Bush: ¿Realista renovado?

 

 Artículo de Eduardo Ulibarri  en “Libertad Digital” del 13/04/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

En la noche del 31 de mayo, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas decidió, por 11 votos a favor y 4 abstenciones, llevar a la Corte Penal Internacional (CPI) a los presuntos autores del genocidio que se desarrolla contra la población negra en la región de Darfour, Sudán.

 

Aunque la decisión, activamente impulsada por Francia, será difícil ejecutarla, constituye un golpe simbólico contra la impunidad de que han disfrutado los responsables de esa tragedia y dará un sólido impulso a la CPI como actor clave en el sistema internacional.

 

Bastaría con ambas implicaciones para celebrarla. Pero existe otra faceta, más sutil, que le añade trascendencia: a pesar de su persistente rechazo a la jurisdicción de la Corte y, por ende, a la resolución, Estados Unidos cambió su posible veto por una abstención y, de ese modo, permitió que se aprobara. A cambio, obtuvo la garantía de que ninguno de sus ciudadanos comparezca ante la CPI en relación con el caso, algo, de cualquier modo, es virtualmente imposible, porque todos los genocidas son árabes sudaneses.

 

¿Qué habrá tras este cambio actitud? Obviamente, el deseo de contribuir a frenar una matanza que el gobierno estadounidense ha denunciado sin fisuras, y evitar la pésima imagen que se habría creado si, por su veto, hubiera fracasado el acuerdo.

 

Pero el cambio también puede verse en una dimensión mucho más amplia: como parte de un esfuerzo por introducir componentes más multilaterales a su política exterior y, en particular, por reforzar la acción de la ONU, y de su Consejo de Seguridad, en ámbitos de particular interés para Washington.

 

Esto podría explicar, también, el apoyo otorgado por el presidente George Bush y su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, al secretario general, Kofi Annan, en sus esfuerzos por reformar la organización, y –al menos hasta ahora– frente a las críticas de que ha sido objeto en relación con sonados casos de corrupción.

 

Hasta algunos de los “halcones” del partido Republicano, como el senador Norm Coleman, censor impenitente de la ONU, han comenzado a hablar de mejorarla, en lugar de combatirla o abandonarla.

 

En este contexto, el nombramiento como embajador ante el organismo del ex subscretario de Estado y veterano diplomático, John Bolton, otro halcón cercano a Bush, quizá sea más un símbolo de la renovada importancia que se le otorga y menos otra bofetada en su contra.

 

Dentro del realismo que, a pesar de los fuertes tintes doctrinarios actuales, subyace en la política exterior estadounidense, la experiencia en Irak tiene que haber encendido la luz de alerta sobre los límites –políticos y materiales— de ser un gendarme imperativo en el mundo. Más aún, en el portafolio de desafíos y problemas que, con razón, preocupan actualmente a Bush y su equipo, hay algunos en que las alianzas y los organismos multilaterales son indispensables como herramientas.

 

En primera línea está la fuerte amenaza de los programas nucleares de Irán y Corea del Norte, frente a los cuales la eventual acción del Consejo de Seguridad es pieza clave en la escalada estratégica prevista –y necesaria– antes de considerar el eventual uso de la fuerza.

 

Surgen también, en el horizonte, el riesgo de un posible conflicto entre Taiwán y China, el empeoramiento de relaciones entre esta y Japón, y la necesidad de que la ONU adopte una función más activa y eficaz en conjurar conflictos regionales, o en la reconstrucción de países (sobre todo africanos) devastados por ellos.

 

Añádanse el efecto debilitador de los déficit presupuestario y comercial de Estados Unidos, la ampliación de la Unión Europea, la creciente importancia de potencias emergentes, como China, India y Brasil, y el peso que aún tiene Rusia (con su petróleo y poderío nuclear), y se entenderán dos cosas. Por un lado, que el mundo no es tan unipolar como algunos presumen; por otro, que la trama de vínculos y alianzas internacionales con que deben operar los estadounidenses tiene altos niveles de diversidad y complejidad.

 

¿Implica lo anterior que Bush se ha convertido, súbitamente, en un internacionalista convencido o en un realista de nuevo cuño? De ninguna manera. Lo que quiere decir es que quienes analizan y valoran las iniciativas y posiciones de su política exterior como perversos impulsos de un vaquero tejano, cometen un grave error.

 

La generación estratégica y toma de decisiones en Washington trasciende cualquier explicación unilateral o simplista. Es un complejo proceso que se nutre de diversos factores y actores. Y entre ellos las dosis de realidad mantienen una importante presencia.