LA ISLAMIZACIÓN DE LOS ESPÍRITUS

 

 

 Artículo de Eduardo San Martín en “ABC” del 09.10.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Enterrado en vida, condenado a muerte por una jauría que campa por sus respetos haciendo uso de una libertad que no puede ejercer él, la víctima, en su propio país. Así vive en Francia el profesor de Filosofía Robert Redeker desde que, el pasado 19 septiembre, en las páginas de Le Figaro, decidió salir del armario en el que se esconden otros intelectuales temerosos de ser tachados de islamófobos y asumió públicamente la defensa de un Benedicto XVI vituperado por sus argumentos sobre religión y violencia. Se sucedieron entonces las amenazas de muerte por organizaciones vinculadas a Al Qaida, autentificadas por la Policía francesa, que le recomendó que desapareciera de la circulación. Lo mismo que le ocurrió a Salman Rushdie hace más de tres lustros.

En una carta clandestina enviada a un amigo, aireada por un grupo de escritores que salió en su defensa desde Le Monde el pasado 2 de octubre, el profesor de 52 años hacía un relato estremecedor de su situación: «No tengo ya derecho a vivir en mi casa (en las páginas web donde se me condena a muerte hay un plano que indica cómo venir a mi casa a matarme, está mi foto, los sitios en los que trabajo, los números de teléfono y el acta de condena). Pero al mismo tiempo no se me proporciona un lugar, me veo obligado a mendigar, dos noches aquí, dos noches allá... Estoy bajo protección policial permanente. He debido anular todas las conferencias previstas. Y las autoridades me obligan a mudarme. Soy un SDF (un sin hogar)... Es muy triste. Ejerzo un derecho constitucional y soy castigado por ello en el territorio mismo de la República».

Tarik Ramadán tiene ocho años menos que Redeker y pasea por las academias occidentales su bien cuidada figura de musulmán de origen egipcio nacido y criado en la pulcra Suiza. Para quienes le conocen bien (Antonio Elorza, por ejemplo), Ramadán es un lobo con piel de cordero que envuelve en guante de terciopelo una doctrina de acero que propugna la prevalencia de la ley musulmana en el islam europeo y predica el aprovechamiento de los valores occidentales para una invasión silenciosa de nuestros territorios de civilidad. Ramadán habla de las «intervenciones» de Nueva York, Bali o Madrid, ha mantenido vínculos con el GIA argelino y se le han conocido contactos, en 1991, con el número dos de Al Qaida, el también egipcio Aymán al Zawahiri. Tras los atentados de las Torres Gemelas y Londres, se limitaron sus movimientos en algunos países occidentales, lo que provocó las iras de muchos de quienes, ahora, no saben ni quién es Robert Redeker. Gran esperanza blanca del islam europeo para los defensores de la Alianza de Civilizaciones, Ramadán ha destilado su refinado veneno en España en dos ocasiones en el último año, con la benevolencia de los cazafantasmas que, por el contrario, se movilizan al menor indicio de islamofobia.

Pero ¿qué decía Redeker en su desventurado artículo? Pues denunciaba, a propósito de los ataques contra el Papa, la «islamización de los espíritus» en su país; afirmaba que, como en tiempos del comunismo, «Occidente se encuentra bajo vigilancia ideológica», esta vez por parte del islamismo; se alzaba contra los «tontos útiles» que hacen el juego a quienes quieren imponer un «orden coránico» en el mundo; reivindicaba la misma noción del «mundo libre» que derrotó al comunismo; y señalaba cómo, a diferencia del judaísmo y el cristianismo, el islam no ha superado una violencia que forma parte de la esencia del Corán y de la vida de su profeta. Como subrayaba André Glucksmanm en el propio Le Figaro el viernes pasado, «que Redeker tenga o no razón se puede discutir; que tenga el derecho a publicar su opinión, eso no admite discusión». Tampoco la admite, a juzgar por la reacción de los zelotes del islamismo, la mayor parte de las reflexiones del profesor de Toulouse.