¿HACIA LA DEMOCRACIA EN UCRANIA?

 

 Artículo de ALFRED STEPAN   en “La Vanguardia” del  05/01/2005

 

Muy breve comentario a pie de título: ¿No les resulta curiosa la interpretación de Stepan de Estado-nación y Nación-Estado? Aplíquense el cuento en España.

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Aunque la revolución naranja de Ucrania ha demostrado una vez más el poder del pueblo en las calles, hay dos aspectos que preocupan a numerosos observadores: la percepción de que existen dos Ucranias y el pacto alcanzado entre el viejo régimen y las fuerzas democráticas de Viktor Yushenko para reducir los poderes constitucionales del presidente. Pero tanto la teoría democrática comparada como la experiencia histórica sugieren que estos factores podrían ser menos preocupantes de lo que parecen a primera vista.

Ciertamente, la diversidad de formas de gobierno que ha habido a lo largo de los siglos en Rusia, Polonia, Lituania y el imperio austrohúngaro, cuando gobernaban lo que es hoy Ucrania, hace difícil imaginar la creación de una nación-Estado clásica con una cultura dominante. Consideremos, por ejemplo, la solidez del idioma ruso y la fuerza de la Iglesia ortodoxa (patriarcado de Moscú) en Donetsk, o sea, en el este de Ucrania, y la solidez del idioma ucraniano y la influencia de la Iglesia católica griega ucraniana en Lviv, al oeste.

No obstante, España, India, Bélgica y Suiza son todas democracias consolidadas que no se ajustan al modelo clásico del Estado-nación. De hecho, estos cuatro países se caracterizan por la convivencia de identidades múltiples pero complementarias.

Estas identidades múltiples surgieron porque el Estado democrático sirvió como techo que garantizaba iguales derechos a todos los ciudadanos, sin importar su religión, idioma o cultura. Esto contribuyó a desarrollar un fuerte sentido de identidad con la comunidad política de nivel nacional. Estos países profundamente pluralistas no son estados-nación clásicos, sino más bien lo que yo llamo naciones-estado democráticas.

Durante la reciente elección presidencial, muchos sugirieron que era imposible reconciliar las dos Ucranias. Sin embargo, la polarización no ha sido un factor constante en la historia de la Ucrania independiente; por el contrario, el país está más cerca de ser una nación-Estado de lo que muchos piensan. Más aún, sus perspectivas de convertirse en una democracia consolidada mejoran por el hecho de que sus elites políticas (y la mayoría de los ucranianos comunes y corrientes) han dejado de lado la idea de ser un Estado-nación clásico.

De hecho,más del 80% de los distritos rusificados del este de Ucrania votó a favor de la independencia en 1991, y las elecciones parlamentarias y presidenciales de 1999 no dividieron al país, ni con mucho, del modo como lo hicieron las presidenciales del 2004. Una encuesta realizada en el 2001 en Donetsk y Lviv, las dos ciudades supuestamente más polarizadas, mostró una convergencia en su aprobación a una Ucrania independiente, con sólo un 1%de respuestas en Lviv y un 5%en Donetsk a favor de una división en dos o más países.

Como en otras naciones-estado,las encuestas realizadas en Ucrania indican que los símbolos comunes han ayudado a forjar los elementos de una identidad común. Tanto los rusos como los ucranianos étnicos ven muy favorablemente al Estado feudal del siglo X, conocido como Kiev-Rus. Más aún, ambos grupos tienen en Bohdan Khmelnytskyi, un guerrero cosaco del siglo XVII, a su figura histórica más popular, y abominan de Stalin por las hambrunas causadas por su colectivización forzada de la agricultura en la década de 1930 (mientras que la mayoría de los rusos étnicos de Rusia lo ve como al heroico salvador del Estado durante la Segunda Guerra Mundial).

Estas actitudes en común hacia los símbolos de Ucrania y su calidad de Estado deben mucho al reconocimiento de que la independencia no se protegerá adecuadamente con la simulación de un estado-nación clásico, es decir, un Estado únicamente ucraniano.Por lo tanto, la declaración de independencia del país se proclamó hace trece años en nombre del Pueblo de Ucrania y se ofreció la ciudadanía a todo aquél que hubiera nacido en territorio ucraniano, sin importar su nacionalidad.

En los años noventa fui invitado como asesor a las reuniones constitucionales en Kiev. Tras presenciar los debates, mi impresión fue que tanto los ucranianos como los rusos de Ucrania eran muy conscientes de la necesidad de evitar un conflicto étnico. De hecho, surgió una alianza informal y de conveniencia entre los elementos más importantes de los nacionalistas ucranianos no comunistas y los comunistas rusos étnicos partidarios de la soberanía, con el fin de crear el nuevo Estado.

La percepción de las dos Ucranias surgió en las elecciones presidenciales del 2004, en parte debido a la acusación de que Yushenko eliminaría la garantía constitucional de que los rusos étnicos podrían usar el ruso como su idioma principal de enseñanza en las escuelas. Pero, durante su campaña, Yushenko aseguró a los rusófonos que garantizaría esos derechos.

Finalmente, mucho de lo que se ha descrito como secesionismo en el este es simplemente regionalismo. Una mayor descentralización en Ucrania, especialmente en Crimea, que fuera respetada por ley, sería una política lógica y largamente esperada de la nación-Estado.

El otro problema importante planteado durante la revolución naranja tiene relación con los poderes presidenciales. Muchos partidarios de Yushenko están en desacuerdo con el hecho de que, a cambio de que el Gobierno accediera a garantizar reglas más justas para las elecciones, aquél aceptara transferir algunos poderes presidenciales al Parlamento. Más allá de las intenciones del presidente saliente Leonid Kuchma por lograr un beneficio propio, este histórico pacto puede tener resultados positivos a largo plazo para la democracia de Ucrania y sus perspectivas de formar parte de la Unión Europea.

La Constitución ucraniana de 1996 adoptó un modelo de gobierno cercano al semipresidencialismo de estilo francés, creado por Charles de Gaulle para la V República: un presidente elegido directamente que goza de importantes poderes ejecutivos y un primer ministro que responde ante el Parlamento. Este sistema funciona mejor cuando el presidente y el primer ministro provienen del mismo partido o coalición política.

Sin embargo, al igual que en Rusia bajo el presidente Vladimir Putin, Kuchma amplió notablemente los poderes presidenciales en Ucrania. De hecho, no hay ninguna democracia real en el mundo que tenga una autoridad presidencial con tan pocos contrapesos.

Es instructivo echar una mirada a los ocho países poscomunistas que acaban de ser admitidos en la Unión Europea. Cuatro tienen sistemas parlamentarios: Hungría, la República Checa, Estonia y Letonia. Los otros cuatro (Eslovenia, Polonia, Lituania y Eslovaquia) tienen presidentes electos directamente, pero ninguno se acerca ni en lo constitucional ni en lo político a la Ucrania de Kuchma. Como Portugal en los años 80, adoptaron sistemas semipresidenciales con el fin de reducir la autoridad presidencial y aumentar los poderes del Parlamento, de modo que una definición más precisa para ellos sería la de sistemas semipresidenciales parlamentarizados.

Éste es el modelo al que podría estar dirigiéndose Ucrania, si bien de manera involuntaria. Si es así, lo más probable es que la presidencia deje de ser una fuente potencial de polarización étnica, lo que fortalecería la identidad común que los ciudadanos ucranianos y rusos se han comprometido a afianzar.

ALFRED STEPAN, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Columbia (EE.UU.) © Project Syndicate Traducción: David Meléndez Tormen