MINICUMBRE EN BRUSELAS: BRINDIS AL SOL

 Editorial de  “ABC” del 30.04.2003

 

LA Cumbre de Bruselas entre Alemania, Bélgica, Francia y Luxemburgo para tratar de impulsar la Europa de la Defensa supone un paso mas en la debilitación de los lazos trasatlánticos que tan malparados quedaron tras la intervención aliada en Irak. Los países convocantes y asistentes a esa reunión en la capital belga fueron precisamente los únicos en la Europa comunitaria que se opusieron a dicha intervención.

Desde el punto de vista militar la reunión tiene una importancia relativa. Ni las estructuras comprometidas por los países asistentes ni la posición estratégica de ninguno de ellos puede suponer una alternativa a la OTAN ni el embrión de un nuevo bloque militar influyente frente a Estados Unidos y sus aliados en Europa. Ni siquiera acercándose a Moscú, el anhelado premio que espera Putin de la crisis entre estos países y Estados Unidos, la reunión de Bruselas tendría una importancia militar significativa.

Pero desde el punto de vista político es otra cosa. Persistiendo en el error, franceses y alemanes se empeñan en seguir intentando construir un cierto poder continental que acomode el proyecto europeo a sus intereses, a su visión estratégica y a sus zonas de influencia, en especial en Oriente Próximo y África, donde Francia defiende posiciones exclusivas y en discrepancia con sus aliados en otros terrenos. El hecho de que estos países se hayan quedado solos criticando la intervención aliada en Irak o que los países del Este de Europa hayan rechazado en bloque sus planteamientos no parece haberles enseñado nada. Aunque afirman que la UE tiene derecho a impulsar el brazo europeo de la defensa, y es verdad, y recalcan que no se trata de crear una alternativa a la OTAN, la forma de convocar la reunión, el desprecio a las sugerencias británicas y de EE.UU. sobre la misma y el rechazo a apoyarla por parte de España, Italia y Portugal entre otros desmiente que su objetivo fuera buscar un nuevo consenso. Lo menos que se puede decir de la misma es que ha sido improcedente como la ha calificado Ana Palacio.

La inexistencia de un pilar europeo de la defensa, autónomo, capaz, eficaz, disuasorio y equilibrado no ha sido producto de la casualidad. Durante décadas, Europa ha descansado en los gastos de EE.UU., en el despliegue de sus tropas, en su innovación militar y en la certeza de que ellos asumirían los principales riesgos si fuera necesario. La reducción de gastos europeos en Defensa ha supuesto ingresos para el Estado del Bienestar y una buena imagen frente a una opinión pública a la que no se ha sensibilizado suficientemente sobre riesgos y amenazas. Ahora, los cuatro países de la cumbre hablan de aumentar los gastos de Defensa, incluyendo servicios de inteligencia y los sistemas de detección y desactivación de riesgos. Pero la incapacidad de Francia y Alemania para controlar sus galopantes déficit públicos, por encima de lo permitido en el plan de estabilidad de la UE, convierten la propuesta en una mera expresión de voluntades imposible de llevar a la práctica. Con una economía en franco retroceso -Francia decreció en el último trimestre de 2002 y Alemania se enfrenta a una inevitable y dolorosa reforma social que alivie en parte la gravedad de su sistema financiero-, que París y Bonn defiendan el incremento de los gastos en defensa supone poco más que un brindis al sol, porque ello obligaría a la reestructuración de empresas, la aprobación de sistemas estandarizados de armas y municiones, la homogeneización de los sistemas de mando y control y la unificación de doctrinas estratégicas. Y suponiendo, que es mucho suponer, que Francia y Alemania alcanzaran estos objetivos, ¿qué eficacia tendrían sin el apoyo de Gran Bretaña, España, Italia o Hungría?