LA DENIGRACIÓN DE GEORGE BUSH
Artículo de JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS en “ABC” del 23/01/05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
POCOS días
antes del inicio formal del segundo mandato presidencial de George W. Bush, el
pasado jueves, se conocía la decisión profesional de Richard A. Clarke, autor de
«Contra todos los enemigos»- un libro, en realidad, sólo contra el presidente de
los Estados Unidos y su equipo- de dedicarse a los relatos de ficción
catastrofista. También Dan Rather, el comunicador estrella de la CBS, que creyó
haber localizado el talón de Aquiles de George Bush en forma de documentos que
acreditarían el trato de favor recibido en la milicia por el mandatario
norteamericano hace tres décadas, deja su carrera a los setenta y tres años con
un serio reproche a su profesionalidad y el despido de cuatro de sus
colaboradores. Los papeles acusatorios eran falsos de toda falsedad. Bush, sin
duda, haría alguna trampa, pero no de la entidad de la que pretendía la CBS.
Rather no hizo otra cosa -vaya en su descargo- que ir a favor de corriente,
porque, como ha reconocido el director de «Newsweek» los medios querían «que
ganase Kerry». Está publicado y no desmentido que el jefe de información de la
ABC dio indicaciones a sus redactores para que en la valoración del primero de
los debates entre los dos candidatos «ayudaran al demócrata a mostrar las
distorsiones del presidente». Ha ocurrido que los grandes medios americanos han
perdido credibilidad: el Pew Research Center ha detectado que el nivel de
confianza en los periodistas descendió del 62 por ciento en 1987 al 38 por
ciento en la campaña de 2004. Los «bloggers» y los medios más posicionados, y
que así lo reconocen, ganan enteros en la cotización de las preferencias.
Se ha conocido también que el productor y director Michael Moore se ha pasado a
la denuncia social después de su histriónica y muy rentable campaña contra Bush
y amenaza ahora a la industria farmacéutica con darle su merecido. Mientras
tanto, Joseph S.Nye seguirá perplejo por la «Paradoja del poder norteamericano»
-un libro desmayado e insulso- e imagino que Emmanuel Todd no pasará al elenco
de los profetas tras su celebrado ensayo «Después del Imperio. La descomposición
del sistema americano».
Susan Sontag ha fallecido hace unas semanas y reposa en Montmartre -París, toda
una metáfora- y los que quedan del equipo intelectual habitual del narcisismo
progresista americano -con fuerte influjo en Europa- no están a su altura, no,
al menos un Gore Vidal o un Noam Chomsky. De tal manera que parecería que,
exhaustas las huestes que auguraban la debacle neoconservadora, se ha pasado
ahora a escudriñar si el segundo mandato de Bush será tan unilateral como el
anterior o, por el contrario, Condoleezza Rice, sucesora de Colin Powell, se ha
convertido al multilateralismo de marchamo europeo. De momento, el próximo día
30 habrá elecciones en Irak después de las ya celebradas en Afganistán y aunque,
obviamente, estarán muy lejos de constituir un dechado de democracia,
significarán un punto de inflexión interesante.
No hacía falta bola adivinatoria para colegir que, antes o después, el propósito
de los Estados Unidos en Irak sería el que ya describiera con enorme agudeza
Vicente Verdú en una de las lecturas más instructivas que se hayan escrito sobre
aquel gran país. Argüía Verdú en «El Planeta americano» -XXIV premio Anagrama de
ensayo- que los americanos «lejos de ser belicosos expansionistas, que en nada
lo parecen, son ante todo empresarios o, eventualmente, policías (...) y no
poseen el espíritu que animó a los imperios ni les atrae la carrera de héroes».
De haber leído a Verdú, entre otros autores solventes, los partidarios de Kerry
se habrían dado cuenta de que las patochadas de Moore o la animadversión
antirrepublicana de algunos intelectuales, lejos de promocionar al demócrata,
enaltecían al presidente porque -siguiendo la tesis de «El Planeta americano»-
«los americanos no son intelectuales. El empirismo, la tecnología son
norteamericanos, mientras la especulación y el juego con las ideas se tiene por
una pasión europea que conduce, supuestamente, al declive». El escritor y
periodista ilicitano ya advertía en su reflexión escrita en 1996 que «los
americanos apenas han exportado una idea intelectual, pero han conquistado a
toda la chiquillería del planeta y han distraído a la humanidad con artículos
muy divertidos». Y, por fin, la presencia de Dios. Bush no es un norteamericano
disidente de la idiosincrasia general de sus compatriotas; por el contrario, la
representa de una manera fiel y eficaz, porque los Estados Unidos se forman en
un republicanismo que «es un cuerpo doctrinal asentado sobre la afirmación
individualista, la defensa de la libertad, la justicia y la democracia; más la
adhesión a una América señalada por Dios para fecundar al mundo», en palabras,
siempre precisas, de Vicente Verdú. Autor que recordaba ya hace casi nueve años
que Clinton -no Bush- invocaba en 1995 la lectura de los 150 himnos del libro de
los Salmos del rey David porque le procuraban «gran alivio ante los sufrimientos
que le infligían sus enemigos».
Los medios de comunicación europeos, al menos una gran mayoría, han encarado la
gestión de George Bush desde apriorismos inconsistentes, con una nula capacidad
de empatía con la sociedad norteamericana y sus características; con grave
prejuicio ideológico y sensible alteración de la ponderación en la opinión. Y la
realidad que se desconoce tiende a vengarse. Hoy, en Europa y en los Estados
Unidos, los medios de calidad, aquellos que han practicado la seriedad y el
rigor, han ido cayendo en un sutil sectarismo admitido en función de la bondad
ontológica de la causa progresista, que ha dado por buenos tanto la
sobreactuación de los intelectuales decantados por las posiciones más críticas
con el conservadurismo americano como el más soberbio de los desprecios a una
generación de periodistas, profesores, politólogos y analistas que, procediendo
muchos de la izquierda, han llegado a establecer algo parecido a una doctrina
neoconservadora.
El error en la denigración de Bush es gravísima porque a este presidente y a su
Ejecutivo les ha correspondido, también en la segunda fase de la crisis mundial
provocada por el 11-S, la reformulación de los equilibrios entre Oriente y
Occidente. Bush va a sobrevivir políticamente a Chirac y a Schröder; tendrá en
Blair a un socio fiel porque el británico volverá a batir a los conservadores en
las próximas elecciones y dispondrá de un interlocutor permeable en el
presidente de la Comisión de la UE -Durao Barroso-, que fue su anfitrión en las
Azores. Le faltará España, pero no Marruecos; parece que Italia le seguirá
asistiendo, así como Australia. Y si la bonanza económica le acompaña -la
capacidad productiva en Estados Unidos se situó en diciembre en la tasa más alta
desde 2001-, George W. Bush podría comportarse en los libros de historia al modo
en que lo hizo Ronald Reagan. Con una diferencia sustancial para los europeos:
el actual presidente de los Estados Unidos será el que se ponga de espaldas al
Atlántico para otear el Pacífico. Y ya está comenzando a darse la vuelta
aconsejado ahora por los «neoecon», continuación natural de los «neocon».
Europa, mientras tanto, sigue en Venus.