DE MAL EN PEOR 

 

 Artículo de Eduardo San Martín en “ABC” del 29.05.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

  

A principios de la semana pasada se asomaba a las páginas de algunos (pocos) de nuestros diarios, de forma sospechosamente discreta, una noticia inquietante. Una de esas noticias de las que sí atañen muy directamente al futuro de las generaciones venideras y que, sin embargo, quedaba ahogada en el marasmo de estatutos, altos el fuego y afinsas varias que agotan las preocupaciones oficiales del stablishment político-mediático español.

El coordinador para España de Pisa (Programa Internacional para la Evaluación de los Alumnos), Ramón Pajares, adelantaba el lunes pasado algunas de las conclusiones para nuestro país del informe correspondiente a 2006, centrado en esta ocasión en el conocimiento de las ciencias. Las previsiones no pueden ser menos optimistas. Empeoran, según los datos disponibles, las conclusiones de la evaluación llevada a cabo hace tres años, enfocada entonces en el examen de las matemáticas.

Algunos de los datos de las conclusiones del aquel informe de 2003 ponían los pelos de punta: los estudiantes españoles de secundaria ocupan el puesto 23, entre los 30 países de la OCDE, en la resolución de problemas matemáticos sencillos; en la misma materia, del mismo modo que en conocimiento de las ciencias y lectura (la tercera de las materias examinadas por Pisa), el 23 por ciento (tres puntos más que en el primer informe de 2000) no alcanzaba un nivel mínimo; y sólo uno de cada cien alumnos españoles se situaba entre los mejores, un porcentaje cuatro veces inferior a la media europea.

Aunque cada examen trienal escruta con preferencia una de las tres disciplinas mencionadas, también se evalúan las dos restantes, en el entendimiento de que el dominio de cada una de ellas influye muy directamente en la comprensión de las otras dos. Pajares ponía un ejemplo: en la resolución de un problema matemático, los alumnos españoles se habían desempeñado particularmente mal (sólo lo había resuelto un 29 por ciento, frente al 61 por ciento de los alumnos de la OCDE). Pero la explicación tenía que ver más con la lectura que con las matemáticas: el enunciado era demasiado extenso. «Los alumnos españoles no soportan tener que leer tres líneas y media».

La clave para la solución de un problema que, por lo visto, no hace sino empeorar no está en la fabricación de nuevos programas y nuevas leyes, una disciplina en la que España sí saca varios cuerpos de ventaja al resto de los países desarrollados del mundo. No sólo producimos planes como churros cada dos por tres (habitualmente con cada cambio de Gobierno) sino que estamos en vías de crear diecisiete sistemas educativos diferenciados. En el país con más éxito del mundo en el terreno de la educación, Finlandia, «todo su programa de estudio cabe en un folleto», revelaba hace año y medio el responsable internacional del programa, Andreas Schleicher, en una entrevista a «El País». La solución no está en las leyes, añadía, sino en dos factores especialmente descuidados en nuestro país: un consenso sobre las competencias y los resultados que queremos para nuestros alumnos y el trabajo de los profesores. Un reportaje publicado ayer mismo en nuestro suplemento XL Semanal ilustraba dramáticamente sobre cuál es la situación de muchos de nuestros enseñantes en sus centros. «En Finlandia los profesores trabajan juntos, comparten conocimientos, esto es tan importante como el salario», recordaba Schleicher. En España, muchos profesores bastante hacen con poner el pellejo a buen recaudo cada día.

El informe de hace tres años analizaba en especial distintas regiones. En España fueron tres las que se sometieron a ese examen separado: Cataluña, País Vasco y Castilla y León. ¿Adivinan cuál obtuvo mejores resultados? No, no las que están pensando. Castilla y León, una región sin problemas lingüísticos, superaba no sólo la media española sino también la de la OCDE. No sé si eso quiere decir algo, pero, como dicen en Cataluña, yo me lo haría mirar.