LA IZQUIERDA EUROPEA SE VA POR EL SUMIDERO

Artículo de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del   10 de junio de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

La izquierda europea, triunfante y cargada de prestigio en el pasado, se va hoy por el sumidero, maltrecha y fracasada. Pero que nadie se alegre de la ruina de la izquierda porque es una mala noticia para todos: para Europa, para la democracia y para la misma derecha.

 
La izquierda acaba de cosechar los peores resultados de su historia en Europa. Ha retrocedido, sin excepción, en todos los frentes, incluso en España, que es donde más resiste, víctima de sus propios dramas y sobre todo castigada por haber abandonado sus viejos principios, sustituyéndolos por el apego al poder y al privilegio. Antes quería transformar el mundo, pero ahora la izquierda se conforma con manejar el dinero público y gobernar a cualquier precio.

Europa es ya un enorme mapa azul con tres islas rojas: la inglesa, representada por un Gordon Brown en bancarrota, que se está despidiendo del poder, el Portugal de Sócrates, también en declive y castigado con dureza en las elecciones del pasado domingo, y la España de Zapatero, un líder que está arruinando velozmente, por culpa de sus mentiras, triquiñuelas y malgobierno, el enorme patrimonio de esperanza e ilusión que le confiaron los españoles en el año 2004.

¿Qué le ocurre a la izquierda europea? ¿Por qué está siendo abandonada por los ciudadanos? La clave la aportó el ex ministro de cultura francés Jack Lang, el mismo domingo, después de la "debacle" del socialismo francés, cuando afirmó que la izquierda "ha dejado de encarnar la esperanza". Sea cual sea la razón, cada vez es más evidente los europeos ya no quieren en el poder a una izquierda que en muchos países sólo se distingue de la derecha en que cree tener más derecho al poder, gasta más dinero y cobra más impuestos.

El panorama es verdaderamente desolador para la izquierda europea. Los socialdemócratas alemanes apenas han logrado el 20,8% de los sufragios, mientras que en Italia el Partido Democrático -con todo a favor- sólo ha obtenido el 26% de los votos. En Portugal y Austria, más de lo mismo. Un 26% en el primer caso y un 23% en el segundo. Mientras que en el Reino Unido la debacle del Partido Laborista convierte a la izquierda en una caricatura de sí misma. Con el 15,3% de los votos, el Partido Laborista es la tercera fuera del país. Ni en los tiempos de Margaret Thatcher los laboristas habían mordido tanto polvo.

En España, el sonriente Zapatero, que se presenta ante Europa como adalid de la nueva izquierda, también ha sido abandonado por sus votantes, quizás por sus interminables engaños, uno de los cuales ha sido repetir hasta el cansancio que la solución de la crisis y del futuro es precisamente esa socialdemocracia que ha salido despreciada por los votantes en toda Europa.

Muchos pensadores creen que el fracaso de la izquierda se debe a que los socialdemócratas no han sabido capitalizar –ni mucho menos canalizar- el descontento de la ciudadanía con la situación económica, pero esa interpretación es parcial y no explica por completo un declive que comenzó mucho antes de que estallara la crisis. La verdadera clave está en que los votantes de la izquierda, más sensibles que los de la derecha a los valores y principios, esperaban de la izquierda un rearme moral, una defensa de la democracia y una oposición contundente a la corrupción, que no se han producido.

Frustrados ante las "amistades peligrosas" de la izquierda, que ha protegido a demasiados dictadores y que comparte sin pudor la cama con sátrapas comunistas trasnochados, como Fidel Castro, o con fascistas de nuevo cuño con mando en países latinoamericanos, e indignados ante un liderazgo que ha conducido a la izquierda hacia las poltronas y la profesionalización, sin acometer la lucha contra la degeneración del sistema, los votantes de la izquierda han castigado a sus partidos quedándose en sus casas, votando en blanco o apoyando a partidos pequeños ilusionantes o a personajes estrambóticos como Daniel Cohn Bendit, el célebre Dany el Rojo del Mayo del 68, un viejo izquierdista profesional que, a sus 64 años y aunque parezca increíble, es hoy la única esperanza blanca de la izquierda europea.

Los ciudadanos europeos, cada vez más decepcionados y escarmentados ante la degeneración de la política, aprovechan la ocasión, cada vez que se abren las urnas, para demostrar su poder y lo hacen con un detector de camelos y patrañas en las manos, despreciando a los tramposos y a los que creen que la política es sólo comunicación y que la mentira y la promesa fácil conducen al poder.

En España, la "última playa" de la derrotada izquierda europea, gobierna un Zapatero que ha demostrado ser un inigualable maestro del camelo y del engaño, al que los ciudadanos ya comienzan a pasar factura. Si quiere sobrevivir, también tendrá que hacer lo único que puede salvar a la postrada y humillada izquierda europea: retornar a la limpieza, encabezar la regeneración que ansían los ciudadanos, desprofesionalizar a la política y hacerla amateur, olvidarse de las mentiras, vincularse a la verdad y empezar a dar ejemplo de austeridad y decencia, todo un programa de solvencia y de rearme ético que, para la izquierda actual, representa un doloroso y casi imposible cambio de rumbo, nada menos que de 180 grados.

La gran duda es saber si los actuales líderes de la izquierda europea, formados en partidos autoritarios y cainitas, donde rigen la sumisión y la mediocridad, donde para hacer carrera sólo hay que renunciar al debate y adular al líder, están preparados para los nuevos desafíos.

Lo lógico es pensar que los mediocres dirigentes en el poder, amamantados en el verticalismo autoritario de los partidos actuales de izquierda, tengan que ser relevados por dirigentes jóvenes capaces de recuperar los valores desechados, de comportarse como verdaderos demócratas y de conducir a sus partidos hacia la regeneración y la esperanza.