IRREVERENTES DEL MUNDO, UNÍOS
Artículo de
Isabel San Sebastian
en “El Mundo” del 01.03.06
Por su interés y
relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web.
Con un muy breve comentario al final:
FANATICOS, COBARDES Y
MASOQUISTAS (L. B.-B., 1-3-06, 6:30)
A nuestro compatriota
Miguel Servet lo quemó en efigie la Inquisición católica y lo abrasó en la
hoguera la de Calvino, con la cabeza coronada de azufre y leña verde a los
pies, destinada a prolongar su agonía. Le acusaban de ofender a la Cristiandad
al negar el misterio de la Santísima Trinidad, pero la realidad es que la
Europa del siglo XVI no podía consentir que llevara a la práctica la máxima que
presidió su vida. A saber; que todo lo que puede ser pensado, puede ser dicho,
discutido y hecho.
Pasaron los años y se
multiplicaron los mártires de la libertad de expresión. Federico García Lorca
fue asesinado en el 36 por discrepar en sus versos y en su trayectoria vital de
la ortodoxia oficial franquista. Soljenytsine y Evgenia Ginzburg vieron congelada
su existencia en el gulag siberiano por molestar con sus palabras la
sensibilidad del papaíto Stalin. Millones de camboyanos perecieron en los
campos de la muerte reos del delito de saber escribir.Salman
Rushdie languideció largo tiempo escondido en algún
agujero oscuro para escapar a la fatwa que ponía precio a su cabeza blasfema.Todos ellos se atrevieron a desafiar los dogmas de
su tiempo y desacralizar lo más sagrado de sus sociedades. Pagaron un precio
altísimo por su atrevimiento y parecen condenados, además, al baúl que la
Historia destina a los cándidos soñadores.
El coraje no está de
moda. La valentía cotiza a la baja y empieza a denominarse provocación. Lo
políticamente correcto en este mundo de cobardes consiste en agachar el testuz
ante la intimidación y ceder terreno a los fanáticos de uno u otro signo. La
claudicación se ha convertido en diálogo. La violencia aplicada a cualquier
creencia resulta el más eficaz de los argumentos. La vieja fuerza de la razón
que invocaron los seguidores de Erasmo ha sido sustituida por la razón de la
fuerza. Europa reniega de su futuro y se rinde al islamismo inquisidor.
Caminamos a grandes pasos hacia la ley del silencio. O, tal vez, hacia la
lapidación o la pira purificadora.
Hasta Dinamarca recula
y pide a la ONU medidas que castiguen cualquier ofensa a la religión. Al Viejo
Continente le tiemblan las piernas ante la Conferencia Islámica, iracunda por
unas caricaturas del profeta Mahoma, y retrocede en el tiempo a marchas forzadas.El Consejo de Ministros de le UE «reconoce y
lamenta la ofensa causada por dichos dibujos» y se apresta a proponer medidas
destinadas a recortar la libertad de prensa. Moratinos se ofrece raudo a
albergar en España la Conferencia de la Tijera. Servet se revuelve en su tumba.
Irreverentes del mundo,
uníos. Os (nos) quedan dos telediarios.
muy breve
comentario al final:
FANATICOS, COBARDES Y
MASOQUISTAS (L. B.-B., 1-3-06, 6:30)
Algunos
valoramos y defendemos la libertad y otros valores de nuestra historia por los
que han sufrido muchos a los que respetamos. Por eso nos sentimos obligados a
criticar los intentos de destruir la libertad, como la Inquisición, el
fascismo, la dictadura o el comunismo. Igualmente, a fin de conservar nuestros
logros, creemos que debemos ser críticos con los abusos que nuestros países han
cometido a lo largo de su historia, como el colonialismo. Nuestras sociedades
se basan en estos valores, que cristalizan en el principio de que todo se puede
criticar si existen razones fundadas y hechos verificables. El que lo haga
transgrediendo esos límites incurre en delito.
Pero
parece que ahora se están invirtiendo los papeles: podemos atacar a la
Inquisición, al colonialismo, a los norteamericanos por sistema, y al
mundo occidental por codicioso, pero no podemos criticar el integrismo y el
fanatismo ajenos, no vaya a ser que lo consideren un ataque a su dignidad y
sentimientos. Algunos creen que debemos callar ante los que cortan cabezas en
público, ante los que intentan imponer una religión como obligatoria en todo el
orbe, ante los que después de invadirnos hace trece siglos quieren volver a
hacerlo ahora, ante los que consideran inferiores en derechos a la mitad de la
Humanidad, ante los que usan el terrorismo y la religión para destruir a los
pueblos...
Parece
que algunos, al no ser capaces de identificar al enemigo, se van a dejar
conducir mansamente al pasado remoto, dando marcha atrás en la Historia: no
tienen claro que el integrismo y el fanatismo son enemigos de nuestra libertad
y del mundo árabe e islámico, pues quieren aprisionarlos a ellos en el
inmovilismo y destruirnos a nosotros. Y frente a inquisidores, fanáticos y
dictadores debemos mantenernos firmes, y no aplicar paños calientes y angelismo
ingenuo. El que se sienta ofendido por la libertad que se aguante y aprenda, y
el que cometa un delito contra la libertad de expresión abusando de la misma
que sea llevado ante los tribunales y juzgado por ellos. Esas son las reglas
que hay que defender, sin masoquismos cobardes. La libertad se defiende
mediante la firmeza ante el fanatismo o se pierde. No existe otra receta.