¿ES NECESARIO REFUNDAR LA UNIVERSIDAD?
Luis Bouza-Brey, 18-6-01
Estos días se celebraron unas jornadas en
el PSC con este título, pero no tengo la sensación de que en ellas se
haya dado una respuesta clara a la pregunta formulada.
Como profesor de a pie, voy a intentar
hacer una reflexión sobre un aspecto que me parece esencial de la posible
reforma o refundación universitaria: el de la relación entre docencia e
investigación, y entre Universidad y Sociedad, así como entre la calidad
de los centros universitarios y los incentivos al profesorado.
EL PROFESORADO UNIVERSITARIO Y LA EXPERIENCIA DE LOS INCENTIVOS
Por algún lugar de la LRU se definía como
labor propia del profesorado la docencia, la investigación y el estudio.
Desde entonces ha llovido mucho, pero de eso del estudio no se ha vuelto a
hablar. Y es significativo, pues la desaparición de este concepto del mapa
perceptivo de la institución universitaria ha producido graves disfunciones.
No voy a entrar en consideraciones sobre
estas tres tareas propias de todo profesor universitario, sino únicamente para
destacar la amputación producida en la concepción del profesorado con la
desaparición del "estudio" como una de sus tareas más importantes.
En efecto, enseñar es la función principal
del profesor, que desempeñará bien cuando consiga que los alumnos aprendan a
aprender, cuando consiga despertar su interés por lo que se les explica hasta
el punto de transformarlos en sus propios profesores.
Pero este objetivo no se consigue con una
enseñanza rutinaria y repetitiva, sino que exige, en primer lugar, conocer todo
el panorama, en ocasiones interdisciplinar, de la materia que se enseña; y, en
segundo lugar, tener un conocimiento actualizado de esa materia y de los
problemas centrales y actuales con los que se enfrenta. Y eso sólo se consigue
con el estudio y la vivencia apasionada y constante de la materia
académica sobre la que se trabaja. Un buen profesor es el que se pasa la vida
estudiando con interés su o sus disciplinas y consigue comunicar ese interés a
sus alumnos, despertando en ellos la necesidad de aprender por su cuenta a
partir del magisterio inicial de otro.
Pero eso no es investigar. Investigar es
otra cosa: consiste en pararse a reflexionar sobre algún aspecto esencial y/o
específico de una disciplina para intentar descubrir algo nuevo. Investigar es
descubrir y hacer público algo nuevo después de haberse centrado en algún
aspecto para estudiarlo en detalle, frenando entre tanto la vorágine apremiante
de la docencia y el estudio.
Para un profesor que lleva treinta y un
años a pie de obra impulsado por una fuerte vocación universitaria, estas cosas
resultan claras, pero no parecen serlo para muchos que pretenden desde hace
años elevar la calidad universitaria.
Y a estos efectos resulta relevante, a mi
juicio, estudiar los resultados de los mecanismos de incentivación puestos en
marcha desde la reforma de la LRU.
Dichos mecanismos establecen complementos
retributivos y de status basados en el rendimiento docente e investigador del
profesorado. Lo cual en principio parece correcto, y resulta chocante para
muchos que algún o algunos profesores nos manifestemos contrarios a dichos
mecanismos tal como se han formulado y aplicado. Sobre todo, en un medio como
el universitario, en donde se sobrevalora el prestigio académico, centrado en
la actualidad en la investigación, y todo profesor que se precie tiene que ir
vestido de sabio omnisciente y conectado con la divinidad, con multitud de
páginas escritas en su currículum. Tanto es así, que a veces tiene uno que
violentarse por ir contracorriente, pues parece como si al criticar estos
mecanismos se estuviera favoreciendo la inepcia o el pancismo. Pero es que
acaba por producir irritación la proliferación de "comisarios políticos de
la calidad universitaria" que aparecen en cuanto suenan voces de reforma.
Algunas propuestas recientes publicadas en la prensa resultan delirantes.
Pero, en fin, vayamos al análisis de los
efectos de dichos complementos docentes e investigadores:
No se me ocurre otra imagen que la del
"efecto ratonera" para describirlos. En primer lugar, la docencia se
transforma en un impedimento para la promoción universitaria del profesorado:
los complementos docentes se conceden a todos, y el estudio desaparece de entre
los valores y el esquema perceptivo de la Universidad. Lo que cuenta realmente,
a efectos de valoración y promoción institucionales del profesorado
universitario es la investigación, entendida como publicación escrita en foros
académicos.
Los efectos de amputación sobre la vida
universitaria de estos mecanismos son enormes: desde hace años, los profesores
están cada día más desmotivados para la docencia de calidad, los estudiantes se
limitan a buscar el aprobado, sin interés por las asignaturas, y no sé hasta
qué punto los profesores están capacitados para explicar la totalidad de los
programas y lo hacen efectivamente. El estudio, como familiaridad y vivencia de
la totalidad de la disciplina, pasa también a un segundo término en favor de la
investigación.
Pero los mecanismos de evaluación de la
investigación tienen también otras graves deficiencias: la investigación se
evalúa al peso, según el número de páginas, de manera que "el que no corre
vuela" en este ámbito. Cuantas más publicaciones, más posibilidades de
promoción, lo cual no favorece necesariamente la calidad y relevancia de las
mismas, hace que los medios se transformen en fines, e instaura un
desorden moral profundo en el ámbito universitario. Desorden moral que, si se
complementa con el menosprecio hacia la docencia —y, por añadidura, al estudio
y a los estudiantes--- hace todavía más profundo y radical el deterioro
universitario.
Pero la cosa, en el ámbito de la
investigación, todavía es peor en otro aspecto: como uno se dedique a la
investigación básica "va dado". La investigación básica, por
definición, es lenta, global, no rentable ni productiva en el corto plazo, de
manera que no resulta "competitiva" en el ámbito de la
"carrera" universitaria del profesorado, ni en el aspecto de la
financiación ni en el de la promoción. Pero piensen ustedes lo que es un país o
una Universidad sin investigación básica.
En fin, ante situaciones como ésta, uno
admira la clarividencia de Einstein cuando decía que se había buscado un nicho
en la Oficina de Patentes para evitar tener que publicar una vez al
trimestre.
DOCENCIA E INVESTIGACION, UNIVERSIDAD Y SOCIEDAD Y REFUNDACION
DE LA UNIVERSIDAD
Habría que buscar una aportación
constructiva a la crítica de las deficiencias mencionadas en la concepción del
profesorado y en los mecanismos de incentivación y evaluación del mismo.
En mi opinión, si se quiere superar la
situación actual, hay que priorizar la docencia y el estudio sobre la
investigación en el ámbito universitario, y construir, al mismo tiempo, mecanismos
paralelos distintos y complementarios de incentivación de la
investigación, a fin de conectar con más intensidad la Universidad con la
Sociedad. Y para conseguirlo es preciso, también, flexibilizar el rol del
profesorado universitario, para que pueda alternar con fluidez sus obligaciones
complementarias de docencia, estudio e investigación.
Es decir, la solución que, a mi juicio,
parece adecuada para resolver los problemas universitarios, es la de
compatibilizar mejor la docencia y la investigación, tanto en el ámbito de las
estructuras organizativas de la Universidad, como en el del rol del profesorado
universitario.
Para ello son imprescindibles unos Institutos
de investigación universitarios que funcionen realmente, con amplias
dotaciones presupuestarias para ello, así como una amplia flexibilización de
las obligaciones docentes del profesorado, para que pueda intercambiar con
fluidez en diversos períodos temporales sus obligaciones docentes e
investigadoras. Esto podría conseguirse mediante diversos mecanismos como años
sabáticos frecuentes, contratos de investigación en Institutos públicos,
universitarios o no, y privados, que eximan de obligaciones docentes
temporalmente, etc.
Solamente en este contexto, de
compatibilización de docencia e investigación en el marco universitario es
posible, a mi juicio, establecer mecanismos de evaluación que funcionen
adecuadamente.
Pero además, también el ámbito docente
universitario requiere una modificación: están surgiendo amplias y nuevas
obligaciones docentes para la Universidad que necesitarán cada vez mayor
atención y recursos. Los estudios de postgrado, especializados como los "Master", o de actualización de conocimientos, junto
con los de divulgación científica y profesional, constituyen un ámbito cada vez
más amplio de la actividad universitaria. Y resulta significativo que todavía
no hayan adquirido estas enseñanzas pleno reconocimiento en los Planes de
Ordenación Académica (POA) de las Universidades.
En fin, para terminar este comentario a un
tema enormemente complejo, para un profesor con amplia experiencia
universitaria, que sin embargo ha sentido la necesidad de
"desconectar" de la situación universitaria en los últimos años,
resulta evidente la necesidad de dar un salto cualitativo en la configuración
de las Universidades. Se hace precisa una refundación universitaria que consiga
encontrar el equilibrio perdido, revitalizando y saneando moralmente el
ambiente académico, y estableciendo una conexión más estrecha con la Sociedad a
través del estímulo y la atención hacia las clásicas y nuevas necesidades
docentes, y de la regulación y dotación flexibles de las actividades de
investigación. Sin que todo ello vaya en menoscabo de la docencia y el estudio
como funciones esenciales y prioritarias del profesorado y la
Universidad.