PESADILLA ESTIVAL

 

 Artículo de Eugenio Trias en “El Mundo” del 08.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Con un breve comentario al final:

 

¡RECUPEREN LA BRUJULA! (L. B.-B., 8-8-06, 7:30)

 

Ayer soñé que el mundo actual poseía una extraña sobreimpresión con el de hace aproximadamente 70 años. Había en mi sueño una sensible deformación de la realidad, como suele suceder en nuestras producciones oníricas. Lo que hace 70 años, según todas las evidencias históricas, tenía por escenario Europa, acontecía ahora en Oriente Próximo. Los protagonistas eran diferentes. Los nombres habían sido cambiados. También las lenguas. Pero los argumentos y las acciones eran asombrosamente parecidos.

El sueño era, como muchos míos, de imaginería geográfica. En el centro de la representación, un Estado-nación oficiaba de prima dona del sueño. Ese Estado-nación tenía aterrorizados a todos los que le rodeaban y encogidos a los que contemplaban sus hazañas bélicas desde segunda o tercera fila de palcos. Los gobernantes (especialmente los europeos) se hallaban desconcertados, sin capacidad de coordinación, con el ánimo amedrentado y con la mente confusa.

Reconocía una atmósfera familiar; un colorido semejante: el mismo ambiente, la misma tinta (como diría Verdi). Era como si de pronto volvieran a mí, en imágenes oníricas, los alarmantes signos y señales de lo que había sucedido en Europa en la segunda mitad de los años 30.

Descubría, con la máscara cambiada, a una Alemania crecida, en plena reconstrucción nacional. Escuchaba los argumentos que se empleaban para generar una invasión aquí, una ocupación de territorio allá: Austria, Checoslovaquia. Las mismas voces, los mismos razonamientos: legítima defensa, seguridad, necesidad de protegerse de agresiones exteriores. Siempre, como respuesta, la guerra relámpago, la Blitzkrieg. Y las mismas formas de autodefensa: «Nosotros (los alemanes) somos gente pacífica, sólo queremos entendernos con nuestros vecinos. Pero está claro que no nos dejan: por todas partes hay insurrección, voluntad hostil contra nuestro pueblo».

Mi sueño era un sueño escénico, teatral. Detrás, en las dos o tres filas primeras del anfiteatro, como acabo de decir, aparecía un conjunto de gobernantes de países perplejos que iban percibiendo la gestación, la ampliación, el ensanchamiento de ese Estado-nación que, pese a su engañoso tamaño, albergaba vocación imperial. No sabían qué hacer. Se hallaban divididos. Los propios intelectuales se encontraban peleados entre sí, enzarzados en una guerra de recriminaciones. Bastantes apoyaban descaradamente, o de forma solapada, a ese Estado-nación emergente que apelaba a principios inquebrantables.

Los escenarios se hallaban -en mi sueño- transmutados de manera mágica, embrujada. Ahora, las víctimas principales de aquel periodo histórico (años 30) oficiaban de verdugos, en un alevoso trueque propio del sarcasmo hiriente que caracteriza muchos sueños. Las víctimas de hace 70 años, encarceladas, deportadas, torturadas, asesinadas, comparecían de nuevo. Pero con otra identidad.

Las nuevas víctimas eran sistemáticamente hostigadas, reducidas a guetos, encerradas detrás de un horripilante muro. Los verdugos oníricos no habían llegado, todavía, a poner en marcha la Solución Final, pero está claro que muchos de ellos entretenían ese siniestro pensamiento.

No, no podía creer lo que había soñado, y al despertar espanté las sombras de la noche; de una noche de estío con escasa fantasía shakesperiana. Se trataba de una pesadilla producida por el excesivo calor de este tórrido verano. Al fin y al cabo, todo eso era vanidad, humo, nada: algo de tan escasa sustancia como lo es el burbujeante mundo de los sueños. No era sensato confiar en imágenes y voces de tan escasa solvencia.

En medio de este despropósito onírico advertía una pequeña luz que me producía simpatía y gratitud. Lo cierto es que esa luz procedía de una linterna mágica que sostenía un jefe de Gobierno que hasta ese momento me suscitaba sentimientos encontrados. O al cual muchas veces no comprendía en sus orientaciones y decisiones. Y al que no había dudado en criticar y censurar públicamente cuando la ocasión lo merecía. Hablo del más cercano a mi realidad y circunstancia. El presidente de España, lo mismo que alguno de sus ministros, casi en voz solista, contradiciendo el parecer tímido y confuso de sus más cercanos aliados, condenaba sin paliativos a ese Estado-nación invasor, que perpetraba horrores entre la población civil de los pueblos que ocupaba, o que mantenía encarcelada a la población vejada y humillada bajo su dominio, y que sometía a chantaje moral e ideológico a todos los que desaprobasen su conducta.

Hace ahora 70 años todo aquél que cuestionaba las acciones criminales de un Estado alemán que actuaba -según el propio parecer- en legítima defensa y por el imperativo sacrosanto de su propia seguridad, era tildado de enemigo de la raza aria y cómplice de quienes pretendían destruirla. En mi sueño, quienes cuestionaban al Estado-nación sionista eran tenidos por antisemitas. Cosa extraña: todos los pueblos invadidos eran también mayoritariamente semitas.

Alguien comentaba (dentro del sueño) que lo importante, en toda circunstancia, al aprobar o condenar la acción de un Estado-nación, consistía en preguntarse: ¿viviría usted allí, o por el contrario huiría de ese país a cualquier destierro? ¿Viviría usted en la Cuba castrista? ¿Viviría en el Irán del actual chiísmo duodecimal en el poder?

Alguien sugería que el país invasor de mi sueño era un Estado democrático. Pensaba para mis adentros que también había accedido de forma democrática al poder el partido que regentaba, en los años 30, Alemania. Vivir en un Estado democrático -pensaba- no es garantía de vivir bien, ni siquiera de vivir en libertad. No se puede vivir bien, en paz y en libertad cuando se encuentran a cada paso patrullas de adolescentes con ametralladoras; cuando las relaciones con todos los vecinos fronterizos son odiosas; cuando se han sembrado siempre vientos furiosos entre todos los países contiguos de los que derivan tempestades y tornados. Mejor sería vivir en un Estado-nación algo tutelado, bajo los cedros del Líbano (siempre que esa tierra grata no se hallase en vecindad con un Estado de fachada democrática pero con la más férrea y cruel sustancia espartana).

Todo esto sucedía dentro del sueño. Decidí escribirlo, relatarlo, presentarlo en este artículo: de este modo producía mi propia y personal catarsis. Algo quedó en mi ánimo como testamento satisfactorio del sueño: me sentí orgulloso del presidente que tenía; el mismo que de forma espléndida había conseguido retirar, sin esperar un minuto, las tropas españolas de Irak; el mismo que había podido restablecer buenas relaciones con sus vecinos franceses y marroquíes, tras los gravísimos errores perpetrados en este terreno por su predecesor.

 

Eugenio Trías es filósofo y miembro del Consejo Editorial de EL MUNDO.

 

breve comentario al final:

 

¡RECUPEREN LA BRUJULA! (L. B.-B., 8-8-06, 7:30)

 

Está uno ya de vuelta del viaje vacacional, y enfrascado en la preparación a fondo de un curso de relaciones internacionales, pero, ¿qué les digo yo a mis alumnos en septiembre sobre Hezbolá, Israel, Ahmadineyad, las Naciones Unidas, Hamás y demás actores del conflicto en el mundo islámico?

Mi intención era continuar estudiando durante las tres primeras semanas de agosto, pero la actualidad de Oriente Próximo y el desconcierto en su interpretación me impulsan a intentar analizar la situación, pues diversos artículos de estos días, que expondré en la web junto a éste, me preocupan. Porque, ¿cómo es posible que no se descubra el peligro?: Uno dice que el fundamentalismo islámico es la revolución y el progreso, otro que los nazis son los israelíes, otros se ponen del lado de Chávez, de su "hermano" Ahmadineyad, de Saddam Hussein y de Hezbolá....Y todas estas opiniones se dan en Europa, la "cuna de la libertad".

Así que voy a intentar hacer un "collage"  de los acontecimientos, a ver que resulta:

 

Ahmadineyad quiere transformarse en el centro del fundamentalismo mundial obteniendo armamento nuclear y amenazando un día sí y otro también con la destrucción de Israel... Israel, recordémoslo, es un país de 6.276.883 de habitantes mayoritariamente judíos y 21.946 km2 de superficie rodeado de 300 millones de árabes predominantemente musulmanes...

 

...cuando la política de ruptura de los tratados internacionales de control del armamento nuclear seguida por Irán es contraatacada desde la ONU, Hezbolá y Hamás inician una escalada militar contra Israel... Hezbolá es un grupo armado chií que opera en el interior del Líbano y cuenta con financiación, apoyo político y armamento iraní... el Líbano es un Estado débil, ocupado hasta recientemente y  sometido a la dominante influencia y control sirio en toda su frontera norte y oriental, y a la hegemonía de Hezbolá en su zona meridional... Siria, Irán y los sunníes iraquíes partidarios de Saddam juegan un papel fundamental de desestabilización de Irak... Al Qaeda es sunní, todavía carece de un Estado-capital --- ¿Arabia Saudí en el futuro? ¿o Egipto?---, pero también pretende oponerse a los infieles, cruzados y sionistas y expulsarlos de la tierra sagrada del Islam, que incluye todo el antiguo califato ---y excluye Covadonga: cómprense una chilaba o váyanse a Asturias---...la historia de atentados de Hezbolá no es nueva, lo que sí es nuevo son las lanzaderas de misiles escondidas en escuelas y zonas residenciales del sur del Líbano... en EEUU comienzan a arreciar las presiones para volver a casa,  abandonar Irak y reducir su implicación en la consecución del "Greater Middle East" libre del fundamentalismo... el islam liberal e ilustrado no aparece por ningún sitio en el Asia Occidental y el norte de Africa... Europa está narcotizada por el nihilismo y la estupidez de la izquierda pacifista, "progre" y populista... el fundamentalismo penetra Europa mediante la inmigración y la financiación petrolera, encontrando su caldo de cultivo en la crisis moral, intelectual y política del continente...

 

En fin, ¿de qué lado debemos ponernos los que creemos en la libertad? ¿Estamos vencidos ya de antemano? ¿O aún tenemos claro que hay que defender a Israel, apoyar a los EEUU, y recuperar el espíritu europeo? ...¿No les parece vital iniciar de una vez políticas antiterroristas más complejas y sofisticadas?... me he pasado media vida sometido a una dictadura, ¿debemos prepararnos o preparar a nuestros hijos para otra teocrática y más atroz después de la próxima guerra? ¿Y en España... volvemos a las taifas medievales? ¿Por dónde comenzará dentro de medio siglo la Reconquista?

 

Bueno, les dejo por unos días: menudo lustro que nos espera.