EL FIN DE LAS SANCIONES A IRAK

 

 Editorial de  “ABC” del 09.05.2003

 

 

EL Consejo de Seguridad de la ONU estudiará hoy una propuesta de EE.UU., Gran Bretaña y España para levantar las sanciones económicas a Irak. Estas sanciones, pensadas para romper el plan de rearme del régimen de Sadam Husein, presionarle para que aceptara la legalidad internacional y cortarle las fuentes de financiación y sus planes de agresión regional, tuvo consecuencias desiguales. Por una parte, limitaron la capacidad financiera de la dictadura, pero, por otra, permitieron que los cómplices del régimen pasaran a su propio pueblo la principal factura de las restricciones. Las enormes fortunas de Sadam, sus hijos y sus fieles se amasaron en medio de la progresiva miseria de la sociedad iraquí, que sólo ahora tiene posibilidades de recuperar su bienestar.

Un intento de paliar las consecuencias perversas de las restricciones fue el programa Petróleo por Alimentos. Pero la dictadura también consiguió convertir este programa en una fuente de beneficios para sus dirigentes; los alimentos eran revendidos, a veces ni llegaban a Irak, y las cuentas sucias de los paraísos fiscales fueron aumentando. Además algunos países socios de Sadam (en el petróleo, la venta de bienes de equipo, la construcción de infraestructuras, sistemas de armas y otros negocios) utilizaron el sistema de Petróleo por Alimentos para cobrar parte de su deuda con el régimen de Bagdad. Tal fue el caso de Alemania, Francia y Rusia.

Pero ahora las condiciones han cambiado. Ya no existe, afortunadamente, el régimen de Sadam Husein; sus planes de agresión regional han sido neutralizados, las armas de destrucción masiva, estén donde estén y se encuentren en el estado en que se encuentren, ya no son una amenaza. La dictadura ha sido derrocada, las fuerzas aliadas siguen sobre el terreno y los iraquíes van haciéndose poco a poco con la gestión de sus asuntos para transformar profundamente la estructura política autoritaria en una donde reine la libertad y el derecho. Ahora los iraquíes necesitan que se levanten urgentemente las restricciones, que acuda ayuda humanitaria de todo el mundo, que llegue financiación extranjera, que puedan cambiar su petróleo por bienes de equipo y consumo no destinados a fortalecer una maquinaria militar agresiva sino al bienestar de los ciudadanos. Convertir el petróleo iraquí en riqueza real para el pueblo, compromiso asumido por EE.UU., Gran Bretaña y España en la cumbre de las Azores, pasa por devolver a la sociedad de Irak al mercado internacional, una vez eliminado el gobierno corrupto y las distorsiones que producía. Hay pocas razones para negarse al levantamiento de las sanciones en estos momentos. Alegar que la ONU tienen que certificar antes que ya no hay armas de destrucción masiva, sobre todo por parte de quienes negaron su existencia o dudaron de que fueran una amenaza real, es una demostración de cinismo. Más aún recurrir a la debilitada ONU en un intento de ocultar visibles intereses económicos particulares. Francia parece estar cambiando de posición y en los últimos días ha sugerido la posibilidad de aceptar el fin de las restricciones con rapidez. Aunque también es verdad que se esperó un cambio de París respecto a la intervención contra Sadam que sólo comenzó a sugerirse cuando éste era ya historia. Lo de Rusia es más complejo. Un levantamiento de las restricciones, un fluir del petróleo iraquí al mercado abierto, aunque parte de éste sea de empresas rusas, perjudica al petróleo siberiano. Y desde el punto de vista político fortalece la influencia de los aliados en detrimento de la influencia rusa heredada de la URSS. Lo demás son cuentos.