UNA OPORTUNIDAD PARA OCCIDENTE
Editorial de “ABC” del 17/10/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
EUROPA tiene
la oportunidad de demostrar que cree sinceramente en el proyecto de unidad que
predica. La prueba tiene un nombre: Turquía. Como señalaba Romano Prodi, sólo
una Europa segura de sí misma, de lo que es y de lo que quiere llegar a ser
puede alojar en su seno a Turquía. Los motivos son evidentes. Su ingreso
significaría una prueba de madurez europea. No sólo por el hecho de incorporar
ochenta millones de nuevos ciudadanos a la Unión y de dilatar sus fronteras
hacia el interior de Asia, sino porque supondría integrar una sociedad musulmana
en un continente que busca articular su convivencia en torno a valores no
confesionales.
Parece que, de palabra, todos los socios europeos están convencidos de que esto
debe ser así. Al menos mientras Turquía no desande las reformas comprometidas.
Las decisiones de Erdogan parecen confirmar que su país avanza hacia un modelo
de sociedad donde los planos religioso y político no se confundan. Curiosamente,
esta certidumbre en torno a la voluntad turca es lo que comienza a inquietar a
algunos socios de la UE. Resulta sorprendente ver cómo los países aparentemente
más comprometidos con la Europa de los principios -tal y como la defendieron
durante su oposición a Estados Unidos en la crisis de Irak- son los que más
recelan ahora en la cuestión turca.
Si creyéramos en que el eje franco-alemán es el carburante de Europa, entonces
habría que empezar a pensar que la negociación con Turquía estará tan sembrada
de obstáculos que quizás esté condenada de antemano al fracaso. El silencio
cabizbajo de Alemania es significativo en este sentido, pero más aún el hecho de
que la práctica totalidad de la clase política francesa haya torcido el gesto y
advertido que Francia se reservará el derecho de admisión de Turquía a través de
un referendo.
No es el momento para analizar el trasfondo nacionalista que subyace en el
purismo europeísta francés. A modo de reflexión, basten las declaraciones
extraídas de las entrevistas que publica hoy ABC con dos profundos conocedores
de lo que es Europa política y culturalmente. Para Javier Solana, Europa debe
respaldar el ingreso de Turquía para evitar que se transforme en un electrón
libre en medio del conflictivo Oriente Próximo. Porque Turquía puede ser mucho
más una solución que un problema, justo ahora que el terrorismo islamista
pretende a toda costa romper los puentes entre civilizaciones. Su objetivo es
provocar el desistimiento de las sociedades libres, lo que se traduciría, de
hecho, en la ineficacia, en términos morales, de los valores democráticos sobre
los que se sustentan las naciones más avanzadas. La oleada de atentados
registrada ayer en varias iglesias cristianas de Bagdad forma parte de esa
siniestra estrategia que busca la ruptura a través de la violencia. Si la
integración de Turquía se hace efectiva, el terrorismo habrá perdido una de sus
principales bazas: será la demostración más evidente de que los valores de
Occidente y los que representa el mundo musulmán pueden ser complementarios.
El diagnóstico de Javier Solana es coincidente con el de Claudio Magris. El
último Premio Príncipe de Asturias de las Letras apuesta en páginas de nuestra
sección de Cultura por la justicia y oportunidad política de esta decisión. De
la combinación de ambas opiniones se desprende que Europa debe tender la mano a
Turquía por responsabilidad histórica, es cierto, pero sobre todo por fidelidad
a sí misma.