LOS INTELECTUALES ACUSAN

 

 Editorial de  “ABC” del 07.05.2003

 

EL manifiesto de intelectuales españoles y extranjeros contra la situación de opresión creada por el terrorismo en el País Vasco, bajo el título «Aunque...» constituye un significativo avance en la denuncia contra ETA y en la deslegitimación de las excusas nacionalistas a la violencia terrorista. Quizá para el nacionalismo gobernante se trate de otro intento de sembrar crispación en la sociedad vasca, equiparable a la disolución de Batasuna, a la declaración de ilegalidad de 241 candidaturas de camuflaje, a la persecución penal de los artificios creados por ETA (Xaki, Ekin, Gestoras, Jarrai, Herriko Tabernas, Udalbiltza Kursaal) y, en general, a todo lo que desde 1997 ha sido un refuerzo del Estado de Derecho y una disminución de la capacidad operativa de la banda terrorista, en el terreno criminal y en el político. El nacionalismo está repugnando especialmente la batalla de las ideas que ha lanzado el constitucionalismo vasco contra su hegemonía -como bien saben profesores universitarios, intelectuales y periodistas- porque ahí es donde siente que la derrota intelectual y social de ETA puede ser también la de su hegemonía. ETA y el PNV comparten la misma visión del problema vasco, anclado, según una y otro, en la privación histórica del derecho de autodeterminación. Cualquier afirmación democrática de la legitimación de las instituciones vascas, cualquier defensa del régimen estatutario, se convierte inmediatamente, para ETA y el PNV, en una negación inadmisible del manido conflicto. Si no fuera así, el nacionalismo vasco habría apoyado todas las manifestaciones de las víctimas contra ETA, todos los movimientos de liberación impulsados por el espíritu de Ermua y todas las reformas legales aprobadas para descabezar a la hidra etarra. Pero el nacionalismo ha vinculado sus principales objetivos estratégicos a la suerte de ETA, fundamentalmente, el objetivo de conseguir que el cese de la violencia se consiga a costa de más hegemonía nacionalista, que es el chantaje último que encierra la propuesta soberanista de libre adhesión. Por esto mismo, cuanta menos ETA vaya quedando, menos argumentos tendrá el chantaje nacionalista de paz por soberanía. Por eso, al PNV le interesa que haya alumnos etarras en la Universidad y concejales y junteros proetarras en las instituciones democráticas vascas, para que nadie olvide que hay un conflicto «político» que sólo se resuelve con más concesiones al nacionalismo.  Es perfectamente coherente que, para el PNV, la acción contra ETA, contra su entramado y contra el ideario de la banda terrorista alejen la solución, que es la solución final nacionalista, no la que se deriva de la aplicación de la ley y de la firmeza constitucional, cada día más sólida.

En este estado de contestación política y de ofensiva legal, el manifiesto de intelectuales como Arrabal, Bryce Echenique, Goytisolo, Vargas Llosa, Bernard-Henry Lévy, Fuentes o Gordimer, entre otros, añade más fuerza moral a la denuncia contra ETA y contra la especulación cómplice que el PNV hace con la violencia. Durante mucho tiempo, la causa nacionalista se asoció a la lucha antifranquista, lo que propició un trato complaciente de los intelectuales europeos con el terrorismo de ETA. Veinticinco años de democracia constitucional, más de veinte de gobierno nacionalista y un régimen de autogobierno superior al de un sistema federal han convencido a la opinión pública europea y a sus intelectuales de que el terrorismo etarra no es más que una violencia criminal, puramente delictiva, sin ninguna justificación política ni histórica. El victimismo contra el estado opresor ya no vende fuera del mercado nacionalista.

A pesar de esta realidad, el nacionalismo gobernante sigue proporcionando al mundo etarra argumentos para justificarse políticamente, aislándose de una corriente de compromiso y denuncia contra ETA que ya ha trascendido nuestras fronteras, expresada en declaraciones políticas, resoluciones parlamentarias, normas europeas, cooperaciones internacionales y, lo que es más importante, estados de opinión. Si el PNV vuelve a preguntarse porqué fue expulsado de la Internacional Demócrata Cristiana, porqué el PP y el PSOE fijaron una posición común sobre el Pacto de Estella en el Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo, manteniéndola hasta hoy, o porqué los intelectuales del manifiesto se refieren a la «impunidad moral propiciada por las instituciones nacionalistas», no tiene más que verse a sí mismo en estos últimos meses ejerciendo el protectorado político y judicial de Batasuna y de ETA.