LA HORA DE LAS SUCESIONES

 

  Artículo de CASIMIRO GARCIA-ABADILLO en “El Mundo” del 07.07.2003


Recapitulemos: Rodríguez Zapatero no aportó ni una sola prueba en el Debate sobre el estado de la Nación que avalara su tesis, repetida machaconamente, de golpe a la democracia; la querella del PSOE encaminada a probar la implicación del PP en la traición de sus dos diputados en la Asamblea de Madrid ha sido rechazada por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid; los socialistas han salido mal parados de este nada edificante trance y su líder comienza a ser cuestionado por primera vez desde su ascensión al poder hace ahora tres años. Para desgracia del secretario general del PSOE, las secuelas del escándalo de Madrid amenazan con deteriorar aún más la ya deteriorada imagen de su partido.

El primer gran escollo que tiene que superar el PSOE es afrontar la comisión de investigación creada en la Asamblea de Madrid. Simancas trata de evitar por todos los medios la presencia del Grupo Mixto (compuesto por Tamayo y Sáez) en la citada comisión.A pesar de que el PP ha mostrado su disposición a dejar fuera de la misma a los traidores, reglamentariamente resulta imposible excluir a uno de los grupos de la Cámara de una comisión, a no ser que ésta sea exclusivamente «de estudio».

Hasta tal punto el frustrado presidente de la Comunidad de Madrid teme la presencia de Tamayo en la comisión de investigación, que está dispuesto a ceder la mayoría en la misma al PP, partido al que se acusa de ser el beneficiario principal de la traición.

Veremos los vericuetos que busca el PSOE para descafeinar esta comisión, que es una de las escasas armas que le quedan a los socialistas para desenmascarar la trama político/inmobiliaria que está a punto de arrebatarle el poder en la comunidad madrileña.

Si al final, como parece, Simancas no puede dejar fuera de la comisión a su ex compañero de partido, Tamayo podría llamarle a declarar para interrogarle. ¿Se imaginan la escena?

Y todo ello con la perspectiva de unas elecciones a celebrar en octubre que auguran una derrota de la izquierda a manos del PP.

Rodríguez Zapatero necesita resolver el problema de Madrid por la vía política. Pero la única alternativa para lograrlo es alcanzar un pacto con los traidores que lleve a éstos a devolver sus actas, lo que impediría la celebración de los comicios y permitiría la proclamación del candidato socialista como presidente de la comunidad.

En el PP dan por ciertos los rumores que apuntan a la existencia de negociaciones, a través de un «hombre de negocios», entre Rodríguez Zapatero y el jefe de los Renovadores por la Base, José Luis Balbás. El objetivo sería la retirada de Tamayo y Sáez.El precio de la devolución de sus escaños, la cabeza de Simancas.Un pacto así provocaría un nuevo cisma en la FSM.

Sin embargo, lo peor que tendría para Rodríguez Zapatero un posible acuerdo con Balbás no sería ya el levantamiento de los guerristas en Madrid, sino el desgaste que supondría para su propia imagen: un acuerdo con los traidores llevaría consigo la renuncia a pedir cuentas. Es decir, el carpetazo definitivo de la investigación sobre las tramas de corrupción que conducirían al PP.

Un dilema terrible para Rodríguez Zapatero: o pierde el poder en Madrid, o pierde su crédito como político honesto.

Es algo que el líder de los socialistas no se puede permitir. Al fin y al cabo, su honestidad es uno de los pocos activos que aún le quedan. Ya que su capacidad de gestión y su equipo han quedado terriblemente dañados por la crisis de Madrid.

El mismo día que se celebró el Debate sobre el estado de la Nación, tuvo lugar en Madrid una cena en homenaje al presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Enrique Iglesias, galardonado este año con el Premio Juan Lladó. Algunos de los empresarios más importantes del país acudieron a la invitación remitida por Ana Patricia Botín. El comentario generalizado esa noche fue la decepción generada por Rodríguez Zapatero. Probablemente, la mayoría de los allí presentes vota al PP (aunque alguno de ellos ha presumido en más de una ocasión de votar socialista).Pero todos coincidían en una cosa: Bono lo habría hecho mejor.Esa es una sensación que comienza a extenderse entre las filas socialistas.

El presidente de Castilla-La Mancha aparece cada vez más claramente como la alternativa más sólida para reemplazar al hombre que le ganó el último Congreso del PSOE por sólo nueve votos.

Dos días después del Debate, Bono celebró con un gran acto público su toma de posesión. Al evento asistieron, entre otros, el secretario general del PSOE; Felipe González; el vicepresidente primero del Gobierno, Mariano Rajoy; el ministro de Trabajo, Eduardo Zaplana, y el alcalde y presidente en funciones de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón.

Un acontecimiento político por todo lo alto en el que el presidente castellano-manchego demostró no sólo su capacidad de convocatoria, sino la vigencia de su discurso, que es capaz de atraer al votante de centro, tanto de derechas como de izquierdas. Sus recetas moderadas, socialdemócratas en lo social, y firmemente asentadas en la Constitución y en la unidad nacional, le permiten ganar por mayoría absoluta en su Comunidad robándole votos al Partido Popular.

A pesar de que trató con mimo a su «amigo» José Luis; a pesar de que comprometió su apoyo, «ahora más que nunca», a su jefe de filas, pocos dudan que, llegado el momento, Bono dará el paso adelante para sustituir a Rodríguez Zapatero.

Mientras, en el PP se viven momentos de euforia. La incapacidad de los socialistas para rentabilizar un año en el que ha habido una huelga general, una pomposa boda, un desastre como el del Prestige, una guerra y un escándalo político, no ha hecho sino consolidar a sus adversarios y a su líder. Un destacado dirigente popular comentaba tras el Debate: «Aznar estará esta noche casi completamente feliz; saboreará su victoria sobre Zapatero fumándose un puro, pero en su interior se estará preguntando: ¿por qué me comprometí a abandonar tras mi segundo mandato?». Sean o no ésas sus cuitas, lo que está claro es que el presidente cumplirá su palabra. Y, para su fortuna, lo ocurrido en las últimas semanas -que ha llevado a su partido a distanciarse del PSOE con holgura en las encuestas- le va a permitir afrontar su última gran tarea, la sucesión, con relativa comodidad.

Aznar se marchará este año de vacaciones con la sensación del deber cumplido y aplazando hasta septiembre la fatídica decisión de quién ocupará su puesto como número uno de la lista del PP.

Todo apunta a que el candidato no será hecho público hasta finales de septiembre o principios de octubre.

Cuando Josep Piqué le propuso hace unos días la fecha del 7 de septiembre para anunciar su candidatura a la Presidencia de la Generalitat y, por tanto, para dejar el Gobierno, a Aznar le pareció estupendo. Y eso sólo puede significar una cosa: que las consultas para la designación del candidato no comenzarán hasta mediados de ese mes.

Superado con nota el Debate sobre el estado de la Nación, y a la espera de lo que ocurra en las elecciones de la Comunidad de Madrid, en el PP y en el Gobierno sólo hay ahora un asunto a tratar: la sucesión.

Para la mayoría de los hombres con poder en el centro derecha español, las dos opciones posibles son Mariano Rajoy y Rodrigo Rato. Jaime Mayor, que hasta hace unos meses aparecía como uno de los favoritos, ha ido perdiendo fuelle y apoyos dentro y fuera del partido. Aunque sigue concitando enorme simpatía entre los votantes del PP, su perfil intransigente con los nacionalistas (su afirmación de que podría recurrirse al artículo 155 de la Constitución ha sido considerada como un gravísimo error por parte de los barones del partido), no encaja en un momento en el que, para lograr la victoria, se considera crucial mostrar un perfil dialogante.

¿Cual será la decisión final? Nadie lo sabe. Entre otras cosas porque Aznar se ha cuidado mucho de hacer comentarios sobre el tema. Se da por seguro que el elemento clave para decidir será la capacidad del candidato para ganar las próximas elecciones.Pero, como dice Rodrigo Rato: «En estas circunstancias, y según está Rodríguez Zapatero, Aznar podría elegir a cualquiera».