LA OFENSIVA TERRORISTA

 

 Editorial de  “ABC” del 15.05.2003

 

EL terrorismo islamista parece haber decidido una ofensiva en todos los frentes posibles. No hay que descartar que en las próximas horas asistamos a otra acción criminal de envergadura. La acción de ayer en Chechenia, la segunda en veinticuatro horas, perpetrada por mujeres suicidas, en medio de una multitud -con el propósito aparente de matar al jefe de la administración chechena que colabora con los rusos pero con la voluntad de asesinar a cuantas más personas mejor-, revela que la trama terrorista del fundamentalismo islámico tiene un centro de acción clave en la república caucásica, de la misma manera que tiene, o al menos ha tenido hasta hace muy poco, sus fuentes financieras en Arabia Saudí. Con la acción de ayer no sólo se ha acabado de un plumazo el plan ruso de pacificación que pasaba por institucionalizar una relación nueva entre chechenos y rusos, frenar el fundamentalismo y gestionar conjuntamente los recursos energéticos de la región, supone un desafío a toda la comunidad internacional.

Mientras tanto, los datos que se van conociendo de los atentados en Arabia Saudí recuerdan cada vez más la acción brutal del 11-S. El número de terroristas, la coordinación entre ellos, la elección de víctimas entre occidentales -militares, ejecutivos, gestores o asesores- y la misma acción suicida es una réplica de los ataques sufridos por Nueva York o Washington o de algunos ataques cometidos en ciudades israelíes. Hay un mismo modus operandi, como dicen los policías, una misma filosofía, una misma voluntad homicida, una misma escuela y unos mismos alumnos.

Pretender que los ataques criminales de las últimas horas es una consecuencia de la acción en Irak no es solamente una falsedad. Es, además, una irresponsabilidad que entra de lleno en la cadena de coartadas del terrorismo. El terrorismo de corte islamista, la principal amenaza criminal en estos momentos aunque no la única, atentó en Dar Es Salam, Nairobi, Nueva York, Washington, Tel Aviv, Jerusalén y Balí, por citar sólo algunos de los hitos sangrientos mas significativos, antes de la intervención en Irak. Culpabilizar a los atacados de las acciones de los verdugos es una canción ya conocida en España.

Pero el terrorismo islamista no es sólo una amenaza para Occidente, sus libertades y su bienestar. Todos aquellos dirigentes de países islámicos, incluidos los que han caído en la tentación de instrumentalizar al terrorismo para conseguir concesiones occidentales o mejorar su posición estratégica están igualmente amenazados. Esto no es nuevo pero en estos momentos es más evidente que nunca. La lógica de este tipo de terror es la destrucción de toda modernidad, toda institución que no sea teocrática, toda idea que no nazca de sus verdades absolutas.

El mundo occidental, el que se ha asentado sobre las libertades, disfruta del mayor nivel de bienestar del planeta y se sustenta sobre sociedades en las que la mayor parte de la humanidad quisiera vivir tiene que reaccionar con serenidad, firmeza, cohesión y claridad de ideas en defensa de los derechos humanos, la legalidad internacional y el rechazo a la violencia terrorista tenga la coartada que tenga.

El terrorismo es con más claridad que nunca la principal amenaza a las libertades y como en otros momentos en que éstas han peligrado debe ser la comunidad democrática internacional, con todos los instrumentos legales a su alcance, los que garanticen la democracia, la seguridad y la estabilidad internacional. La guerra contra el terrorismo no es sólo policial o militar. Es también financiera, política y, sobre todo, ideológica. Destruir las mentiras admitidas como tópicos y acabar con la comprensión de la «desesperación» terrorista es comenzar a vencer el terror.