EL GOLPE A ETA DESNUDA AL PNV

 

  Editorial de   “ABC” del 7-10-04

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial siguiente para incluirlo en este sitio web (L. B.-B.)

 

 GRACIAS a la operación antiterrorista que permitió la detención, entre otros, de los dos máximos responsables de ETA, Mikel Albisu, «Antza», y Soledad Iparraguirre, «Anboto», la Guardia Civil detuvo ayer a cinco presuntos etarras en San Sebastián e Irún. El ministro del Interior, José Antonio Alonso, confirmó que se trataba de un «comando» a la espera de recibir instrucciones para cometer atentados. El desmantelamiento de la cúpula etarra ha empezado pronto a producir daños en cadena en la estructura de la banda terrorista y es probable que la ingente documentación incautada permita nuevas detenciones y un cerco más estrecho. Sin duda, el ministro Alonso tiene razones suficientes para calificar estos golpes a ETA como «muy buenas noticias», porque consolidan el camino hacia la derrota incondicional de la banda terrorista. Por lo pronto, ya se ha alcanzado una importante victoria frente a la propaganda etarra, porque el Estado ha demostrado que es posible vencer a los terroristas con la ley en la mano, sin concesiones ni desistimientos. La teoría del «empate infinito» con los criminales sólo beneficiaba a ETA.

Lo que sigue resultando lamentable, pero revelador de sus intenciones y prioridades, es la actitud del nacionalismo vasco ante las últimas detenciones. Su indisimulada falta de entusiasmo por los golpes dados a ETA se ha traducido en una contracampaña de intoxicación, con dos objetivos claros: disminuir la importancia de la desarticulación de la dirección etarra y propalar la idea de que Mikel «Antza» era el terrorista bueno y dispuesto a soluciones «políticas» para el cese de la violencia. Sería algo así como un sabotaje a un «escenario sin violencia», como el que el lendakari, con sospechosa seguridad, lleva anunciando desde hace años para la consulta popular sobre su plan soberanista.

Para la estrategia del PNV sería un fracaso que la paz llegara de la mano de la Guardia Civil y de la Policía Nacional. No deberle al nacionalismo el cese de la violencia supondría, para el PNV, perder de golpe la coartada histórica de su hegemonía y hurtarle la contrapartida al reconocimiento de la autodeterminación. El lendakari Ibarretxe ha repetido demasiadas veces que su plan traerá la paz como para aceptar ahora que la paz está más cerca gracias a la eficacia y la firmeza del Estado de Derecho. A medida que ETA se debilita, el PNV se muestra más auténtico en sus intenciones, asentadas sobre la necesidad de que perviva un «conflicto» que quedará extinguido en cuanto la banda terrorista sea desmantelada. Sin la angustia de ETA, las soluciones nacionalistas al «conflicto» pierden su fuerza chantajista. El plan de libre asociación propuesto por el lendakari dejaría de ser el salvoconducto que el nacionalismo vasco agita como un señuelo para empujar a la sociedad vasca en su conjunto a una mayor adhesión al régimen nacionalista a cambio de que la banda no mate. La expectativa, cada vez más real, cada vez más cercana, de una ETA derrotada, frustra la base estratégica del plan Ibarretxe, pensado para una sociedad mutilada por el terror y dispuesta a aceptar más hegemonía nacionalista si cesa la violencia. Las sinergias entre ETA y el nacionalismo son más evidentes que nunca. No han sido el Estado ni los Gobiernos del PP y ahora del PSOE los que han puesto a ETA en el centro del proyecto nacionalista que ahora se discute en el Parlamento, sino el PNV con Ibarretxe a la cabeza.