetes «Fajar-3» y «Fajar-5», sofisticados «RPG-29» y otros artefactos de fabricación rusa. Es lo que ha estado afluyendo al sur del Líbano durante muchos meses, por carreteras y puentes que ahora revienta la aviación israelí.

El fondo del problema no es que hayan muerto unas decenas de israelíes. Ni siquiera que Hizbolá apunte deliberadamente a objetivos civiles. Israel está acostumbrado a esas tragedias y a la pasividad internacional.

El drama, lo que obliga a actuar sin contemplaciones, es la convicción de que los terroristas usarán misiles mucho más potentes si tienen oportunidad, los atiborrarán de gases letales cuando se los suministren sus padrinos y hasta echarán mano de la bomba atómica si Ahmadineyad se la pasa un día.