LA IZQUIERDA Y LA COHESIÓN NACIONAL

 

 Editorial de  “ABC” del 04.05.2003

 

 

NO se trata de «alzar muros» ante las propuestas nacionalistas que, procedentes del País Vasco y Cataluña, tratan de cuestionar uno de los principios constituyentes del Estado social y democrático de Derecho. Se trata -más allá de las metáforas- de exponer ante estas propuestas una formulación compartida, firme y coherente de defender el modelo que, trayendo causa de la historia, la cultura, la economía y los valores comunes, sanciona el artículo 1.2 de la Constitución («la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado»), el 2º (que proclama la «indisoluble unidad de Nación española» en la que se fundamenta la Constitución) y el reconocimiento y garantía del derecho «a la autonomía de las nacionalidades y regiones» que integran España en un régimen de «solidaridad» entre todas ellas.

Cualquier iniciativa -sea el llamado plan «soberanista» del PNV, sea el replanteamiento «nacional» del Estatuto catalán que pretende el candidato Artur Mas, sea -y digámoslo con claridad- la asimetría federalizante -que apadrina Pascual Maragall- que no respete estos principios debe tener en cuenta dos datos esenciales: 1) que se está afectando directamente al núcleo duro de la Constitución y alterando el pacto constitucional y 2) que la voluntad de la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles ni desea, ni demanda, ni está dispuesta a asumir que esas iniciativas quiebren en beneficio de clases políticas determinadas y sectores sociales concretos y en detrimento del conjunto nacional.

Cuando los dirigentes socialistas se preguntan retóricamente si de verdad la cohesión nacional está amenazada, hay que responder con menos elementalidad que la suya. Podría estarlo si el PSOE -y con él el PSC- no demuestran que la totalidad del partido, todo el socialismo español, su entera organización política y su estrategia -incluida la de pactos posibles en el País Vasco- no responde como debe hacerlo un partido de implantación nacional, con vocación de gobierno y fiel a sus principios -los mejores- de la izquierda política española que están también en la idea nacional de España como fundamento de la igualdad y de la solidaridad.

LA pertenencia nacional plural hace a los ciudadanos semejantes ante la ley, el poder, las prestaciones del Estado, su acceso a la cultura, a los tribunales de justicia, a la educación, a la sanidad, ante el conjunto del Estado del Bienestar. Esos han sido los criterios de la izquierda -de todas- en los que han convergido, con más riqueza cultural, histórica y filosófica, la derecha democrática. Y si aquella o ésta fallan en su coherencia por razones electorales, por ansia de poder o por ambición, la respuesta a si la cohesión nacional está en peligro podría tener una contestación afirmativa. Y justo es afirmar que el Partido Popular representa hoy por hoy una garantía en este crucial asunto muy superior a la del PSOE en el que líderes como Rodríguez Ibarra, José Bono o Francisco Vázquez ofrecen una solvencia nacional que se echa de menos en otros con responsabilidades todavía más generales.

EL juego -políticamente insólito y jurídicamente ininteligible- de Pascual Maragall con esa asimetría federalista, es altamente peligroso por mucho que quiera explicarse en desbancar del poder a CiU. Y la tibieza del Partido Socialista de Euskadi -que ha depurado a los dirigentes con ideas más claras al respecto, desde Nicolás Redondo a Rosa Díez, dividiendo en dos el partido allí- debe considerarse a estas alturas una grave irresponsabilidad cuando enfrente se va encarnando una alternativa secesionista con conexiones ideológicas y estratégicas con la banda terrorista ETA. Por eso, la cuestión nacional sigue siendo «la» cuestión. Quiéralo o no el socialismo, cuyo mayor acierto fue suscribir el pacto con el Gobierno y el PP por las libertades y contra el terrorismo, y cuyo peor defecto es el desmayo de liderazgo que ejercita, debilidad que le está empezando a rebasar por todos los flancos.